El resultado de aquellas guerras que acabaron en 2001 es parecido a la resultante de la ocupación Nazi en 1941, pues, al igual que entonces, tenemos los estados independientes de Croacia, Montenegro y Serbia sin que a Europa le luzca el pelo por ello. Son los costes y consecuencias de la guerra y de las deplorables políticas dubitativas de los momentos conflictivos: en el caso de la UE, nunca se sabe si está con unos o con otros, carece de política propia de Seguridad y Defensa y, lo que es peor, ni siquiera establece un criterio para su Política Exterior.
Las guerras pueden acabar porque alguien las pierde o porque se logra un alto el fuego duradero que permite que se dé por terminada, como ocurrió en las varias guerras de los Balcanes que destruyeron la antigua Yugoslavia. En algunos momentos es confuso el final de una guerra, porque intervienen factores internos como pueda ser una guerra civil, pero hasta nuestra propia guerra civil de España terminó con la victoria de las fuerzas comandadas por Franco, y en la propia antesala de la II Guerra Mundial.
Pero hay muchas razones por las que las guerras puedan finalizar. Las razones pueden ser políticas, militares, económicas, diplomáticas o una combinación de todas ellas.
Tras los resultados de las Elecciones al Parlamento Europeo estamos ante un nuevo marco político en el seno de la Unión Europea que va a requerir la reflexión en torno a las decisiones adoptadas, y también las no adoptadas, por parte de una UE que da la sensación de poca flexibilidad ante situaciones complejas, como es una guerra en pleno continente, y aparentemente muy encorsetada en su propia satisfacción de existir, encantada de haberse conocido y excesivamente burocratizada.
Estos problemas y condicionantes de la Unión Europea son sobradamente conocidos, y no cabe esperar nada bueno de casi ninguna situación que la UE pueda adoptar.
Una de las premisas es la de ser precavido y respetuoso con el carácter propio de cada nación. Acerca de algunos países, podemos no tenerlo tan claro y a veces da la sensación de que los gobiernos suelen atender, igual que las personas, a prejuicios previos muy perniciosos para la resolución de conflictos.
La manera más clara de finalizar una guerra es la victoria militar decisiva de uno de los dos bandos. Tendemos a pensar que la historia la escriben los que ganan las guerras, y no siempre las ganan los buenos. Luego la historia se reescribe. Suele darse por finalizada cuando una de las partes logra una victoria contundente en el campo de batalla, derrotando de manera efectiva a su enemigo y obligándolo a rendirse. En ese momento, o al menos antiguamente, solía “capitularse” y firmarse la “rendición”. La Alemania nazi capituló en mayo de 1945 y la II Guerra Mundial se dio por finalizada.
La Historia nos cuenta que ha habido casos en los que se ha alcanzado un Acuerdo de Paz o Tratado, por el que las partes en conflicto llegan a un acuerdo negociado que pone fin a las hostilidades. Esto puede involucrar concesiones mutuas, intercambio de prisioneros, establecimiento de fronteras o cualquier otro arreglo que satisfaga a ambas partes.
Otra circunstancia puede ser la intervención de una Mediación Internacional por la que Organismos internacionales, como las Naciones Unidas, o terceros países pueden intervenir para mediar en el conflicto y facilitar un acuerdo de paz. Naciones Unidas tiene cada vez un perfil menos útil a la paz mundial, y son pocos los acuerdos que tiene desde 1991. El actual conflicto en Oriente Medio es una buena prueba de su triste ineficacia.
A veces ocurre que un cambio de Régimen o Gobierno precipita el final de una guerra. Un cambio en el liderazgo o gobierno de uno de los países involucrados puede llevar a un cambio en la política y la finalización del conflicto. Esto puede suceder a través de elecciones, golpes de estado, o revoluciones o incluso por el asesinato de uno de los jefes. El intento de asesinato de Adolfo Hitler tenía como objetivo el acelerar el fin de la guerra, aunque muchos magnicidios han dado lugar al estallido de conflictos.
Hay guerras que acaban por el agotamiento de los recursos de una o de ambas partes contendientes. La falta de recursos económicos, militares y humanos puede obligar a las partes en conflicto a poner fin a la guerra. La guerra puede volverse insostenible debido a la destrucción económica y la pérdida de vidas, algo de lo que dio su propia lección la guerra de Vietnam. Para el ex militar e historiador francés Michel Goya, en Ucrania “la línea del frente está bloqueada desde finales de 2022 porque no hay recursos suficientes en ninguno de los dos bandos, en particular potencia de fuego, para esperar poder neutralizar suficientemente las defensas atrincheradas antes de asaltarlas. Siempre será posible, tras mucho tiempo, pérdidas y esfuerzos, lograr algunas victorias locales, como en Bajmut o Avdivka para los rusos, pero no romper la línea del frente. Todo parece indicar, sobre todo gracias al gran volumen de proyectiles de artillería, que no se dispondrá a corto plazo de los recursos necesarios para romper el estancamiento, y probablemente tampoco antes de 2025”.
La presión internacional es otro factor que puede acelerar el fin de una guerra. Las sanciones económicas, los embargos, y otras formas de presión internacional pueden forzar a las partes en conflicto a buscar una solución pacífica, aunque en el caso de la Guerra de Ucrania estos bloqueos y medidas no parecen haber dado sus frutos.
El descontento popular también puede ser un factor a tener en cuenta, y en parte, la retirada de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Robert Strange McNamara, Secretario de Defensa estadounidense entre 1961 y 1968, afirmó que los vietnamitas "mantendrán sus pérdidas a un nivel lo suficientemente bajo como para poder aguantar indefinidamente; pero lo suficientemente alto para tentarnos a aumentar nuestras fuerzas hasta el extremo de que la opinión pública estadounidense rechace la guerra". Efectivamente, las guerras deben ser rápidas, pero eso casi nunca ocurre. El cansancio y el descontento de la población civil debido a las pérdidas humanas, la destrucción y la crisis económica pueden llevar a una presión interna significativa para poner fin a la guerra. Es el final del conflicto por agotamiento.
Los militares de todos los ejércitos del mundo saben que cuando se entra en combate es porque otras estrategias previas han fracasado. Nadie quiere ir a la guerra, y el símil es parecido al de las fuerzas antidisturbios de las Policías: cuando tienen que intervenir es porque su poder de disuasión no ha sido efectivo en la fase anterior. Una vez que se interviene, ya nadie sabe cómo podrá acabar la cosa.
El equilibrio de poder es otro factor a tener en cuenta, porque las partes alcanzan un punto muerto en el que ninguna puede obtener una victoria decisiva, llevando a una situación donde el conflicto se estanca y las negociaciones se vuelven una opción más atractiva.
Una intervención externa o de una tercera parte militarmente fuerte puede forzar la finalización del conflicto, ya sea apoyando a una de las partes o imponiendo la paz a través de la fuerza, así como el cambio en las circunstancias internacionales como son los factores globales, como cambios en las alianzas internacionales, conflictos en otras regiones, o cambios en las políticas de grandes potencias, pueden influir en el fin de una guerra.
Cada conflicto es único y puede terminar por una combinación de estos factores. Las dinámicas internas y externas del conflicto, así como la voluntad de las partes para negociar y comprometerse, juegan un papel crucial en el proceso de finalizar una guerra, así como los liderazgos de los miembros que integran cada parte del conflicto, como son políticos o militares.
La duración y el final de la guerra en Ucrania son difíciles de predecir debido a la complejidad de los factores involucrados, que incluyen intereses geopolíticos, económicos y militares de múltiples actores. La guerra de Ucrania, que comenzó con la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, ha continuado sin una resolución clara a la vista.
Los intentos de negociaciones y acuerdos de paz han sido complicados y, en varios casos, infructuosos. Las sanciones internacionales contra Rusia, el apoyo militar y financiero a Ucrania por parte de varios países, así como las acciones en el campo de batalla, influyen en el curso y la duración del conflicto, sin que los desenlaces sean previsibles: ningún jefe militar occidental puede verificar un deterioro profundo en la entrega de Rusia a esta guerra que, con vaivenes, se ha venido manteniendo en favor de este país frente a Ucrania, donde los apoyos externos son inseguros e intermitentes.
Para Ann Dailey, investigadora en políticas públicas de Rand Corporation, “si el Congreso estadounidense no proporciona ayuda adicional a Ucrania, o si Donald Trump es reelegido en noviembre, es probable que el apoyo estadounidense a Ucrania disminuya significativamente”.
Rusia ha empleado varias estrategias y tácticas para ganar tiempo en la guerra de Ucrania. Estas acciones buscan consolidar su posición, desgastar a las fuerzas ucranianas -y de los aliados de la OTAN- y gestionar las presiones internas y externas.
Algunas de estas tácticas han incluido:
Negociaciones y conversaciones de Paz: Rusia ha participado en varias rondas de negociaciones y conversaciones de paz, aunque a menudo sin comprometerse a acuerdos significativos. Estas negociaciones han servido para reducir la presión internacional y dar la apariencia de estar dispuesta a dialogar, mientras continúa sus operaciones militares.
Reagrupamiento y reorganización Militar: Tras los reveses iniciales, las fuerzas rusas han utilizado el tiempo para reagruparse, reorganizarse y reforzar sus líneas defensivas. Esto incluye el repliegue estratégico de tropas para consolidar posiciones en áreas clave y reforzar las defensas en los territorios ocupados.
Uso de tácticas de desgaste: Rusia ha adoptado una estrategia de desgaste, llevando a cabo ataques prolongados y sostenidos para agotar las fuerzas ucranianas y sus recursos. Esto incluye bombardeos continuos, ataques a infraestructuras críticas y el mantenimiento de frentes activos para mantener a Ucrania bajo constante presión. La desinformación en Occidente ha sido parte crucial en esta guerra.
Movilización y reclutamiento de reservistas: Rusia ha llevado a cabo una movilización parcial para aumentar sus efectivos en el frente. El reclutamiento de reservistas y la incorporación de nuevos soldados han permitido mantener y aumentar la presencia militar rusa en Ucrania.
Control de territorios estratégicos: La captura y el control de territorios estratégicos, como ciudades clave y rutas logísticas, han permitido a Rusia consolidar su control en áreas importantes, dificultando las operaciones ucranianas y creando zonas de defensa más fáciles de mantener, especialmente las de mayor concentración de población rusa, de origen ruso o rusófila.
Campañas de desinformación y propaganda: Rusia ha utilizado campañas de desinformación y propaganda para influir en la percepción pública tanto interna como externamente. Esto incluye la promoción de narrativas favorables a sus acciones y la deslegitimación del gobierno ucraniano y sus aliados, que han sido puestas en marcha tanto en Ucrania como en diversos países de la Unión Europea.
Apoyo de aliados y redes internacionales: Rusia ha buscado apoyo de aliados internacionales y ha utilizado redes de influencia global para suavizar las sanciones y conseguir recursos. El apoyo de países como China e Irán, en términos de comercio y recursos, ha ayudado a mitigar algunos de los efectos de las sanciones occidentales a la vez que han “recolocado” a estos países frente a Occidente, lo que en el caso de China ha sido muy perjudicial para algunos intereses de los aliados de la UE y la OTAN.
Manipulación de la energía y recursos: Rusia ha utilizado su posición como uno de los principales proveedores de energía (petróleo y gas) para Europa como una herramienta de presión. Las amenazas y los cortes de suministro han buscado generar divisiones y debilitar el apoyo europeo a Ucrania. Países como Hungría disfrutan aún del gas ruso y el riesgo de “corte” no es asumible por el gobierno de Orban.
Fortalecimiento de la defensa en territorios ocupados: En las áreas ocupadas, Rusia ha trabajado en fortalecer sus defensas, construir fortificaciones y establecer gobiernos locales títeres, creando una mayor dificultad para que Ucrania pueda recuperar esos territorios rápidamente.
Influencia en la política internacional: Rusia ha intentado influir en la política internacional para crear divisiones en la coalición de apoyo a Ucrania. Esto incluye esfuerzos diplomáticos para atraer a países neutrales o indecisos y socavar el consenso en organizaciones internacionales como la ONU, cuyo papel es absolutamente ridículo en la resolución del conflicto, y de muchos otros.
Estas tácticas han permitido a Rusia gestionar el conflicto a su favor en varios aspectos, aunque la guerra sigue siendo un desafío complejo y dinámico con resultados inciertos a largo plazo. La escasa flexbilidad del bloque Occidental, demasiado sujeto a los controles parlamentarios y de alianzas políticas, no permiten ajustarse a los tiempos difíciles de las crisis provocadas por las guerras, como es el caso.
Sobre la mesa corre el rumor de que hay un borrador de acuerdo de finalización de las hostilidades. Se trataría de un “plan de paz” o un “plan de alto el fuego” que contaría ya con el favor tanto de Rusia como de los Estados Unidos. Este “plan” tendría como elementos principales los que enumeramos a continuación:
- El territorio de lo que era hasta ahora Ucrania quedaría dividido en dos partes. Se estabilizaría una parte que ha quedado bajo control de Rusia desde el Donbass y el Donetsk y que discurriría hacia abajo hasta Zaporozhye y Jersón, y que incluiría también Crimea. Esta parte quedaría bajo control ruso, incluyendo el Mar de Azov. Una frontera podría ser la estabilizada en la última parte del Río Dniéper, que desemboca en Jersón.
- El territorio restante sería la República de Ucrania.
- En este diseño sobra la figura de Volodimir Zelensi, para muchos analistas amortizada ya por la guerra.
- Es probable que tuviese que irse a unas Elecciones Parlamentarias y elección de un nuevo Presidente en plazos coincidentes con la estabilización interna y las labores de reconstrucción estén encaminadas. Estas eleciones serían aceptadas tanto por los aliados de Estados Unidos y la OTAN, incluyendo la Unión Europea, como por Rusia y sus aliados.
- La Unión Europea y Estados Unidos cooperarían en la reconstrucción de la República de Ucrania, aportando recursos financieros y orientando la estabilización económica y política.
Este acuerdo no contaría, lógicamente, con el placet de Zelenski ni de su gobierno, pues sería asumir una derrota parcial, una pérdida de territorio y el final de Zelenski, que probablemente se resistiría a dejar la Presidencia de Ucrania.
Para un pronóstico más preciso, sería necesario un análisis continuo de la evolución en el terreno, las decisiones políticas de las partes involucradas y los esfuerzos diplomáticos internacionales. La historia reciente de conflictos similares sugiere que una resolución podría tomar años y dependerá de numerosos factores, algunos de los cuales son impredecibles.
Pero hay una serie de componentes acerca de Rusia sobre el que conviene meditar, si queremos explorar cómo se an a suceder los acontecimientos en el inmediato futuro. Por una parte, Ucrania se mantiene prácticamente solo por la ayuda exterior. Esta no es realmente una guerra entre Rusia y Ucrania, sino entre Rusia y los aliados de la OTAN. Una clave para saber cuánto puede durar esto, está precisamente en el grado de cohesión de la alianza Atlántica. En Rusia, sus dirigentes se están preparando para un conflicto prolongado con Occidente y ven la guerra con Ucrania como el primer paso. La militarización de la vida social y económica en Rusia refuerza aún más el centro del poder presidencial, algo que, de momento, no ha provocado disturbios sociales ni contestación social o de opinión.
Los expertos creen que Rusia dispone de recursos suficientes para continuar con su guerra en Ucrania durante al menos dos o tres años más, algo que nos podría llevar a los umbrales de 2027. En los últimos meses, Rusia ha tomado una serie de decisiones que indican que se está preparando para un esfuerzo bélico prolongado, y en comparación con el año 2023 el gasto militar oficial ha aumentado más de un 60% y representará hasta un tercio del presupuesto de este año 2024, lo que equivale a más del 7% del PIB ruso,más de cuatro veces más de lo que gasta un país como España.
Y los analistas creen que Rusia podrá incluso aumentar esa capacidad de gasto militar en el futuro inmediato si es necesario y dedicar una buena parte de la economía y la industria a reforzar sus capacidades militares. En Rusia no se debaten los gastos militares como en Occidente, y Putin tiene en esto una ventaja sobre los países de la OTAN, que tienen que estarse justificando permanentemente antes los grupos políticos, muchos de ellos insignificantes o separatistas, que apoyan los Parlamentos o los Gobiernos. En Rusia esos impedimentos parlamentarios no existen.
Como consecuencia del aumento del gasto, las empresas armamentísticas rusas están ampliando sus líneas de producción y aumentando el empleo, con trabajadores que hacen horas extras. Las lagunas en la producción debidas a la escasez de mano de obra están siendo cubiertas por Rusia con suministros de armas procedentes del extranjero, de países como Irán o Corea del Norte, que proporciona munición . Rusia cuenta además con una mayor capacidad para atraer reclutas, y las autoridades ucranianas aún no han llevado a cabo una movilización general, sus nuevos soldados requieren formación y capacidades, y Putin cuenta con una clara ventaja en el frente.
Para Olivier Schmitt, Profesor de ciencias políticas en el Center for War Studies de la Universidad de Dinamarca del Sur, "el conflicto se encuentra actualmente en una fase de «falso llano» en la que los dos adversarios están en proceso de reponer sus reservas estratégicas de aquí a finales de 2024 con la esperanza de llegar a una decisión en 2025 o 2026. Rusia confía en el establecimiento de una economía de guerra caracterizada por un elevado gasto militar (y público) para apoyar el crecimiento económico, y el apoyo material”. Se ha convertido en una guerra de desgaste, que ha entrado en una fase de “falso llano” en la que ninguno de los dos adversarios está realmente en condiciones de ganar una guerra al estilo clásico de la derrota total.
Es por ello que debemos apreciar más la capacidad de resistencia de ambos contendientes, donde Rusia parece que sale ganando en ese análisis. Una etapa clara serán las elecciones presidenciales de Estados Unidos, y ambos bandos van a espera al resultado para tener seguridad acerca de si se desbloquean los 61 mil millones de dólares de apoyo militar a Ucrania en 2024, que dependerán de una decisión del Congreso estadounidense.
Por tanto, hasta principios de 2025 no tendremos nada claro, la situación permanecerá estancada como hasta ahora, en un punto de menor presión militar, pero manteniendo las espadas en alto. Y es este un tempo que perjudica lógicamente los intereses de Ucrania y sus aliados, porque le otorga a Rusia una mayor capacidad de reponerse y rearmarse, de planificar la dirección hacia la que quiere llevar el conflicto en un momento en el que todos los expertos y analistas coinciden en que el balance de la guerra en su tercer año es parcialmente favorable a Rusia.
Probablemente 2025 será el año del “despliegue diplomático” discreto y por debajo de la mesa para alcanzar los acuerdos necesarios con Rusia en el mantenimiento de un “rebus sic stantibus” en el que Rusia desplegará, y asustará a sus adversarios occidentales, unas reforzadas capacidades militares que nos llevarán al menos hasta finales de 2026 en la búsqueda de la tan deseada solución final al conflicto de Ucrania.