Hace unos días, cuando apareció tranquilamente con su tierno gato en su refugio o escondite de Waterloo, quiso enviar un mensaje muy claro para todo aquel que lo quiera entender: la opereta continúa, por eso de que estos agradables felinos tienen siete vidas en el imaginario popular y también, por qué no decirlo, continuó su permanente performance aludiendo a que, en el idioma de Shakespeare, gato se escribe cat, la abreviatura del inviable Estado que quiere crear e impulsar, en una época donde los países tienden a agruparse en organizaciones supranacionales, como la Unión Europea o la OTAN, para sobrevivir en un siempre complicado orden internacional.
Sería oportuno que Carles Puigdemont no tiente demasiado a la suerte porque las vidas se agotan y no se puede pretender estar en el candelero indefinidamente con consignas imposibles y absurdas que sólo alimentan el ego de quién las profiere y de unos pocos palmeros. El molt honorable ex president, en mi opinión, ya ha tenido la oportunidad de vivir siete episodios de gran intensidad:
1.- El referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. Organizó una consulta “popular” con unas urnas escondidas traídas del extranjero sin homologación alguna, un censo inexistente y sin actas de la votación. Un espectáculo más parecido al que estamos asistiendo en la Venezuela de Maduro que a los mínimos estándares de una democracia occidental avanzada.
2.- La declaración de la independencia de Cataluña del 27 de octubre de 2017. Una declaración unilateral, sin reconocimiento internacional de ningún tipo, que duró solo unos segundos y que propició, por primera vez en la historia, la aplicación del artículo 155 de la Constitución de España.
3.- La primera huida de España. Mientras otros dirigentes pagaron con la cárcel el hecho de defender la dignidad de sus ideas, Carles Puigdemont esquivó la Justicia en el Estado de Bélgica, donde las disputas entre valones y flamencos hacen de él uno de los más peculiares de Europa en cuanto a su funcionamiento. Según mi parecer, no obstante, la pena de prisión es improcedente y poco efectiva para estos supuestos ya que hace mártires a los independentistas y es excesivo coartar la libertad a alguien por sus ideas, por más equivocadas o trasnochadas que sean. Sería más conveniente una pena de prolongada inhabilitación para ejercer cargos públicos o aquellas que menoscaben el patrimonio personal, por eso de que para los catalanes “la pela es la pela”.
4.- Su elección como eurodiputado en 2019. Fue elegido representante español en el parlamento de Bruselas obteniendo una importante inmunidad que le hizo sortear con éxito todas las órdenes de detención dictadas contra él. Cabe recalcar, en este contexto, que la Justicia española protagonizó un rocambolesco ridículo en Bélgica, Alemania, Francia e Italia del que no hecho ninguna autocrítica hasta la fecha y sólo es imputable a ella su accionar, a juzgar por la calidad de los escritos presentadas y la oportunidad procesal al hacerlos que condujeron a un estrepitoso fracaso.
5.- Las elecciones generales de 2023. Cuando parecía estar condenado al más vulgar ostracismo, Carles Puigdemont y sus siete votos se convirtieron en imprescindibles para la endeble y frágil mayoría parlamentaria de Pedro Sánchez, que no dudo ni un minuto es convertirlo en su socio de gobierno. Yolanda Díaz y Santos Cerdán se encargaron de hacer el trabajo sucio y blanquearlo sin aspavientos.
6.- La Ley de Amnistía. Fruto de estos espurios pactos, Pedro Sánchez cambió por enésima vez de postura y aprobó una normativa que, si bien considero que sí es constitucional, atenta considerablemente contra la igualdad de los españoles ante la ley. Lo normal sería, si la Justicia fuera más barata y accesible, una avalancha de recursos ante el Tribunal Constitucional porque es un peligroso agravio comparativo para quienes sí cumplimos las diferentes normativas existentes.
7.- La segunda huida de España. Después de avisar hasta la saciedad que volvería a España y de encabezar con luz y taquígrafos un mitin en el centro de Barcelona, huyó por segunda vez ante un dispositivo de más de seiscientos efectivos de la policía autonómica catalana, dejando la imagen de los Mossos d’Esquadrapor los suelos.
¿El destino le deparará vivir más vidas? Nadie lo sabe, pero mientras tanto que continúe el espectáculo, que estamos en verano y, al menos, las andanzas de Carles Puigdemont entretienen y engrandecen su leyenda literaria y sepultan su legado político, si es que alguna vez existió tal legado.