Por citar dos ejemplos de las adversidades para lograr un acuerdo, ni Israel puede aceptar un Estado terrorista armado en sus fronteras, ni los palestinos pueden aceptar que no se resuelvan los temas de fronteras y de los asentamientos israelíes. Es decir, luchar por la solución de dos estados que convivan en armonía, luchar por la paz, supone luchar por ir ganando, por los dos lados, las condiciones que lo permitan. ¿Es el reconocimiento unilateral de un Estado Palestino sin definir y dividido trabajar para ello? Desde luego en estos momentos, no. Porque hay una guerra (ya no es una operación de castigo) y porque el 7 de octubre Hamás operó una horripilante y cruel monstruosidad terrorista.
Y si se quiere, también, porque Israel estaría incumpliendo el derecho internacional humanitario según las instituciones internacionales que nos hemos dado todos. En cualquier caso, en este momento en que lo que es menester es acabar o abreviar una guerra entre combatientes radicalizados o fanatizados, inmensamente dolidos y poco sensibilizados a los daños colaterales, tomar partido enérgicamente por la facción que, en opinión de la inmensa mayoría, abrió las hostilidades esta vez de manera obscena y cruel, no creemos que ayude a la paz. Pero lo que agrava las consecuencias para la ciudadanía, a nuestro juicio, es la forma en que se ha realizado, el tono, los discursos, la proyección mediática. El anuncio del reconocimiento del Estado Palestino se ha hecho agresivamente, acusando al Estado de Israel de genocida (lo que va más lejos de lo establecido por el Tribunal Internacional de Justicia) y olvidándose (¿ocultando?) el muy brutal origen terrorista del inicio de este episodio guerrero. Incluso se llega a blanquearlo o justificarlo. El domingo mismo la televisión oficial del Sanchismo (la uno) denominaba Hamas como la milicia armada del movimiento palestino.
Por supuesto, esta actitud que refuerza la inoportunidad del momento (como poco) al convertir un acto diplomático en un apoyo al terrorismo a ojos de muchos, demasiados, llega a su zenit cuando la Vicepresidenta segunda del Gobierno del reino de España retoma para el Gobierno nacional el objetivo y el lema de Hamás: “Palestina será libre desde el río (Jordán) hasta el mar”. Nada, absolutamente nada, puede disimular que ese fucilazo pleno de odiosidad llama a la desaparición del Estado de Israel. Y eso son palabras mayores, propias otrora de una ruptura total de relaciones, como poco, y haciendo inevitable fuertes reacciones del Estado que se siente atacado. Los vínculos de todo tipo que unen, o unían, a España con Israel son amplios, diversos, fundamentales en algunas áreas, por lo que la respuesta de Tel Aviv, a corto plazo reduce, por lo menos, nuestra seguridad y creará problema a nuestro crecimiento económico potencial. Y no hablemos de la respuesta de otros aliados naturales. La Vicepresidenta de marras no ha sido (fulminantemente) cesada. ¿Por qué se ha decidido provocar innecesaria y exageradamente a Israel en este momento?
El Gobierno parece haber olvidado que el objetivo absoluto y único de su política exterior es el bien de los españoles. Y nosotros viviremos en una España mucho más insegura. No les pagamos para eso.