Cuando su dilatado periplo profesional como abogado, profesor universitario y ejecutivo de éxito en varias empresas multinacionales concluyó, supo asumir que la jubilación no estaba hecha para él y se propuso escribir un libro. El resultado de su tarea vio la luz con el sugestivo título de “El MBA Sin Maestros” (Ediciones Obelisco, 2018), que no es otra cosa que un compendio de reflexiones, basadas en su bagaje vital y expuestas con el estilo didáctico, divertido y asertivo que formaba parte del natural encanto de su marca personal.Como no podía ser de otro modo, el citado libro refleja fielmente la personalidad de quien siguió el camino que se marcó realizando honestas y muy valiosas propuestas para mejorar globalmente nuestra sociedad mientras dejaba a su paso una huella muy profunda y permanente en quienes, como este corresponsal, hemos tenido el privilegio de gozar de su consideración y amistad. Les confieso que saber que su óbito –tras un breve periodo de ingreso hospitalario- a primeros de enero era el motivo de la inusual ausencia de respuesta a mis llamadas telefónicas es un golpe que me causado un desconsuelo difícil de encajar. Paradójicamente, la enfermedad infrecuente, terrible y fulminante que lo ha arrancado de nuestro lado en tiempo récord, lo ha hecho sin causarle sufrimiento adicional alguno. Sólo me cabe dar gracias a la vida por ello.
Rendir un justo y merecido tributo a Luis en estas páginas hace brotar en mí una emoción que apenas puedo contener. Sin embargo, el grato y placentero recuerdo del amigo ausente actúa de bálsamo y me anima a tomar aire, volver la vista a 2018 y recordar cómo nos conocimos. Un servidor estaba de visita en la sede de una emisora de radio con la que solía colaborar. De repente, el sonido de una hermosa voz de barítono me llamó poderosamente la atención. Acto seguido, mi innata curiosidad me llevó hasta el estudio de grabación en el que estaban entrevistando a un invitado que resultó ser Luis. De inmediato, quedé fascinado por la claridad y calidad de las respuestas que le iba ofreciendo a su entrevistador. Esperé pacientemente a que concluyese la realización del programa y le abordé para pedirle que me concediese una entrevista que, como es lógico, se publicó en este mismo diario. Y así comenzó forjarse una relación personal que devendría en una amistad que, con mi traslado de Barcelona a Sabadell (ciudad en la que, a la sazón, Luis residía desde hace años)- alcanzó tanta solidez como profundidad a través de unos encuentros memorables, con una frecuencia de al menos un viernes al mes. Desayunar juntos en nuestro “Corner”-ubicado en la cafetería de unos célebres grandes almacenes- era siempre motivo de deleite y diversión para ambos. Repasábamos temas de la A a la Z, perfilábamos colaboraciones y, por encima de todo, convertíamos la amistad en una fuente de todo lo mejor que la vida ofrece.
En términos futbolísticos, Luis y yo formábamos un centro del campo de los buenos, sólido y buen constructor. Y, a la hora de analizar un tema, funcionábamos como un think-tank en el que la diferencia de edad y bagaje vital se convertían en un activo para crecer, inspirarse mutuamente y sumar en positivo. Cada reunión en el citado “Corner” (así bautizó al rincón que acogía nuestros encuentros, como un guiño a mi bagaje y sesgo británico) era un derroche de diversión y nuestras risas hacían de banda sonora del análisis de los temas de la agenda común pactada y, por ende, de lo que nos apeteciese comentar. Allí, guiado por mi intuición, persuadí al genial contertulio y locuaz comunicador que era Luis para que iniciase su propia andadura radiofónica, bajo el título de “Tribuna Empresa y Valores”. Sin duda, estaba escrito que me convertiría, por obra y gracia de mi amigo, en colaborador habitual de su programa. Una clara muestra de su enorme generosidad y sentido de la amistad. En los entretiempos de ese quid pro quo entre verdaderos amigos y estrechos colaboradores, él siempre me ofreció enfoques prácticos de incalculable valor que me han ayudado en mi vertiente profesional y me han impulsado a mejorar como ser humano librepensador y comprometido. Y siempre lo hizo sin rastro de paternalismo. Sencillamente, de viejo león a joven león. De amigo a amigo. La luz, sabia y cálida, que sus palabras producían estará siempre encendida en mi corazón.
Créanme si les digo que, a lo largo del camino de mi vida, he conocido a muy pocas personas que dando por concluida su vida laboral, desbordasen cordura, fino humor, alegría vital, espíritu emprendedor, insaciable curiosidad por saber y un estilo relacional cautivador de puro empático. Cosa harto muy difícil de encontrar, si además va acompañado de coherencia, valores perennes y hombría de bien. Así era, estimados lectores, mi amigo Luis.
Llegados a este punto, les pido permiso para dirigirme directamente a él.
Querido Luis, si cierro los ojos puedo escuchar tu voz diciéndome: “No te aflijas, Bro. Aunque no puedas verme ten por seguro que estoy aquí, a tu lado y, si te concentras, sentirás mi mano sobre tu hombro.”
¡Es verdad! Puedo verte frente a mí, sonriente, y preguntándome: “Bro, ¿qué temas musicales se te ocurren para el programa de hoy? Anda, tira de disco duro y recomiéndame unos temas musicales de esos que tú sabes que encajan bien con los temas del programa de mañana?”
Allá donde estés, estoy convencido de que, si lees estas líneas y tienes la oportunidad, producirás una edición especial de tu programa de radio. Y mi recomendación musical, está teñida de emoción y cariño al recordarte.Cuando puedas, por favor, dile a tu técnico de sonido que haga sonar la incomparable versión en vivo, que en su día te di a conocer, y que grabó nuestro admirado Tigre de Gales (Sir Tom Jones) de esa entrañable canción que, además, es el mítico himno del Liverpool Football Club.
Porque siempre estarás con nosotros y, estés donde estés, nunca caminarás sólo. You’ll never walk alone.
¡Hasta la vista, amigo mío! So long, my friend!