Conversar con Fernando Carrera (Barcelona, 1990) es un placer de dioses para quienes amamos el tenis, la tertulia y la dialéctica a partes iguales. Nuestro entrevistado es un joven jugador muy completo que combina saque, bolea y resto como pocos. Para que ustedes me entiendan, aúna agilidad mental y de verbo, una escucha activa harto infrecuente, una eficacia comunicativa cum laude y una pasión indisimulable por la conversación fructífera y de calidad. En fecha reciente, tuve la oportunidad de sentarme con él y departir sobre unos cuantos temas que a ambos nos apasionan.
Trabajador infatigable, hiperactivo y muy organizado, este barcelonés es uno de los consultores y analistas políticos que ha estado más presentes en los medios en los últimos años. Pese a su juventud, atesora una amplia experiencia profesional que le avala. Durante los años más duros del “procés” independentista ha sido colaborador habitual de Canal 24h de TVE, RNE-Radio 4, Catalunya Radio, 8tv, ETB y TRECE, además de participar en el programa de Risto Mejide “Todo Es Mentira” emitido en CUATRO. Asimismo, escribe de forma habitual para Metrópoli Abierta y anteriormente ha publicado, entre otros, en El Periódico, ABC, La Razón, Vozpópuli, Crónica Global o El Español. Su actividad como escritor ha sido igualmente intensa. Escribió el libro “Las mentiras del independentismo catalán” (Ed. Buenas Letras, 2017), escribió junto al ex primer ministro francés, Manuel Valls, el libro “Barcelona, vuelvo a casa” (Ed. Espasa, 2018) y hace unos meses presentó junto al reputado consultor político Antonio Sola, el volumen “¿Cómo sobrevivir al mundo que viene?” (Ed. Deusto, 2021). Y como colofón, su apretada agenda ha dado de sí hasta el punto de sacar tiempo para liderar a los jóvenes de Sociedad Civil Catalana y asesorar al ex primer ministro francés Manuel Valls durante su breve periplo como candidato a alcalde de la Ciudad Condal. En la actualidad, Carrera asesora al Grupo Municipal Socialista que cogobierna el Ayuntamiento de Barcelona.
En persona, su afabilidad y cortesía resultan muy agradables y naturales. Tras mi charla con él, la conclusión que extraje es clara y definitiva: Los foros públicos y, más concretamente la vida política, necesitan personas como Fernando Carrera. Espero que ustedes tengan la misma sensación al concluir la lectura de este texto. Agradezco a @lasfotosdebryan la realización de la foto anexa.
Usted es una persona muy activa. Participa asiduamente en tertulias, ha trabajado estrechamente con Manuel Valls y ahora lo hace junto a Jaume Collboni (PSC) en el Ayuntamiento de Barcelona. ¿Qué es lo que le impulsa?
Desde niño, he sentido la necesidad de implicarme y participar. Cataluña es una tierra que invita a ello. Es cierto que en mi evolución he ido pasando por diferentes estadios, pero siempre me he comprometido con lo que considero correcto. Siempre he tenido muy claro que el nacionalismo, en todas sus formas y orígenes, era algo que quería combatir. Esa idea arcaica, rancia que se esconde tras proclamas aparentemente modernas es, a la vez, tóxica y muy dañina. Lo mismo en Cataluña que en el resto de España, debemos trabajar para superarla socialmente y vencerla. Esta es la idea me impulsó durante años. Con el tiempo, cuando mi contacto con la política se hizo más estrecho, encontré motivos para comprometerme aún más. Vivimos en un mundo tremendamente desigual, y sólo desde la política podemos cambiar las cosas para mejorar las condiciones de vida. Esa es, en resumen, la base de lo que me impulsa. La lucha en favor de la justicia social, contra la desigualdad y la exclusión que todo extremismo genera.
Permítame recordarle que, durante años, muchos políticos catalanes no nacionalistas convivieron con el nacionalismo pujolista sin combatirlo y aceptando su marco mental.
Es cierto. Muchos infravaloraron la potencia del nacionalismo para invadirlo y dinamitarlo todo. Y después pagaron las consecuencias de tan grave error. La situación actual tiene, en parte, su origen en esa incapacidad de dimensionar las pretensiones de un nacionalismo que, inicialmente, parecía mostrarse como algo básicamente local y folklórico. Sin embargo, su evolución ha demostrado que no hay nada más nocivo para los intereses de quienes menos tienen que un nacionalismo excluyente y esencialista que pone por encima de cualquier otra cosa sus pulsiones identitarias profundamente clasistas e insolidarias.
¿Qué opinión le merece lo de responder al fuego con el fuego, plantar cara al nacionalismo catalán con el nacionalismo español?
En España, la extrema derecha se ha abierto camino aprovechándose del proceso independentista y del menosprecio constante de las instituciones catalanas hacia quienes pensamos de un modo diferente. En momentos de máxima tensión, los extremos salen beneficiados. El camino para superar todo nacionalismo es trabajar por elevación y bajo radar. Por elevación, demostrando que hay muchas cosas que están por encima de procesos identitarios excluyentes. Bajo radar, hablando con la gente. Explicando y demostrando que sus problemas no se arreglan con recetas mágicas, ni tics autoritarios. Es imprescindible abandonar obsesiones identitarias, sueños infantiles y actitudes sectarias. Hay que echar agua al fuego y pasar a la gestión de los problemas reales de la gente. Ahí es donde se vence al independentismo y a la extrema derecha, no dejando espacio a la demagogia populista.
En varias ocasiones, le he escuchado reivindicar sus orígenes. ¿Le han condicionado?
Nuestros orígenes nos condicionan a todos. En mi caso, soy un orgulloso hijo de taxista. Mi padre me enseñó a debatir y mi madre me enseñó a empatizar con quienes tienen ideas diferentes. Ambos me inculcaron el valor del esfuerzo. Vengo de una familia trabajadora, de esas que han luchado al máximo para dar a sus hijos lo que creían que era lo mejor. Mi hermana y yo les debemos a nuestros padres lo que somos. Somos el resultado de su entrega, su trabajo y sus propias contradicciones. La gente “normal” somos fruto de un cúmulo de experiencias, debates, contradicciones, inquietudes, etc.
Esa gente normal de la que habla parece estar muy harta de los políticos. ¿Tanto ha calado la idea de que “la política no sirve para nada”? ¿Sucede lo mismo en las filas independentistas?
La sensación de hartazgo es cada día más común y forma parte de un proceso que no se vive sólo en Cataluña. Afecta también a toda España y, cómo no, al resto del mundo. Desde mi punto de vista, esto tiene que ver con un cambio muy profundo en nuestras sociedades. Vivimos inmersos en un proceso de cambio global que tiene que ver, entre otras cosas, con la irrupción de la tecnología, con las nuevas formas de entender la participación en todos los ámbitos y con las nuevas formas de consumir información.
La Fundación Liderar con Sentido Común, capitaneada por mi compañero y amigo Antonio Sola -considerado uno de los mejores estrategas políticos del mundo- ha realizado una serie de estudios en toda España, cuyos resultados son muy interesantes. La conclusión principal es que la ciudadanía, en un porcentaje altísimo, considera que sus políticos carecen de sentido común. Y esa conclusión es peligrosa.
Evidentemente, en política hay gente que realiza una labor estupenda. Conozco a muchos que así lo hacen. Paradójicamente, la sensación de pugna constante, la sensación de confrontación estéril entre los unos y los otros agota a los ciudadanos. También a los independentistas, que llevan muchos años viendo cómo sus promesas, objetivos y anhelos se incumplen y frustran constantemente. La política, como todos los demás sectores de la actividad humana, tendrá que adaptarse al mundo que viene.
¿Sería esta última idea la síntesis de su último libro?
El libro, en sí mismo, es la síntesis de una inquietud. Trabajando con Antonio Sola (tras ver las encuestas de las que le hablaba hace un momento) nos dimos cuenta de que las cosas no iban bien. Todos nos sentimos algo perdidos, desorientados. Por eso, decidimos analizar las causas y plantear algunas soluciones. Para mí, lo más importante de este trabajo es sentar las bases de un debate inclusivo que deberíamos tener a todos los niveles.
Cuando aún estaba trabajando con Manuel Valls, usted dijo públicamente en televisión que en las elecciones autonómicas votaría a Salvador Illa.
Manuel, digan lo que digan, es un tipo de izquierdas. Siempre lo fue. Con él discutí en muchas ocasiones sobre la adaptación de la izquierda y de sus postulados a los tiempos actuales. Con él aprendí mucho de la historia de la izquierda francesa, y junto a él también llegué a la conclusión de que la única posibilidad de solucionar el problema que llevamos años padeciendo en Cataluña pasaba, sin lugar a dudas, por el PSC. Por eso, ambos expresamos nuestra voluntad de votar al Partido Socialista en las últimas elecciones autonómicas. Además, Salvador me parece el líder adecuado para los tiempos que vivimos. Es capaz de hablar con todo el mundo, buscando mejorar las cosas y sin moverse un ápice de lo que considera correcto.
Hablemos de diálogo. ¿Cree que hay que hablar con todo el mundo?
Creo que escuchar no cuesta nada. Hay que hablar con todo el mundo, entre otras cosas para conocer las demandas de todos. No creo que sea algo negativo. Otra cosa distinta es lo que hagas tras tener esa conversación. Considero fundamental tener muy claro dónde establece uno sus propios límites. A partir de ahí, conversar es fundamental en política si se quiere llegar a acuerdos. La política es eso, el arte de lo posible.
Ahora usted milita en el PSC y suele afirmar, por escrito (en forma de artículos) y de viva voz, que Jaume Collboni es la única alternativa para que la ciudad de Barcelona vuelva a ser lo que fue. ¿Por qué Collboni?
Jaume tiene la ciudad entera en la cabeza. Distrito a distrito y barrio a barrio. Y además tiene la firme voluntad de ser alcalde. Tiene esa determinación, y creo que puede conseguirlo. Además, la gestión de las áreas de gobierno que dependen de él está funcionando como un reloj. Tiene una visión de ciudad moderna y de progreso que no tiene ningún otro candidato. Su apuesta por transformar el distrito 22@, su visión y capacidad para atraer empresas que generan empleos de calidad junto con su preocupación por mejorar las condiciones de vida de los barrios que más lo necesitan son elementos clave para conseguir la Barcelona que muchos soñamos. Una Barcelona más justa, más abierta, más cosmopolita. Una Barcelona líder que vuelva a ser la envidia del mundo. Jaume representa claramente ese orgullo de ciudad que hemos perdido. Él es el único que saca pecho y defiende la ciudad en cualquier foro e interlocuta con todo el mundo: Con el resto de las fuerzas políticas, con las patronales, con los sindicatos y con los vecinos. Su agenda refleja de su inquietud y compromiso. Una Barcelona de todos y para todos. No para unos pocos. Barcelona necesita un alcalde con visión y pasión. Y Jaume, a mi entender, atesora ambas.
Por último. A usted le vemos en televisión, le escuchamos en la radio, le leemos en la prensa escrita y también en los medios digitales, le seguimos en conferencia e incluso de gira por España presentando libros. ¿Dónde le veremos en los próximos años? ¿Participará desde la primera línea política?
¡Ni yo mismo lo sé! Tengo por norma acudir allá donde me invitan, donde cuentan conmigo. Y voy encantado. Llevo muchos años haciendo lo mismo. Esforzándome por defender lo que creo que es justo. Espero poder seguir contribuyendo al máximo junto a un grupo de gente excepcional con el que comparto batallas a diario. Juntos, seguiremos haciendo lo posible por conseguir una Barcelona, una Cataluña y una España más abiertas, más justas y, sobre todo, libres de sectarismos. ¡Vienen años apasionantes! De eso estoy seguro.