Un dato ilustra, a mi parecer, el buen momento de esta relación bilateral y es que mientras que el comercio de mercancías entre la UE y el mundo aumentó un 17,8% entre 2020 y 2021, el comercio bilateral entre la UE y Taiwán aumentó un 29,7% en el mismo período. Dado el tamaño limitado de la población taiwanesa (23,5 millones), este es un logro impresionante. Por tanto, a pesar de las restricciones pandémicas, la UE y Taiwán han logrado consolidar una gran cantidad de proyectos e iniciativas comerciales bilaterales.
Además, en un contexto actual marcado por el auge y disrupción de las tecnologías digitales, Taiwán se muestra para Europa como un actor clave en las cadenas globales del mercado de productos informáticos y semiconductores. La isla asiática uno de los hubs más importantes de Asia. De hecho, el 94,9% del comercio entre la UE y Taiwán son productos manufacturados. Los productos de exportación más importantes de Taiwán se encuentran en la categoría de "Equipos de oficina y telecomunicaciones", que incluyen procesamiento electrónico de datos y equipos de oficina, equipos de telecomunicaciones, así como circuitos integrados y componentes electrónicos. Esta categoría alcanzó un récord de 14.900 millones de euros (+35,7%) en 2021 y representa el 42% de las importaciones de la UE desde Taiwán. Los componentes electrónicos y de circuitos integrados ocupan un lugar destacado en este grupo de productos representando el 19,9% del total de las importaciones de mercancías de la UE procedentes de Taiwán.
En consecuencia, si la UE quiere jugar en la gran liga tecnológica mundial, debe asociarse más con Taiwán para de ese modo realizar sinergias en campos como la inteligencia artificial, la robótica, el hardware y la computación cuántica. Los vínculos comerciales deben profundizarse para aprovechar debidamente las nuevas oportunidades que pueden surgir de la cooperación entre empresas europeas y taiwanesas y sus respectivos gobiernos.
A este respecto, el marco jurídico actual de cooperación UE-Taiwán refleja a mi juicio una situación positiva dentro de las actuales posibilidades como miembros de la OMC con muchas afinidades, susceptible claro está, de potenciarse más. Taiwán es parte del Acuerdo sobre Contratación Pública, el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio y el Acuerdo de Tecnología de la Información en el marco de la OMC (bajo el nombre de Territorio Aduanero Separado de Taiwán, Penghu, Kinmen y Matsu, siendo miembro desde enero de 2002). Por tanto, la Unión Europea puede trabajar en estos campos perfectamente con el gobierno taiwanés al amparo del derecho mercantil internacional. Además, Taiwán es participante activo en iniciativas multilaterales en el marco de la OMC, donde tiene una serie de intereses compartidos con la UE.
En este sentido, las oportunidades son muchas, como muestran las consultas comerciales bilaterales que anualmente se celebran entre Bruselas y Taipei en el marco del Diálogo sobre Política Industrial, el Diálogo sobre Economía Digital y varios grupos de trabajo sectoriales. Evidentemente, para culminar y dar mucha más eficacia y profundidad a estas relaciones sería necesario un Tratado de Libre Comercio. De momento, el marco jurídico entre UE-Taiwán incluye la presencia de oficinas de 15 Estados miembros en Taipei y la Cámara de Comercio Europea de Taiwán (ECCT), que representa a las empresas europeas en Taiwán.
Es también muy remarcable el rol que juega el programa European Business and Regulatory Cooperation (EBRC) financiado por la UE. Un marco diseñado específicamente para Taiwán, con el objetivo de mejorar la cooperación regulatoria entre ambas partes y potenciar la visibilidad y proyección de la UE en Taiwán. Se han dado pasos importantes y ojalá ambas partes puedan seguir potenciando esta cooperación para lograr mayor coherencia regulatoria y de ese modo facilitar el comercio bilateral.
A pesar de la singularidad diplomática y jurídica que representa Taiwán, ello no supone ni debería suponer que las relaciones comerciales se limiten. Si vemos la trayectoria de las últimas décadas, el apoyo económico y la confianza de los países europeos hacia Taiwán ha contribuido a que el gobierno taiwanés y su industria haya sido capaz de crear y sostener un desarrollo tecnológico puntero y especializado.
No podemos olvidarnos que el stock acumulado de las inversiones europeas en Taiwán alcanzó el año pasado los 45.000 millones de euros. Y la producción de semiconductores de Taiwán es crucial para las cadenas de suministro globales. Representa casi dos tercios de los ingresos globales de fabricación de semiconductores en el mundo. Pero en el campo de los chips más avanzados y sofisticados tecnológicamente, no son dos tercios, sino el 90%. Esto naturalmente ha conducido a la UE a valorar aún más su asociación con Taiwán, y a ampliar su cooperación y diálogo, a pesar de no haber sido culminado con un Tratado de Libre Comercio.
La UE debe seguir cultivando sus relaciones comerciales con Taiwán, sin olvidar que hay muchas otras áreas comerciales más allá de las tecnológicas que podrían explorarse y desarrollarse mucho más.
(*) Actualmente, Pablo Sanz es Profesor visitante en la Universidad Nacional de Taiwán en el marco del Programa Taiwan Fellowship 2023 del Ministerio de Asuntos Exteriores taiwanés.