Priorizar esos temas son una buena noticia para los ciudadanos europeo-españoles. Por otra parte sus declaraciones y actitudes parecen indicar que su manera de abordar otra ola de fondo, gestionar el cambio climático, sin restarle importancia, va a tener mejor en cuenta las recaídas sobre sectores sociales, sobre el sector primario y sobre la capacidad de adaptación y a qué ritmo. La introducción de mesura y sensibilidad social en las políticas sectoriales orientadas al medio ambiente es indispensable, así como diferenciar muy bien la necesidad de adaptarse al cambio climático de la necesidad de transitar, a ritmo razonable y sin prejuicios ideológicos, hacia nuevos modelos energéticos.
Son potenciales buenas noticias que, tal vez, podríamos juntar con la imagen de estabilidad y resiliencia que ha dado la UE, al volver a afrontar la gobernación de la UE y sus ciudadanos un quinquenio más sobre un gran acuerdo entre los tradicionales grupos europeístas, desde los verdes hasta los conservadores, y alejados, radicalmente opuestos, a los que quieren desintegrar la UE desde dentro. Y además la Señora Von der Layen ha conseguido más apoyos que en su primer nombramiento, lo que en algo refrenda un apoyo mayoritario al trabajo de la anterior Comisión Europea.
Pero no podemos olvidar que esta situación puede ser efímera y es frágil. Una tarea fundamental de la nueva Comisión es reconocer que los enemigos de la UE, los amigos de la renacionalización de las políticas comunitarias, los defensores de “democracias iliberales” o de volver atrás (al Tratado de Niza por ejemplo) en la construcción europea están consolidados y en una dinámica de crecimiento. La nueva Comisión debe ser consciente de que pueden estar viviendo una suerte de última oportunidad y de que dentro de cinco años la democracia y la UE pueden, sencillamente, desaparecer con el truco de convertirse “en otra cosa” que recuerde malos periodos pasados. La Comisión, con la ayuda del Parlamento y, esperemos , con la lucidez del Consejo Europeo, tiene que tener como prioridad salvar a la UE, a lo conseguido hasta ahora en el proceso de integración, y eso frente a poderosos destructores del exterior…y del interior. Dos ideas personales, por si ayudan. Hay que rechazar el sometimiento al exagerado totalitarismo “woke” que tanta desafección está creando hacia la política y perder el miedo a hablar de una UE a varias velocidades. Pero como diría Kipling, eso es otra historia y para otro día.