Una de esas doctrinas fue bautizada como MAD o muttually assured destruction y es atribuida originalmente a John Von Neumann. Su definición era simple y rotunda: la acumulación de fuerzas por cada una de las dos partes se había configurado de manera tal, que el uso de armamento nuclear por cualquiera de ellas podría derivar en la completa destrucción de ambas (la parte atacante y la parte defensora). En realidad, la disuasión que subyace bajo la citada teoría evitó la destrucción completa del planeta, una hipótesis entonces tan apocalíptica como ciertamente verosímil.
En otras palabras, y en términos puramente antropológicos, cuando se es consciente de que el único resultado posible de un conflicto es la propia aniquilación, aunque los enemigos puedan resultar igualmente doblegados, el ardor bélico se sofoca o, al menos, se mitiga. Así, del suicidio garantizado se pasa por los actores a una relación no de convivencia armónica pero sí de coexistencia tolerable, sin más.
Hace demasiados meses ya que Casado y Ayuso, y sus respectivos bandos, viven un contexto pluscuamperfecto de Guerra Fría. Hay un cierto equilibrio de fuerzas, hay hostilidad y no hay, de no hace mucho a esta parte, la menor voluntad de disimularla. Pero todo tiene un límite. Y las acusaciones cruzadas (veremos cuáles son definitivamente fundadas) de corrupción -por un lado- y espionaje -por otro- han hecho estallar el hielo.
No. No es verdad que el único escenario posible es aquel que ve a un solo ganador en esta contienda (“sólo puede quedar uno”, se repite acríticamente). Hay que contemplar, en paralelo, que ambos pierdan, que el PP pierda, que el centro-derecha pierda, que España pierda.
Sólo hay un modo de evitarlo, y es interiorizando precisamente la doctrina MAD (en inglés, ‘loco’). Por encima de los recientes incidentes sobre los que la Administración de Justicia ya está actuando, y en el plano político, la mayor insensatez en la que podría incurrir cualquiera de los dos comandantes y con sus respectivos poderes es la de pensar que, detonando las bombas adecuadas y en el momento adecuado, habrá con toda seguridad un vencedor, que además saldría fortalecido. Tal simpleza, y más allá de los impulsos irracionales que también hoy mueven a nuestra decadente clase política, significaría ignorar algunos de los capítulos más relevantes y aleccionadores de la Historia Contemporánea Universal.