Según los expertos Riccardo Redaelli, Magnsu Ranstorp y Beatrice de Graaf trátense de los enfrentamientos más violentos y sangrientos desde 2017. Las facciones rebeldes, entre las cuales despunta la citada HTS, han apresado una quincena de pueblos y ambicionan conquistar Alepo, la segunda ciudad del país. Basándonos en información de la catarí Al Jazeera, decenas de combatientes habrían logrado instalarse en algunas barriadas de la gran urbe siria. Además, los levantiscos controlarían el tránsito por la M5, trascendental arteria que conecta la ciudad con Damasco abriendo de tal manera un segundo frente en la parte oriental del país. Una zona controlada por militares rusos y con presencia iraní.
La escalada bélica tiene lugar en un momento de creciente inestabilidad regional y 48 horas después de que Israel aceptara interrumpir momentáneamente su despliegue castrense en el Líbano. Algunos medios informativos especializados en Oriente Medio notifican el fallecimiento de Kioumars Pourhashemi, alto mando de la Guardia Revolucionaria Islámica y persona de confianza del mismo al-Assad en Alepo.
Lo ocurrido en las últimas horas demuestra como la paz en un territorio devastado por la guerra civil era una ensoñación. Los rescoldos del conflicto seguían ardiendo bajo las cenizas y los edificios destrozados por la aviación rusa. Alrededor de quinientos mil personas han fallecido desde 2011, cuando el presidente decidió reprimir violentamente a los manifestantes que reivindicaban mayores cotas democráticas. El mismo Vladimir Putin, aliado incondicional de la familia Assad, se involucró en 2020 en las negociaciones con Ankara cómplice la buena relación que mantiene con Recep Erdogan.
Actualmente Idlib representa el último bastión controlado por las fuerzas opositoras. Allí residen cuatro millones de personas, muchas de ellas desplazadas en campos de refugiados y que no reciben ninguna ayuda estatal. El enclave se encuentra bajo el férreo control de HTS y otras facciones apadrinadas por Ankara. En las últimas semanas han ido aflorando tensiones latentes como denunció Geir Pedersen, enviado especial de la ONU para Siria, a finales de octubre. Ante el Consejo de Seguridad el funcionario advirtió de que “la violencia regional en la zona es alarmante y sólo puede empeorar con graves implicaciones para la seguridad y la estabilidad de todo Oriente Próximo (…). Siria requiere nuestra atención”.
El efecto mariposa no tiene fin. Desde el inicio del conflicto entre Israel y Hezbolá alrededor de 425 mil personas según el International Center for Counter Terrosim (ICCT), mayoritariamente sirios, han cruzado la frontera para salvaguardarse de los ataques aéreos y los blindados. Flujos que agravan la de por sí complicada situación humanitaria en Siria donde escasean los servicios esenciales y bienes de primera necesidad como agua potable y combustible. Israel mismo ha bombardeado la zona colindante desde el 7 de octubre de 2023 demoliendo infraestructuras y centros urbanos de Damasco.
El gobierno de Benjamín Netanyahu justifica las operaciones alegando que los objetivos eran infraestructuras de Hezbolá. Cabe recordar que durante la guerra civil la organización chiita aseguró la continuidad de la presidencia de al-Assad custodiando las rutas armamentísticas desde Irán. En las horas previas al ceasefire la aviación israelí destruyó varias zonas de tránsito entre Líbano y Siria. En un acertado editorial el Jerusalem Post precisaba que el líder del Likud “no quiere permitir el abastecimiento de Teherán” a sus aliados.
Los mencionados analistas sostienen que los rebeldes habrían optado por recrudecer los enfrentamientos aprovechando la debilidad coyuntural del Partido de Dios. Los asesinatos selectivos – Hassan Nasrallah y su círculo de confianza fueron bombardeados en Beirut - y la avanzada castrense de Israel en la franja norte han mermado la capacidad operativa del principal aliado de Irán en la zona. El Kremlin ha reaccionado de inmediato, pero el grueso de su ejército se despliega en el frente ucraniano. En Damasco cunde el pesimismo ante similar retraimiento operativo.
Factores que habrían convencido a los opositores a reactivarse y lanzar una ofensiva difícilmente esperada. Resulta complicado realizar vaticinios a corto plazo. Rusia sigue teniendo una significativa presencia en Siria y tanto al-Assad como Hezbolá disponen de la logística para organizar una contraofensiva. La única certidumbre es el empeoramiento del revoltijo geopolítico.
Únicamente Iraq parece garantizar una cierta estabilidad política, como subrayaba su primer ministroMohammad Shia Al Sudani en la visita oficial a España de finales de noviembre. Pero el aterrizaje de los nuevos equipos de Operaciones Especiales de las Fuerzas Armadas Españolas en Bagdad, integrados en la Coalición Internacional contra el Daesh, nos recuerda la importancia de toda acción preventiva.