No se puede soplar y sorber al mismo tiempo a riesgo de caer en el colapso y el ridículo. Pero aquí, una vez más, vemos al ejecutivo más radical de los que gobiernan la Europa de 2023 prodigándose en el citado ejercicio. De un lado, se pretenden combatir por todos los medios imaginables (en muchos casos, los más inútiles e infructuosos) los efectos del ‘indiscutible calentamiento del globo’, incluida la falta de agua. De otro, y lejos de proyectarse un Plan Hidrológico Nacional -más necesario que el comer- se destruyen todos aquellos elementos de ingeniería que durante décadas han hecho que la falta del líquido elemento fuese más tolerable y regulable en nuestro país, del franquismo a nuestros días.
No hay que darle muchas vueltas. Las políticas sustentadas en la pura ignorancia y en la destrucción, que emanan del comunismo, llevan años en marcha de la mano de Sánchez y su tropa con consecuencias tan dramáticas como visibles. Pero, por si fuera poco, hay que añadir a ello las devastadoras derivadas que está teniendo la aplicación de una nueva Biblia, la ‘Agenda 2030’, tan cuajada de mandamientos y cuyo fin no es otro que, impulsada por la dictadura globalista, el de crear una sociedad sin armas, enclenque, adocenada, silente y cobarde; incapaz de movilizarse y responder racionalmente a las amenazas, aferrada a oscuros y absurdos dogmas.
El ya acentuado declive de Occidente está totalmente conectado con el auge del globalismo y las acciones ininterrumpidas de los poderes que, de boquilla, se consideran ‘progresistas’. Pero, siendo esto innegable, lo es más que España (hasta hoy teñida de rojo y morado) se está convirtiendo en un patético y peligrosísimo banco de pruebas -un laboratorio- de quienes incurren, cada día con más fuerza, en iniciativas estúpidas y ruinosas cuyas secuelas, más pronto que tarde, pesarán sobre el conjunto de un cuerpo social muy falto, hasta hoy, de una respuesta de verdad.