Sánchez se haya inmerso en un proceso, en toda regla, de Golpe dentro del golpe: en la hoja de ruta de quebrantar la Constitución y pisotear las leyes (actuando fuera de sus supuestos) para salvar el pellejo a quienes ya la quebrantaron, incendiando las calles de Barcelona y agrediendo a las fuerzas del orden. Es una ‘matrioska corrompida’: no una figura que aloja en su interior a otra como símbolo de la creación y la fertilidad, sino que la alberga para justificar y ocultar sus fechorías, como el colaborador de una organización delictiva que ayuda a que el autor material del delito se esconda y no sea cazado ni conducido ante la Justicia: Sánchez y Puigdemont; Puigdemont y Sánchez, como esas personas (por los efectos del alcohol o las sustancias) enganchadas que, si se separan la una de la otra, se derrumban inconscientes.
Si algún día hay Justicia en España, ésta debería recaer sobre quien maquina y promueve cada día un Golpe dentro del golpe. Hace tiempo que Sánchez dejó de ser un cómplice de Puigdemont para convertirse en un colaborador necesario. No hay ya un carácter secundario o disimulado o accesorio o subsidiario en las actuaciones del presidente del gobierno sino un carácter determinante, decisivo, insustituible. Y, lo peor, de manera totalmente consciente: hay un propósito claro y directo en un felón, el de Moncloa, al que sólo un ordenamiento jurídico fuerte, merecedor de tal nombre, podría pararle los pies y llevarle al banquillo. ¿Lo verán algún día nuestros ojos?