El mundo del opositor es precisamente eso, todo un mundo. Para la persona que está opositando, es una etapa dura, con limitaciones porque la mayor parte del tiempo lo pasa estudiando. El opositor tiene una importante motivación, estudia para conseguir algo: un trabajo estable. A veces vocacional, otras como una alternativa laboral más. Pero hay otro perfil opositor aquél que acude a prepararse unas oposiciones por descarte, eliminando otras opciones, por desesperación. Por ser la única opción en un momento determinado.
Es una salida muy válida y positiva en cualquier caso. La dureza del proceso es la misma sea el motivo que sea, la diferencia radica en la circunstancia de cuándo se toma esa decisión.
Finalizar la universidad y prepararse unas oposiciones acordes a lo estudiado, querer ser policía o profesor desde siempre, es totalmente viable y lógico. Pero no es lo mismo hacerlo a los 20 que a los 40 ó 50. La carga personal no es la misma a una edad que otra, pero sobre todo es cómo se llega a tomar esa decisión.
Las academias están llenas de personas de todas las edades que ponen su entusiasmo y ganas por aprender y dominar el temario. La diferencia es que el joven dedica, si está implicado, todo su tiempo a estudiar y el de 40 ó 50 a la vez puede estar trabajando en un entorno precario, con familia, con dificultades logísticas para sacar tiempo de estudio de donde no tiene, etc.
Y sin embargo, decide apostar por ello, ¿por qué?
La administración, en numerosas ocasiones, tampoco facilita el proceso. No saca toda la oferta pública que debería ni en tiempo ni en cantidad. Es muy frecuente, sobre todo en los últimos años, que las convocatorias se acumulen de varios periodos y no sólo por la pandemia (excusa a veces demasiado utilizada para cualquier tema), sino porque existe un factor económico y político que condiciona demasiado la oferta.
Y a pesar de todo esto, las facultades o centros institucionales, se llenan de personas examinándose, intentando conseguir un futuro profesional mejor.
La capacidad de concentración e implicación vendrá determinada por la motivación que se tenga, no es exclusiva de una edad, pero las circunstancias personales que rodean sí pueden influir directamente en los resultados.
Al final, como en tantas cosas, hay una gran parte de negocio, no solo de academias o centros de formación, sino en administraciones que si necesitan 100 personas, convocan la mitad. En tasas que no siempre son baratas. En procesos administrativos complicados y tediosos solamente para enviar la solicitud. Temarios caros… Al final, el proceso opositor tiene un coste económico y personal elevado.
Cuando alguien es de profesión “opositor”, podemos pensar que hay muchas más explicaciones detrás de esa decisión que querer tener un trabajo para toda la vida, que no es poco, ni mucho menos, pero detrás puede haber un largo recorrido hasta ese momento.
Creer que hay oposiciones en las que “puede tocar la flauta” porque es tipo test o que “ésa es de las facilitas” es tratar de manera muy superficial el esfuerzo y trabajo que supone, además de una decisión muy difícil a veces, precisamente por cómo se ha llegado hasta ella.
De profesión: opositor, no es algo de segunda categoría, sino que puede ser la tabla salvavidas a la que aferrarse.