Aunque no es nuevo en la fallida democracia española que el terrorismo callejero condicione la libertad y las elecciones de manera tan impune como totalitaria, el aumento deleznable de ese fenómeno nos está llevando a la total destrucción de la convivencia democrática. Un poco cómo sucedió hace 85 años. Las características patrias de esa subversión, hasta ahora, era que estaba implantada exclusivamente a nivel regional, en Vascongadas e íbero Cataluña, que gozaba del apoyo, ni siquiera disimulado, de las autoridades regionales, con complicidad de las centrales, y que se apoyaban en raíces xenófobo racistas , disfrazadas de nacionalismo secesionista por las oligarquías burguesas locales. Todos recordamos los homenajes impunes a alimañas asesinas, o el grito de Torra de “¡apreteu, apreteu!”, o el salvajismo impune en lo que fue una maravillosa Barcelona, o los sucesos de Alsasua, o….
El salto está siendo importante y cualitativo. Ahora se traslada, poco a poco, a otras regiones españolas, y acaba de estallar en Madrid el primer fuego de artificio. Pero ahora ya no hablamos de nacionalismo, sino cada vez más de cantonalismo, y sobre todo, hablamos de sectarismo violento (organizado, por supuesto) de base ideológica y político partidista. Ya no se maltrata y persigue a supuestos “invasores” (igual de estúpido falso y deleznable, que quede claro) sino a quién tiene una opción política legal distinta a la tuya. Eso sí es guerra civilismo, no lucha contra o pro la secesión. Es la antidemocracia liberticida en estado puro. Un tremendo salto de concepto, aunque esté en sus primeras sacudidas. Con el otro aspecto cualitativo esencial, no la impunidad y lenidad asegurada por el Gobierno central, que eso ya se daba, sino el apoyo moral y legitimación apenas encubierta, a veces, a menudo, de los Partidos más implantados en la política española.
Y tanto nos vale la condena de “sí, pero..” ante el ataque a la sede Cartagenera de Podemos, como al acto electoral de Vallecas por parte de VOX. Invitamos muy mucho a reflexionar a los señores Casado, Gabilondo, por ejemplo sobre la infernal senda que están pavimentado al acudir a expresiones que sugieren que ”se lo merecían, se lo han buscado, quién a hierro mata,…..” No sólo es una vileza moral, es un misil en la línea de flotación de nuestra convivencia política. No digamos ya poner a la misma altura un acto electoral legal y el terrorismo callejero. Y llegamos a la infamia de afirmar que ejercer tus derechos constitucionales en determinadas zonas “protegidas y desinfectables” es una provocación. Acabamos de saber que los que nos sentimos social liberales, versión moderna de la social democracia, no podemos pasearnos por el entrañable Vallecas con un pin de la bandera de España, porque es provocación…..
Es el momento de recordar la frase de Lenin: “¿libertad para qué?”. Realmente quería decir :¿Democracia para qué?