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La cumbre Unión Europea – China, la economía se impone a la geopolítica

Beijing, centro neurálgico de la política china de expansión económica que ha creado dependencia tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.
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Beijing, centro neurálgico de la política china de expansión económica que ha creado dependencia tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.

· Cuatro años han transcurrido desde la última cumbre no virtual entre los representantes comunitarios y el Gobierno del gigante asiático, y el clima no es de los más prometedores

martes 05 de diciembre de 2023, 13:24h
Ursula von der Leyden y Charles Michel, presidentes de la Comisión Europea y del Consejo, se desplazaron a Beijing los días 7 y 8 de diciembre como invitados a la vigésimo cuarta reunión entre China y la Unión Europea en un ambiente tenso y poco relajado por los variables equilibrios geopolíticos y los discrepantes intereses de ambos. En 2023 se celebró una reunión virtual semanas después de la invasión rusa en Ucrania. Josep Borrell, jefe de la diplomacia comunitaria, tachó aquel encuentro de “diálogo de sordos”. Trescientos sesenta y cinco días más tarde nada ha cambiado. Sigue la guerra en Europa Oriental y la matanza indiscriminada de Hamás el 7 de octubre ha desatado otra crisis peliaguda en Oriente Medio.

Von der Leyden y Xi Jinping nunca han congeniado, y la Comisión Europea ha presentado varias medidas dirigidas a limitar el flujo de tecnologías sensibles hacia China. También cabe recordar la apertura de una investigación en contra de las subvenciones a la importación de vehículos eléctricos producidos el país asiático. Según fuentes comunitarías “existe la posibilidad de que muy pronto Bruselas imponga restricciones también a la exportaciones de mercancías chinas a Rusia” definidas como “dual use (…), o sea utilizables tanto en ámbito civil como militar”. Los funcionarios interpelados no descartan “la inclusión de tales ordenanzas en el duodécimo paquete”.

Medidas sancionadoras que refuerzan la politización de las relaciones económicas en un contexto geopolítico cada día más inestable, dividido y confuso. Según el investigador transalpino Gabriele Manca, “de momento excluyo que tanto China como la Unión Europea logren pactar una declaración conjunta al finalizar el vértice, un desenlace similar al del año pasado”. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades mencionadas, es necesario que la diplomacia se imponga al ser este foro el más importante para el diálogo bilateral entre los dos actores. La estabilidad global necesita de una plataforma que faculte el debate entre los mandatarios.

Además, las tensiones se han reducido respecto a 2023. China tomó la decisión de aplicar exenciones unilaterales a las principales economías europeas. En Beijing todo se calcula al milímetro sin dejar sitio a las coincidencias, y debe interpretarse como un mensaje de apertura hacia el Viejo Continente. Esto no significa que el gigante asiático considere a Europa como un rival sistémico y no un socio estratégico. Desde Bruselas optan por adoptar estrategias que limiten la vulnerabilidad respecto a Beijíng, y es muy improbable que a corto plazo se reviertan tales dinámicas.

Los intereses diplomáticos, financieros y estratégicos son enormes. Y por estas razones es necesario que se mantenga el diálogo entre economías profundamente conectadas, a pesar de las desconfianzas mutuas. El manifiesto deterioro de las relaciones políticas en el último lustro no se percibe desde la vertiente comercial. Esta misma ha mostrado una inusual resiliencia a pesar del brutal impacto de la pandemia. Según datos de la Cámara de Comercio de Italia en China el intercambio de bienes aumentó el 23% en 2022 y las exportaciones europeas crecieron del 3,1% por una cifra total de 230 mil millones de euros. Asimismo, las importaciones desde el gigante asiático se valoraron en 626 mil millones, un incremento del 32%. Los economistas resaltan el déficit bilateral de la UE, 58% superior a 2021.

Cifras que sin embargo no logran paliar la endémica dependencia de Europa de bienes valorados como estratégicos. Un documento de la Comisión lista 137 productos que la Unión considera indispensables y que dependen de actores externos. Más de la mitad, alrededor del 52%, se fabrican en China. Las cadenas de suministro más afectadas son las del sector farmacéutico – caso el 40% de las importaciones – y de las energías renovables.

La Agencia Internacional de la Energía estima que el gigante asiático controle alrededor del 60% del suministro, un monopolio que logra atenuar la escasez de recursos como el petróleo o el gas naturas. La estrecha relación entre Beijing y Moscú debe interpretarse sobre todo en clave energética. La decisión de Putin de invadir Ucrania ha retrasado el expansionismo del gigante asiático en África y Latinoamérica, pero la dependencia rusa de productos chinos es muy superior a la de Beijing respecto a Moscú.

Datos que echan sal en las heridas por la incapacidad del sistema comunitario de incentivar producciones alternativas como la fotovoltaica o eólica, siendo España uno de los eventuales generadores con mayor potencial. De tal manera que la transición energética tan elogiada por el Ministerio que capitanea Teresa Ribera depende en casi su totalidad de lo fabricado en China. Según datos de 2022 a nivel comunitario alrededor del 96% de paneles solares y 61% de aerogeneradores importados proceden del gigante asiático.

Una dependencia significativa que puede convertirse en un arma potencial en manos de Bruselas. El expansionismo económico chino se encuentra muy anclado en el mercado europeo. El 16% del total de sus exportaciones van directas a países del sistema comunitario, mientras que sólo el 9% de las europeas tienen como destino el país de la gran muralla. Asimismo, Europa es el principal receptor de mercancías chinas relacionadas con la economía sostenible como los vehículos eléctricos. Y la competencia de Washington se está haciendo cada vez más apremiante.

Resumiendo, a pesar de las discrepancias sobre el conflicto en Ucrania y las relaciones con EE.UU., tanto la Unión Europea como China son actores extremadamente interconectados. Por las razones explicadas, ninguno de los dos está preparado para distanciarse económicamente.

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