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30 ANIVERSARIO DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN

Que treinta años no es nada
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Que treinta años no es nada

· Por Ruth Ferrero-Turrión

By Ruth Ferrero Turrión
sábado 09 de noviembre de 2019, 09:07h

El próximo 9 de noviembre se cumplen treinta años de la caída del muro de Berlín. Parece que no fue hace tanto, y sin embargo, es casi media vida. Se ponía fin a la Guerra Fría y comenzaba la desarticulación de los regímenes de tipo soviético que habían gobernado la mitad del continente europeo durante casi medio siglo. La caída del muro, la desintegración de la URSS y de Yugoslavia simbolizaron el fin de una era y el comienzo de otra que se auguraba más próspera tras haber vencido la libertad a los totalitarismos. Todo empezó con un error. El error de un portavoz del gobierno de la República Democrática Alemana ante la pregunta de un periodista. Una paradoja de un régimen que ya se encontraba en descomposición y que había dado muestras de agotamiento durante muchos años antes de que esto sucediera. Fue también un error levantar un muro de separación en medio de la ciudad para evitar las huidas y las deserciones. Una muestra de la poca confianza que existía en las propias posibilidades de atracción del régimen. Alemania fue uno más de tantos países que alguna vez soñaron con una sociedad mejor y más igualitaria y cuando se quisieron dar cuenta se encontraron con un monstruo burocrático y espeluznante que les quitaba cualquier posibilidad de crecimiento como individuos.

Además, el fin del mundo bipolar puso en marcha unos procesos de cambio político, económico y social sin precedentes. Las sociedades de Europa del Este tuvieron que realizar un esfuerzo sobrehumano, sin la ayuda directa de un Plan Marshall, para reconstruir la confianza entre los iguales, en las instituciones y en la clase política y económica. Una esperanza que, lejos de completarse, se transformó en una pesadilla. Los nacionalismos, la corrupción, las economías mafiosas han campado a sus anchas en muchos de estos países. Y a pesar de que mucho de ellos consiguieron estabilizarse y alcanzar con éxito relativo el objetivo de la democracia liberal y el estado de derecho así como su incorporación a las instituciones europeas. Pero también han mostrado las debilidades intrínsecas que arrastran y que hacen que estos sistemas flaqueen y sean cuestionados por la población, como se puede observar en las derivas iliberales seguidas por algunos de ellos, como los países de Visegrado en distintos niveles. El ascenso de la extrema derecha en muchos de ellos, sin ser un hecho específico de los mismos, sin embargo, es un síntoma de los miedos que estas sociedades tan maltratadas arrastran desde hace tiempo.

Pero también, el Muro de Berlín también nos retrotrae a un tiempo en el que la Unión Europea se había convertido en la salvaguarda de la cultura occidental. Representaba un ejemplo de cómo el capitalismo podía también social y distribuidor de la riqueza. Fue la época dorada de la socialdemocracia y de los estados del bienestar. Además, todo ello fue acompañado por un proceso de integración económico que perseguía mantener la paz entre las naciones europeas para siempre, y así, dejar atrás los periodos de guerras entre vecinos que habían asolado el continente durante la primera mitad del siglo XX. Gracias al temor de un hipotético contagio comunista, las sociedades europeas tuvieron el acierto de poner en marcha un sistema social que no dejara a nadie atrás. Sin embargo, el fin de la Guerra de Fría, también marcó el comienzo de un nuevo periodo histórico en el que el único vencedor de la contienda ideológica, el modelo capitalista, camparía a sus anchas a lo largo y ancho del planeta. Fue entonces cuando Fukuyama escribió su famoso ensayo sobre El Fin de la Historia. Con el fin del conflicto entre las grandes potencias, llegó la hegemonía del neoliberalismo, la globalización y con ellos crecieron las desigualdades entre países y también dentro de esos países. Las políticas redistributivas dejaron de operar, las diferencias entre ricos y pobres aumentaron. Y ahora, estamos ante el reflujo de esa época. Ahora se observan con temor los repliegues nacionales, el proteccionismo, el ascenso de los extremismos, del racismo y la xenofobia, de los liderazgos populistas.

Aquellos partidos que defendían la redistribución en la economía de mercado se encuentran en una profunda crisis, incapaces de reinventarse y ofrecer alternativas a los discursos populistas y xenófobos. Ahora es todo mucho más complicado de entender y de explicar. Los perdedores de la globalización probablemente miran con nostalgia otros tiempos en lo que todo era mucho más sencillo de comprender, eso sí, si te encontrabas de este lado del muro.

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