En primer lugar, la exigencia de la creación de esa nueva región que se desgaja de otra región no viene tras un golpe de Estado, como se pueda pensar, sino tras el fracaso del Gobierno de la Nación y de partidos importantes frente a ese golpe de Estado. El movimiento nace tras unas elecciones a-democráticas irresponsables que agravan el problema, pero sobre todo tras la evidencia de que el Gobierno y compañeros mártires no saben, o no quieren, recomponer el orden democrático y Constitucional en el pedazo de España dónde viven. Ahí sigue el adoctrinamiento felón, los mozos mandados por alguien que dijo que le daban pena los españoles y que a ver si se iban pronto, ahí sigue una televisión pública que es un instrumento golpista grosero, ahí siguen los lacitos amarillos impunemente, ahí siguen el amedrentamiento, el miedo, la opresión, el incumplimiento impune de la Ley… y la evidencia de que de una u otra forma van a volver los mismos que los han estado machacando durante lustros impunemente. La creación de Tabarnia es, probablemente, en el origen, un acto de auto defensa de la sociedad civil que representa a más de la mitad de los españoles que viven en íbero Cataluña. A la postre, es un grito de auxilio para seguir siendo libres.
En segundo lugar, y relacionado con la última frase, es muy relevante observar que esta reacción ciudadana ante el golpe de Estado semitriunfante surge al margen de toda institución y de todo partido. Al margen de cualquier organización de poder. Eso significa que esa población ha perdido toda confianza en las instituciones de todo orden y nivel. Y motivos tiene. En una democracia parlamentaria las secesiones totalitarias se resuelven desde el Gobierno Nacional y el Parlamento, todos a una, con la utilización de instituciones, como Partidos, Justicia, Diplomacia Internacional, Fuerzas de Seguridad, etc. Ante la inoperancia, incompetencia, pasividad e incluso complicidad de dichas instituciones en España que no han querido combatir en sus raíces y contundentemente todo el proceso de opresión orwelliana y amedrentamiento de los españoles separatistas de su región, (“Enfocats…), lo que también clama Tabarnia es una acusación de abandono e insolidaridad. No claman Justicia, porque se están buscando la vida, o la supervivencia, pero delatan que durante años las autoridades les han abandonado a los pies de los caballos supremacistas y que el resto de sus compatriotas hemos cobardemente mirado para otro lado.
En tercer lugar, el nacimiento de Tabarnia, como solución desesperada, pone en evidencia el gigantesco error que supone el intentar establecer una democracia ilustrada sobre la división, la fragmentación enconada, la desintegración de una sociedad integrada. Eso sólo puede salir mal. Como decía Ortega, las federaciones están para unir piezas sueltas, pero aplicarlas a espacios políticos integrados sólo es división, enfrentamiento y posterior ruptura. Como Presidente de ULIS y viejo luchador de siempre por una España de ciudadanos libres, iguales y solidarios, evidentemente, la fragmentación sobre la fragmentación no puede gustarnos como solución, todo lo contrario. Pero no estamos nada seguros de que los impulsores de Tabarnia no añoren una España unida de libres e iguales. Como hemos dicho, parecen querer protegerse, proteger su libertad, su prosperidad, como su patriotismo. Lo que sucede es que si el adoctrinamiento oficial machacante es que no cabe otra opción que estar fragmentados, (un inmenso error), pues entonces abandonada la esperanza del unitarismo regionalizado, juegan al juego de lo fractal. Y si hemos de fragmentarnos por narices, nos fragmentamos todos, según menos daño me haga. Y si tiene que haber Valles de Arán libres, Llivia o cantones, pues adelante, si eso hace sufrir menos a las personas. Evidentemente, no hay democracia que lo aguante ni ética que lo justifique. Sin embargo esa ha sido la dinámica permanente y reforzada desde 1978. Tabarnia nos pone ante el espejo de nuestro gran error político y convivencial, el que se nos puede llevar por delante. Tabarnia, más que otra segregación, debería ser un acicate para recobrar la senda de la indispensable y benéfica unidad.
Finalmente, y aunque de orden práctico y no ético, la existencia de una Comisión Parlamentaria destinada a revisar la situación del Estado autonómico hace que el fenómeno Tabarnia nos invite a recordar que las fronteras interiores administrativas establecidas en España se han diseñado de una manera infinitamente mejorable. Los defensores de una España unitaria pero muy descentralizada regionalmente (actualmente, España está multicentralizada en diversos centros implacables y enfrentados) queremos decir que Tabarnia indica que las fronteras interiores son administrativas, rediseñables, como lo acaba de hacer Francia, y que deben buscar sobre todo la máxima operatividad y eficiencia para la prosperidad y el interés general. El diseño del Estado Autonómico ha devenido en disparate, científicamente hablando.
Estas luces, entre otras sin duda, proyectan el efecto Tabarnia sobre este momento clave de nuestra existencia como colectivo de ciudadanos. Una vez analizado, comprendido en toda su dimensión y asumidas las lecciones que indican que Tabarnia nos llama a una auténtica revolución democrática para restablecer valores básicos en la España de todos, podemos desternillarnos y hacer chistes. Sabiendo que lo que subyace son tragedias humanas y sociales que afectan a 47 millones de europeos…. por ahora.