Un caso de manual es el de la ministra Díaz, quintaesencia de un comunismo de Barrio Sésamo que, en cada una de sus manifestaciones, se instituye en un insulto para millones de ciudadanos. Y así, su última propuesta, la de una ‘herencia universal’ al cumplir los 18 años a costa del patrimonio de los ricos es, sin duda y en primer lugar, una expresión nítida y grotesca de ese ‘comunismo para dummies’ que cada día artificiosamente impulsa; pero no deja de ser, al compás, una muestra de locura, de mendacidad, una degeneración del esperpento.
Es innegable que la política, cuando se adentra en los vericuetos del populismo, se reduce a presentar soluciones facilonas a problemas de una enorme complejidad. Pero lo que se atisba en mensajes cansinos y vacíos, rabiosamente indoctos como los de la advenediza Díaz, es mucho más grave que la simple y reincidente huella populista.
Es la criminalización de quien genera prosperidad, es el estímulo a vagos de todo pelaje para que sigan ese camino… es, en definitiva, la máxima expresión de una ruina que ha venido de la mano del hoy decadente partido Podemos pero que podría tener su continuidad bajo el manto de una ministra-candidata que, a pesar de haber acreditado formidable e indiscutible mediocridad, podría, ya a partir del 28 de mayo, convertirse en un verdadero peso muerto (mucho peor que un simple parásito) para una España que no termina de despertar.