Se empieza a notar que las cosas le van peor. Nuestra economía acusa los precios crecientes, el trabajo menguante y ahora la decreciente previsión de crecimiento económico, para 2023. Se cumple aquello de "todo es susceptible de empeorar". Se le acumulan los problemas y lo que parecía un futuro mejor hace pocos años, cuando salía ufana del COVID, se le presenta sombrío. Bueno, se le presenta y se nos presenta, porque su mal, el de nuestro país, es el nuestro. Si tose, nos dolerá la cartera y ya carraspea.
Pagamos más por todo, un 10 %. El empleo es un maná que, si no te cae, te cuesta paro del 12m%. Y más vale que entren pedidos y encargos, que dicen que van a escasear. Se ralentiza la actividad económica hasta un crecimiento exiguo del 1,5 % en 2023, según prevé la OCDE.
Insólito cambio de viento, que parece que se va a llevar todo por delante, "cuando éramos reyes". Como canta, muy adecuadamente al tema, Funambulistas.
Pero en determinados espacios, se escucha música y la gente baila como en el Titanic. Aprovechando que aún quedan migajas, confían su suerte a que se repita el cuento del lobo. Desean que todo sea nada. Un amago.
En otro cuento, las abuelas que reciben visitas los domingos preguntan cada vez más asustadas, por su pensión, antes de su paseo o de ir a misa, todo normal. Pero se percibe el final de una época, aunque hayamos mirado a otro lado. Es un constante disimule.
Empieza a chispear y huele a petricor, a tierra mojada por la lluvia, a crisis. Siempre estuvo ahí, medio escondida, amagando con poco éxito, pero ahora parece venir.
Lluvia, crisis, que en estos meses se anunciaba fuerte, pero que ha estado cobarde y perezosa. La hemos contenido, pero hay que hacerse al chaparrón, como nuevo compañero de vida. Hay que acostumbrarse a la crisis, poco a poco.
¿Y qué se puede hacer?
Ser honesto, transparentar la realidad de los gastos y controlarlos; cuidar la fuente de ingresos como cuidas un tesoro; no cometer excesos y tratar de mantener nuestras costumbres de consumo, que la economía no se pare, aunque en un nuevo escenario. Buscar nuevas alternativas al comprar, que, aunque no sean tan satisfactorias, nos saquen del apuro. Lo que hemos venido disfrutando, ya no es accesible y hay que asumirlo, hay que pasarlo.
Prudencia y sensatez, por una vez, cuando toque salir a la compra, aunque mejor salir que quedarse en casa. En casa aquí, se quedan pocos y esas costumbres nunca cambian. La cabra tira al monte, hasta en crisis, como se ha demostrado en estos años. Somos de salir, de disfrutar y de compartir, sea en pandemia, o sea en crisis. Eso nos alivia el alma.
Y si eres de los que se quedan en casa, ojo. No te descuides, que te apuñala la factura de la luz y ni te enteras.
Como cantaba Sinatra, entre socarrón, rebelde y un pelín optimista, "That's Life".