Con excesiva ligereza se ha venido asegurando, en términos históricos, que hay plagas que padecen las sociedades más o menos económicamente subdesarrolladas que jamás pueden llegar al denominado Primer Mundo, blindando de determinados males. Pero esa regla hace tiempo que quebró en Occidente, y España puede dar, por desgracia, fiel y bochornoso testimonio de ello en estos días. Jamás en nuestro periplo democrático individuos tan desnutridos intelectualmente se auparon tan alto y durante tanto tiempo a las atalayas del poder, ejerciendo -digámoslo sin ambages- un parasitismo del que son víctimas cerca de 47 millones de españoles: de largo, más del 99% de quienes no viven de los chiringuitos políticos, inéditos en su configuración y en su gasto (despilfarro puro y duro, al por mayor) en la Europa de siglo XXI.
El parasitismo -ya se sabe- es una relación entre dos seres vivos, en la que uno de ellos, el parásito, depende del huésped o anfitrión, obteniendo de ello claros beneficios pero originando, por lo general, serios daños y perjuicios en el cuerpo del hospedador.
No hay otra manera de entender el institucionalizado, lesivo y hueco feminismo, por lo demás en extremo fariseo, predicado desde las instituciones por la pandilla de Montero, que se ha erigido en el grupo de amigas que más bajo ha hecho caer los derechos y los intereses de la mujer en nuestro país, simultaneando este atropello y está perversa dinámica con el del enriquecimiento propio, bastardo, vía presupuestos públicos.
Es verdad que los excesos están resultando tan grotescos e insultantes, tan barriobajeros y locos, es verdad que la impunidad con la que está operando esta cuadrilla está resultando tan chirriante para los ojos de los ciudadanos que esta fila de personas de cabeza hueca ha colocado bajo su poltrona el temporizador. Ya hace semanas.
El cordón umbilical de todas ellas, que antes de conocer a Sánchez habían acreditado su inutilidad plena al servicio de la sociedad y su hoja de servicios en blanco en el campo profesional, es el propio presidente del gobierno. De él depende acelerar la cuenta atrás para hacerlas desalojar ministerios y secretarias de Estado, sí. Pero, de todos los españoles, en todo caso en menos de un año y por la vía de las urnas, dependerá exclusivamente sacudirse de los citados parásitos, de “los que comen en la mesa del otro”: limpiándola, cambiando el mantel y la cubertería, adecentándola.
Si (
No(
