El penosísimo enjuague que un país entero lleva padeciendo mes tras mes con la renovación del poder de los jueces como telón de fondo está dejando a las claras que, enteramente acorralado, a la baja, con una posibilidad seria de ser desalojado de La Moncloa en las próximas generales, Sánchez va a arrastrar a Feijoo hasta una suerte de arenas movedizas -una trampa en definitiva- en las que se pretende retratar al gallego como un falso líder, como un dirigente aislado y obtuso, como un preboste de la intransigencia, como un boicoteador del avance sano de una nación, como un hombre de luces cortas.
No cabe la menor duda de que el todavía jefe del ejecutivo ha intentado travestir el pacto de la justicia, lo ha adulterado atendiendo no simplemente a sus intereses partidistas y estrechos sino capitulando ante todos cuantos actores políticos sueñan con una España debilitada, con un Estado de Derecho inoperante y con una aplicación de las leyes blandengue. La culpa de haber generado este escenario es, por consiguiente, enteramente suya, y es por ello que se ha esforzado y se esforzará en el futuro en desplegar toda la propaganda para estigmatizar por tierra, mar y aire al jefe de filas del PP.
El interrogante hoy es si éste picará en el anzuelo: si la indecisión, si la falta de convicción, si la ausencia de entereza en términos de principios, si los complejos le harán en tiempos venideros entrar a un diálogo sin ningún sentido con el gobierno o, por el contrario, si marcará distancias de aquí hasta que tenga la primera ocasión de ganarle la mano en las urnas a los socialistas.
No es fácil saberlo. Por un lado, porque es verdad que el hoy jefe de Génova ha puesto pie en pared ante algunas de las miserables propuestas de Sánchez, formuladas éstas para congraciarse con separatistas y golpistas. Pero no es menos cierto que, en paralelo, Feijoo está manteniendo unos puentes con esos separatistas (sean catalanes o vascos) excesiva e injustificadamente alfombrados. También en política, cuando se intenta soplar y sorber al mismo tiempo, el resultado final del ejercicio termina, lisa y llanamente, en lo imposible.