España sí sufre de una intolerable violencia

Se puede argumentar que la violencia cruenta en España no ha llegado a niveles que sí ha alcanzado en otros lugares (chalecos amarillos, mal comparado, Hong Kong, reyertas racistas en USA, Méjico, etc…) y que es aún muy controlable, y, con la verdad por delante, así lo creemos. Otra cosa es que el Gobierno no quiera poner la carne en el asador. Y esa violencia cruenta sí puede considerarse básicamente circunscrita a la región hispano catalana.

Pero España entera sí se enfrenta a un problema odioso de violencia, mucho más permanente, insidiosa, brutal e intensa, anti-democrática y mucho más destructiva. Hablamos de la violencia moral, psíquica e intimidatoria. Esa lleva decenios instalada en varias regiones de España, y creciendo. Y afecta a todos los ciudadanos de España.

¿Algunos ejemplos? Hay tantos….. Desde no poder una niña pintar la bandera de su Patria en un colegio hasta incumplir sistemáticamente las sentencias de los más altos tribunales. O un juez del Supremo obligado a abandonar su residencia por intimidación, o miles de profesores obligados a cambiar su residencia por no conocer un idioma regional… o de vascos por intimidación y amedrentamiento insoportable. Un final ejemplo muy reciente: ¡que la máxima representación del Estado en una región se ponga al frente de cortes de carreteras que atenta contra derechos civiles de los españoles! ¡Teniendo la responsabilidad directa de protegerlas! Por supuesto estos hechos que nos violentan, que violentan al bien común, ven acrecentada su virulencia por la lenidad y/o complicidad de los Gobiernos de España.

Esta violencia, largamente desarrollada y estudiada en Sociología, en Historia, en ámbitos jurídicos y en literatura (Orwell) es terriblemente destructiva y perversa para el bien común en democracia. Una consecuencia evidente, y terrible, verbigracia, de esta violencia moral, es que en un par de regiones españolas, por ahora, no se dan las condiciones para celebrar elecciones democráticas. La verdad es la verdad, lo diga Agamenón o su porquero.

Nos parece de una importancia crucial para el devenir de los ciudadanos, sobre todo de los demócratas, ser conscientes de esa intolerable violencia moral e intimidatoria y de la urgente necesidad, vital necesidad, de combatirla hasta arramblarla. Pero, como apunte final, hemos de advertir que la violencia morbosa, la cruenta, sí se puede domeñar en poco tiempo, con las fuerzas de seguridad. Acabar con la violencia opresiva, intimidatoria, orwelliana, durará un par de generaciones. Y necesita que España deje de ser una democracia semi-fallida por ausencia de Estado de Derecho.