Y ahí radica su magia, al no conocer de derechos de propiedad, no son de nadie. En todo caso se tienen a título particular de censuario temporal y tras pagar puntual el canon sin necesidad de levantamiento de acta notarial se redimen en vida, por eso se disfrutan mayormente solo de paso por quienes nacieron señalados con la marca en su piel de un callejón sin salida, y paradójicamente ocurre en su beneficio por haberse acostumbrado y por haber aprendido de su torcida suerte, lo que finalmente hace que les cueste pensar más allá del ahora mismo.
Si alguien te dice, y tú te lo crees, que para proporcionártelos de momento aparta los suyos y va a salir a buscar para ti todo lo que necesitas para hacerlos realidad, para no impacientarte y que te desborde la exasperación más te vale que no te límites a sentarte a esperar y sin perder tiempo salgas a buscar la paciencia que te permita aguantar, mientras sigues sin actuar, una dilación que seguro te parecerá, porque lo será, una eternidad.
Como las bicicletas, los sueños son para el verano, cuando la luz en las tardes agradablemente se demora; y cuando se acaba la originalidad en los primeros [los sueños], y se apartan por sí solos del todo y para siempre los velocípedos, junto con ellos se termina de forma perenne y sin posibilidad de reversión la deliciosa juvenil ingenuidad de nuestros estíos.
A veces con el sueño se tiene a modo de descubrimiento una sanadora revelación, por eso creo precisamente que fue por haber dulcemente soñado con el silencio, que como compañía para bien emplear el rato y no malgastarlo, prefiero a quien de forma sincera se esfuerza para decir algo y calla porque no encuentra nada que decir, a quien dice demasiado, a menudo incluso hasta lo que sobra, sin haberse esforzado nada.
Hay sueños que liberan y sueños que atan. Y no siempre son fáciles de distinguir. Para mí los mejores, por la paz que experimento al despertar son aquellos donde, siguiendo las mías propias, rompo en mil pedazos las reglas comunes y públicas que en mi opinión no deberían existir.
Todavía no les he encontrado a muchos de los que me asaltan una razón ni claro hilo conductor, y tengo últimamente de forma reiterada uno sobre el que estoy intentando distinguir cómo etiquetarlo, y donde ocurre que un interesado, uno de esos que todos conocemos porque solo se acuerda de ti cuando necesita algo, que con amplia sonrisa y voz sonora me dice: hombre por fin, no esperaba encontrarte aquí, estás igual, tú no cambias, dichosos los ojos, al parecer no estás nunca localizado ¿No tienes móvil? Y más baja adrede dos decibelios que la suya, con sonrisa ladeada acompañada de torva mirada, le respondo, dispongo de uno muy vistoso, es de esos de última generación con todas las aplicaciones que existen en el mercado, pero solo lo tengo para llevarlo encima cuando estoy en sitios donde me consta que no hay ni se espera que haya cobertura.