La producción siguió durante semanas con deficiencias de suministro, y varios de los coches que salían a diario no contaban con todas las piezas con las que los modelos se equipan normalmente. Por lo tanto, estos coches no pueden salir al mercado, y deben quedarse almacenados. El caso es que todas estas unidades que se almacenan se están acumulando en la planta de Pamplona. De hecho, el número de coches no terminados es tan elevado, que se han tenido que habilitar espacios en Irañeta y en el puerto de Santander para poderlos almacenar. Por eso mismo, ha habido jornadas durante el año, y más este mes de septiembre, en las que la producción ha sido totalmente paralizada.
Desde Alemania ya han reducido sus expectativas de producción para este año, y ven imposible alcanzar los 304.000 que esperaban producir al inicio del curso, lo cual podría verse reflejado en la plantilla. También calculan, que en estos días de actividad en los que la planta en Navarra no ha funcionado (sin tener en cuenta los que estén por llegar), se dejarán de producir alrededor de 17.000 coches.
Con la actividad retenida, los sindicatos y los dirigentes de la planta están tratando de encontrar una solución de la mano de Laura Ros, quien dirige Volkswagen en España. Además, todo ello se ve con malos ojos desde la central de Volkswagen, ya que los problemas de desabastecimiento también están afectando a sus plantas en China y Alemania, que siguen arrastrando adversos resultados desde la crisis sanitaria.
Es una situación en la que se están viendo implicadas varias multinacionales que se dedican al sector automovilístico, ya que la producción en la planta de Opel en Stellantis (Zaragoza) también ha visto retenida su actividad debido esta crisis de los semiconductores.