Según el,
comparador de préstamos HelpMyCash.com “las razones para que un banco deniegue una solicitud de crédito son muchas y dependerá de los criterios que aplique cada entidad; sin embargo, aspectos como el historial crediticio, la capacidad de generar ingresos y los ahorros son clave a la hora de conceder financiación”. He aquí siete razones que pueden influir negativamente en la decisión del banco:
1. Falta de relación con la entidadSi no hay una relación previa con la entidad, será más difícil que nos abra las puertas del crédito. Por lo general, los bancos están más predispuestos a prestar a aquellos clientes con los ya tienen una relación anterior (en algunas entidades es requisito indispensable) que a un cliente al que no conocen de nada. Así que si necesitamos liquidez, no está de más preguntar primero a nuestra entidad habitual. Si somos buenos clientes y nos quieren retener, quizá nos ofrezcan alguna oferta interesante.
2. Demasiado joven o demasiado mayorAunque no lo parezca, la edad del solicitante influye en la solicitud. Ser demasiado joven o superar cierta edad puede ser sinónimo de rechazo a la hora de solicitar financiación. Por lo general, los bancos suelen tener reparos en prestar a los más jóvenes, ya que el riesgo es mayor debido a su posible falta de experiencia y la inestabilidad del mercado laboral; por otra parte, los mayores también lo tienen más difícil, ya que la cercanía de la jubilación, en la que los ingresos se reducen, y un presumible aumento de los problemas de salud suelen echar para atrás a las entidades de crédito.
3. Inestabilidad laboral e ingresos esporádicosSi no tenemos una situación laboral que presuponga que podremos generar los ingresos adecuados para hacer frente al crédito, difícilmente conseguiremos un préstamo del banco. Un contrato indefinido, un mínimo de tiempo en la misma empresa y unos ingresos acordes al préstamo que queremos solicitar serán valorados positivamente por el banco. Por el contrario, una situación laboral inestable y unos ingresos esporádicos o demasiado bajos en relación a la cuota del préstamo es probable que ahuyenten a la entidad.
4. Sin ahorros a la vistaLos bancos valoran la capacidad de ahorro de los prestatarios. Además de ser sinónimo, por lo general, de una buena planificación financiera y de que los gastos no superan los ingresos, tener ahorros nos permite disponer de un “cojín” para que, en caso de que nuestra situación cambie, poder hacer frente a las letras del préstamo.
5. Nivel de endeudamiento elevadoLos expertos recomiendan no dedicar más del 35 % de nuestros ingresos a satisfacer deudas. Esto significa que si ganamos 1.000 euros mensuales, no deberíamos dedicar más de 350 euros a abonar las cuotas del préstamo. Menos aún si ya tenemos otras deudas vigentes. Estar sobreendeudados influenciará negativamente nuestra solicitud. Los bancos pueden consultar la base de datos del CIRBE para saber qué préstamos tenemos vigentes y valorar así nuestro nivel de endeudamiento.
6. Historial de impagos Los bancos no quieren entre su base de clientes a los malos pagadores. Antes de aprobar cualquier solicitud, el banco revisará si nuestro nombre está en Asnef, el registro de morosos más conocido de España. Si aparecemos en “la lista negra”, ya podemos despedirnos, la repuesta a nuestra solicitud será “no”. ¿Y si la razón es una deuda de 50 euros que no reconocemos con una compañía que no tiene nada que ver con el sector bancario? Lo más probable es que la respuesta siga siendo “no”. En cualquier caso, son muchas las financieras privadas que conceden
préstamos con Asnef para clientes con impagos a sus espaldas.
7. Ausencia de garantías ¿No tenemos avalista? ¿Ningún inmueble en propiedad para poner como garantía? La falta de avales o garantías pueden dificultar el acceso al crédito; no obstante, no es una razón determinante para que nos digan que no. De hecho, los préstamos personales se diferencian de los hipotecarios porque no hay un bien concreto sobre el cual el banco pueda ejercer su derecho en caso de impago, sino que el titular responde con sus bienes presentes y futuros, sin establecer nada en concreto.