Pero claro, no podíamos evitar semi-estropear el éxito por los fallos de “la otra España cañí” del momento. Cierto que son secundarios ante la magnitud de la proeza, porque se quedan en torpezas o anécdotas, pero que no dejan de ser sintomáticas de los males de la España que vivimos. O de lo desubicados que estamos. Primero, y más liviano, lamentamos la falta de clase y “elegancia” de una de nuestras mejores futbolistas, una jayán del equipo, una gran heroína. Debe ser consciente de que ha dado un salto como referente público y de que lo quiera o no, adquiere un papel de ejemplaridad y educativo. En ese sentido sobran gestos soeces en el campo y, sobre todo, ante los medios y medio mundo rebajar su gesta de campeona del mundo a campeona del p… mundo. Eso no ayuda a la marca España. Algo falla en la Educación en España. Segundo, la escena del beso en la boca avasallante y forzado ante las cámaras del mundo de un alto cargo público, el Presidente de la Federación Española de fútbol, con todas sus responsabilidades solemnes, es intolerable, ofensivo para el feminismo, machista, con abuso de poder y falta de respeto, a más de grosero. La peor imagen de España. Algo falla en la Educación democrática en España. Y, finalmente, es triste y repugnante la actitud de determinados medios exponiendo la noticia para resaltar discriminaciones por raza o por territorio o por origen para establecer una jerarquía de méritos en las jugadoras, para romper el maravilloso ejemplo de unión, solidaridad e igualdad de la hazaña. Es miserable, y algo falla en la Educación cívica y patriótica en España.
Dicho lo cual, sin desatender lo mejorable, muchas gracias y enorme enhorabuena al equipo femenino campeón del mundo, al equipo técnico, y también a los marchadores campeones del mundo y a sus técnicos. España unida, jamás sería vencida…sería…