Las emociones en el ámbito financiero
Contrariamente a lo que se suele creer, las emociones cumplen varias funciones importantes a la hora de tomar decisiones económicas. A nivel psicológico, las emociones del inversor contribuyen a forjar sus preferencias, necesidades y deseos, lo cual influye en sus prioridades a la hora de invertir.
Por otra parte, y como en cualquier otro ámbito, las emociones actúan como mecanismo de defensa en circunstancias de tensión o duda. Aunque ello no implica que las emociones sean algo negativo, pueden hacernos tomar decisiones drásticas e irreflexivas frente a una crisis, y también en momentos de euforia. Además, los prejuicios y sesgos psicológicos (las llamadas trampas del cerebro) pueden impedirnos alcanzar nuestros objetivos de la forma más eficaz posible.
Gestionar las emociones para invertir
Naturalmente, la gestión emocional es imprescindible en circunstancias como las anteriores. La inteligencia emocional no es más que la habilidad que nos permite comprender nuestras propias tendencias y reacciones, a fin de controlarlas y usarlas de forma constructiva en la inversión.
En ese sentido, la inteligencia emocional funciona como freno a las actitudes de pánico y los impulsos emocionales. Mediante el autoconocimiento y el autoanálisis, es posible advertir las situaciones en las que nos estamos dejando guiar por las emociones y reconducirlas para que nos ayuden en las decisiones financieras.
La inteligencia emocional dentro del asesoramiento financiero
Pero la inteligencia emocional no es una competencia necesaria sólo para los inversores. También el asesoramiento financiero tiene un fuerte componente de inteligencia emocional. Como enlaces de confianza entre el mercado y el inversor, los asesores financieros cumplen la función de acompañar a sus clientes en la toma de decisiones, tratando de evitar que sus prejuicios y sesgos psicológicos les hagan cometer errores.
Precisamente por ese motivo, la inteligencia emocional es una de las principales habilidades con las que debe contar un asesor financiero para desarrollar sus principales funciones: conocer a fondo al cliente, establecer una relación de confianza con él y orientarlo de forma cercana para ayudarle a cumplir sus objetivos financieros de acuerdo con sus necesidades y preferencias.
En definitiva, además de los conocimientos especializados del mercado financiero, la confianza con el inversor y la adecuada gestión de sus emociones son valores imprescindibles para desarrollar un asesoramiento de calidad.