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Algo más que una investidura

Algo más que una investidura
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· Por Miguel Córdoba, economista

miércoles 08 de noviembre de 2023, 09:29h
Podríamos afirmar, parafraseando a Kennedy, que un político no debería pensar en lo que el país puede hacer por él, sino en lo que él puede hacer por el país. No es una premisa indiscutible, pero sí que refleja lo que, al menos en teoría, debería presidir la actuación de un hombre de Estado. Cuando alguien se presenta a presidente del gobierno, se supone que es para hacer lo mejor por el bien común de todos los españoles, a su leal saber y entender. Esa es la teoría, pero luego llegamos a la triste realidad, cuando observamos que Pedro Sánchez parece que sólo piensa en sí mismo y no en lo que, desde su privilegiado puesto, puede hacer por la globalidad del pueblo español. Nos da la impresión de que se ha metido en una trampa de elefantes que amenaza con generar revueltas sociales como no conocíamos desde hace muchos años, mientras que él, presumiendo de coraza paquidérmica, insiste en que es capaz de aguantar lo que sea para conseguir sus fines.

Entiendo que cualquier político debería pensar en para qué está sentado en el sillón donde se toman las principales decisiones públicas que afectan a la comunidad que preside. Pero presumimos que Sánchez no piensa así; su exceso de ego le hace pensar siempre que todo gira a su alrededor, que todo se tiene que subrogar a lo que él decida que es el interés general, aunque no lo sea.

Cualquier político debería ajustarse, salvo cuestiones extraordinarias, a lo ofrecido en su programa electoral. No creo que las notables cesiones que no para de realizar a los independentistas catalanes estuvieran incluidas, ni siquiera en espíritu, en el texto del programa electoral socialista.

Un político debería pensar siempre en gobernar para la globalidad de sus electores, y no crear asimetrías entre ellos, beneficiando a unos y perjudicando indirectamente a otros. Si durante muchos años, incluidos los bonos patrióticos de Artur Mas, los catalanes estuvieron gastando bastante más de lo que ingresaban y ahora su deuda autonómica por habitante triplica, por ejemplo, a la de Castilla-León, lo que no tiene ningún sentido es que se les condone una parte de ella, y pase a ser deuda del Estado, es decir, de todos los españoles, que veremos incrementada nuestra ratio global por esa condonación de 15.000 millones de euros absolutamente injustificada.

Por supuesto, no puedo justificar los escraches de Ferraz o las manifestaciones en las que se ven banderas preconstitucionales. Eso tampoco nos representa a la mayoría silenciosa de los españoles. El problema no es que existan pequeños grupúsculos reaccionarios que chillen mucho; el problema surge cuando los españolitos de a pie nos damos cuenta de que Vd. no nos representa y de que nunca, repito nunca, haríamos el daño que está Vd. haciendo a los principios democráticos constitucionales que marcaron la nueva etapa que se inició en España en 1978.

Hemos pasado del consenso y el respeto a tener que depender de grupos de cinco personas, y no sólo los cinco de Junts, sino también los cinco de Podemos, que son tan radicales como los otros y que, seguro que le van a dar problemas, sino en la investidura, en el lento penar del viacrucis que va a tener Vd. por delante en los próximos meses si consigue la investidura. El otro grupo de cinco, los del PNV, de momento están callados, pero también le esperan con todas las peticiones del mundo que -son más hábiles- le obligarán a incorporar a los Presupuestos Generales del Estado. Le quedan los seis de Bildu, que también están callados y le dan sus votos ¿sin nada a cambio? Probablemente, van a ser los más caros.

La famosa frase novecentista de “Oigo España tu aflicción…”, del escritor Bernardo López García, surge en todo su esplendor en este momento clave para el futuro de España. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX surgieron los movimientos independentistas en nuestro país, de la mano de Sabino Arana y Enrique Prat de la Riba, y desde entonces todo el objetivo de los colectivos vasco y catalán es conseguir el máximo del resto de la nación española, aunque luego nunca se vayan (en el fondo a lo que aspiran es a constituirse en estado libre asociado), porque saben que es debajo del paraguas patrio donde viven mejor y donde más ventajas económicas tienen, ya sea mediante el concierto vasco o mediante las concesiones económicas, como, por ejemplo, la citada rebaja de una deuda de 15.000 millones de euros que, sencillamente, se han gastado los políticos catalanes, parte de ella en asuntos que presuntamente son inconfesables (y encima piden que se les amnistíen los delitos de malversación).

Las transferencias de rentas entre comunidades autónomas o entre grupos sociales no se justifican salvo que sirvan al bien común. Transferir dinero para conseguir un puesto político sencillamente no es decente; igual que no lo es, por ejemplo, repartir cheques entre los que tienen menos ingresos, para conseguir sus votos en las urnas. Es mucho más democrático incentivar a las personas para que se esfuercen en formarse y en trabajar más para conseguir esos recursos que darles dádivas para que se sientan agradecidos. El modelo de subsidios permanentes que tanto le gusta a nuestro presidente nunca funcionará a medio y largo plazo. Pregúntese, Sr. Sánchez, porque el salario medio en España es de 28.000€ anuales, mientras que en otros países europeos se duplica o triplica, cuando todos vivimos en el mismo espacio económico.

Pregúntese también por qué tenemos un déficit crónico en pensiones y en los presupuestos generales del Estado (el peor país de Europa en los últimos quince años) cuando durante su mandato no ha hecho otra cosa que incrementar la presión fiscal y, a pesar de tener récord de ingresos fiscales, continúa teniendo un déficit de 70.000 millones de euros anuales, es decir, cuanto más recauda de los españoles (de las clases medias), más se gasta en “gasto social” (transferido a los mileuristas, presumiblemente el núcleo de sus votantes).

Estamos ante un problema de modelo de Estado, igual que lo estábamos en el siglo XIX o en el primer tercio del siglo XX. Otros países han sufrido de estos problemas a lo largo de la historia y han surgido figuras como Washington en Estados Unidos, Ataturk en Turquía, Collins en Irlanda o Churchill en Gran Bretaña, que dieron sentido al apelativo de hombre de Estado. Creo sinceramente que no es su caso.

Sr. Presidente del gobierno en funciones, tiene Vd. una oportunidad, y probablemente sólo una, de sobrevivir políticamente a este sinsentido en el que nos ha metido, y no es otra que dejar a los cadáveres políticos que labren sus lápidas en Bélgica y pensar en el bien común de todos los españoles, asumir que no tendrá los votos necesarios para la investidura y dejar de ser rehén de quienes no piensan en otra cosa que en volver a hacer de las suyas y provocar otra crisis institucional en cuanto puedan. ¿O es que piensa que esto se acaba aquí, ceda lo que ceda?

Convénzase de que las elecciones en enero son la mejor de las opciones que tiene sobre la mesa el pueblo español, gane quien gane y se gobierne como se gobierne. Su legado está en juego, Sr. Sánchez y, a veces, es mejor acostarse por las noches y dormir como un bendito, que estar en un permanente desasosiego, como le ocurrió antes con el Sr. Iglesias, y ahora le puede pasar con el Sr. Puigdemont. Y si al final decide compartir cama, sólo le puedo recomendar que use algún tipo de protección, porque las noches van a ser duras.

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