Tras cuatro meses desde el inicio de las hostilidades en Ucrania, ya es posible sacar las primeras conclusiones: el conflicto, que está destinado a durar, ya ha alterado el equilibrio geoeconómico mundial. A corto plazo, la guerra está aumentando las tensiones en un sistema productivo que ya ha sido dañado tras dos años de pandemia y aumenta el riesgo de un aterrizaje forzoso para la economía mundial: mientras esta última parecía estar enfrentando la amenaza de una estanflación hace unas semanas, el cambio de ritmo de los bancos centrales, ante la aceleración de la inflación, ha resucitado la perspectiva de una recesión, particularmente en las economías avanzadas.
En este complicado entorno, Coface revisó a la baja la evaluación de 19 países, incluidos 16 en Europa - Alemania, España, Francia y Reino Unido en concreto- y realizó sólo 2 revisiones al alza (Brasil y Angola). A nivel sectorial, el número de revisiones a la baja (76 en total, frente a 9 revisiones al alza) pone de manifiesto la extensión de estos choques sucesivos a todos los sectores, tanto los intensivos en energía (petroquímica, metalurgia, papel, etc.) como los que están más directamente ligados al ciclo crediticio (construcción).
A medida que el horizonte continúa oscureciéndose, los riesgos son naturalmente bajistas y no se puede descartar ningún escenario.