Sánchez y su cuadrilla, incluidos sus lacayos más ásperos e indoctos o la andaluza Montero (tan ufanamente verdulera ella), van camino de perpetuarse precisamente sin olvidar esa línea de ‘trabajo’: la creación de redes clientelares y de estructuras públicas casi completamente entregadas a enchufar a individuos ineptos (y casos aún peores, difíciles de calificar).
Es de auténtica traca (de cárcel, en realidad), la situación creada en el Ineco (la oficina de Jésica), en la que el 43% de los contratados en la época de la ‘sobrina’ de Ábalos no tuvo rival. En concreto, y según ha trascendido, entre el 1 de enero y el 31 de mayo de 2019, el semestre en el que fue contratada la joven ‘de catálogo’, esta estructura sobre la que pende de lleno la sombra tumefacta del robo al contribuyente fichó a 39 personas, aunque 17 pasaron el filtro como candidatos únicos: el 43% del total. Tenían cualidades especiales y únicas, por lo visto.
Ya se sabe que el juez que investiga a Ábalos por haber recibido presuntamente contrapartidas económicas requirió información a INECO después de que su ‘sobrina’ asumiera en su declaración judicial que había sido contratada por influencia del exministro y que cobró sin ir a trabajar.
Y lo peor es que no. No es una manzana podrida. No es un caso aislado. No es el resultado de la “relación particular” con el ‘afortunado’ Ábalos. Es el mecanismo inherente a los engranajes socialistas cuando ‘toman el poder’. De un modo u otro, antes o después, de forma masiva y abrumadora, colonizan las estructuras públicas despilfarrando el dinero del ciudadano, expoliando las arcas de todos, saqueando por aquí y por allá cuantos reductos tienen, teórica y originariamente como fin, cumplir con fines de servicio público.
Son irreductibles. Son imparables. Veremos en qué termina el ‘caso Ábalos’, que es el ‘caso Koldo’, que es el ‘caso Ineco’, que es el ‘caso Sánchez’. Pero una cosa está clara: en su proceder y su avaricia inicua sólo les frena la cárcel. Y ya casi en una regla implacable (con Pumpido en el torcido Tribunal Constitucional) ni eso. Mucho tiene que espabilar la oposición para hacer que quienes se orinan sobre los cimientos de la maltrecha democracia española lo paguen, también, en las urnas.