El Partido Popular, apenas habiendo levantado el vuelo en la era que sucedía a la de Rajoy, ha de prepararse para una nueva etapa, después de quemar demasiados cartuchos en un excesivamente breve espacio de tiempo y haber cargado las alas de la gaviota de un plomo que le impide, a todas luces, ascender. Más allá de las acusaciones de corrupción (aparentemente infundada, las averiguaciones lo dirán) y los indicios de espionaje (con quizá mayor carga probatoria), el relevo está en marcha. En el liderazgo sin duda, pero probablemente también en la agenda, el estilo, el programa, el mensaje. La amenaza de Vox es real y seria.
Lo fundamental hoy para ese partido es la operación de control de daños, que malamente se ha conducido en la primera fase, donde ha cobrado un protagonismo desmedido no el descabezamiento sino el encarnizamiento y ajusticiamiento veloz contra Casado.
Para cualquier firma, y el PP lo es, hay pocas misiones más relevantes en época de crisis severa que la de disminuir el impacto de la reputación. Hoy por hoy, y en el desarrollo de esta tarea, la comunicación abierta con los militantes, simpatizantes y con la opinión pública en general está fallando. También lo ha hecho la transparencia (excesiva opacidad y cuchilladas).
En modo alguno hay un relato completo, intestino, de lo que ha pasado, de las razones por las que ha sucedido y de qué se está haciendo para evitar un descalabro total. No hay explicación comprensible y se ha abierto, desde el legítimo e indisputado interés general que suscita la cuestión, el terreno a la especulación y el infundio. Con frenesí. No hay efectividad ni capacidad persuasiva en el mensaje.
La información desde el PP (o desde los distintos pepés) se ha suministrado de forma fragmentaria, inconclusa, contradictoria, abonando más si cabe los malentendidos. La huella y el impacto han sido, son, simplemente lamentables dos semanas después.
El PP tiene una responsabilidad ante la democracia española y sus dirigentes, exhibiendo comportamientos rabiosamente amateurs, la están echando por tierra. Aún hay margen para reconducir la operación de control de daños. No podría existir en el corto plazo mayor error para los intereses de la formación azul que el de concluir que con la segura y búlgara aclamación del gallego Feijoo se recuperará, acríticamente, de golpe y porrazo, el inmenso trecho de confianza que ha malbaratado ante propios y ajenos… incluyendo a su más fiel cuerpo de electores.
Si (
No(
