En su comunicado ‘Corrección de un caso’, Citizen Lab argumenta que esconden la identidad de los investigados durante el trabajo de campo para evitar «el posible sesgo del investigador», y que «el error se origina únicamente por una sola confusión al interpretar un sistema de etiquetas de trabajo». E insisten que, en ningún caso, en el resto de 64 móviles infectados se hallan «falsos positivos».
No obstante, las sombras sobre el rigor académico de su investigación han sido denunciadas por varios informáticos especializados en ciberseguridad, como el hacker ético Jonathan Scott. En su recién estudio de revisión del CatalanGate, titulado Review of Catalangate. Amnesty International Validation, publicado en noviembre, sostiene que los cuatro casos que Citizen Lab dio a Amnistía Internacional para corroborar la infección fueron falsos positivos.
Se trata de los casos de Jordi Sánchez, expresidente de la ANC y dirigente de Junts; Elisenda Paluzie, expresidenta de la ANC; Sònia Urpí, miembro de la ANC, y Txell Bonet, mujer de Jordi Cuixart. Son los únicos del total de 65 presuntos casos de los que se dispone de información pública, ya que Amnistía Internacional compartió en GitHub, un portal que permite a terceros analizar los códigos de diferentes programarios, sus resultados.
Esta transparencia de la ONG al compartir sus análisis provocó que cuatro expertos en infección de dispositivos móviles concluyeran que los supuestos espionajes eran meras actualizaciones de los programas contenidos en todos los iPhones de Apple. Y es que los expertos avisan de que resulta extremadamente fácil simular falsos positivos. Los responsables técnicos de Amnistía reconocieron el error. Curiosamente, estos cuatro casos verificados por Amnistía Internacional fueron a cargo de Etienne Mayner, que trabajó por Citizen Lab hasta abril de 2021.
El laboratorio canadiense se ha negado por activa y por pasiva a compartir la información del resto de casos. Y como explicó este periódico, pidió por carta vetar la presencia de dos profesores universitarios que cuestionaban su informe del CatalanGate en la comisión PEGA del Parlamento Europeo sobre el espionaje con Pegasus. Asimismo, tampoco han permitido que se realice una comisión independiente que analice sus resultados.
En su estudio, Scott también denuncia que Citizen Lab no cumple con ninguno de los requerimientos que exige la Agencia de la Unión Europea por la Seguridad de la Información a Internet (ENISA). Y también destapa cómo el caso de Sònia Urpí no apareció en el informe del CatalanGate hasta cien días después que los otros cuatro casos compartidos con Amnistía Internacional. El 18 de abril se publica -de forma coordinada con el New Yorker y posteriormente a las campañas con el mismo nombre preparadas por el independentismo- el informe CatalanGate. El 19 de abril Amnistía Internacional dio por buena la publicación, pero tardan cien días en validar el caso de Urpí pese a que ya figuraba en el informe.
Con todo, Scott concluye que las investigaciones sin fundamento científico de Citizen Lab «han llevado a autoridades mundiales a tomar decisiones basadas en informaciones falsas». Y solicita que las conclusiones del laboratorio canadiense puedan ser «contrastadas por un verdadero análisis imparcial».
Toni Comín compareció como víctima del supuesto espionaje por parte del Estado a los independentistas en la comisión del Parlamento Europeo formada para este propósito. «En aquellas mismas fechas [del acto en Perpiñán con Puigdemont] algún órgano del Estado español consideró que era necesario espiarme», afirmó en sede parlamentaria el pasado 6 de octubre.
«¿Qué se va a hacer con la información que se ha obtenido con el espionaje de mi móvil? Tenemos un problema, ¿qué información tienen, qué se va hacer con esta información? Tenemos un problema muy importante». Y acusó a «la pretendida democracia española» de obtener información «sensible» de sus contrincantes políticos mediante de una «ley franquista».