Análisis y Opinión

La Agenda 2030 y sus pavorosos efectos sobre las economías familiares

Es prácticamente invertir la máxima que ha conllevado el avance humano en los últimos 10.000 años: el nivel de avance y progreso es directamente proporcional al consumo energético creciente. En la imagen, un fotograba de la película "Metrópolis" de Fritz Lang.

CARTA DEL PRESIDENTE

· Por Alfonso Merlos, Presidente del Grupo El Mundo Financiero"

Alfonso Merlos | Domingo 01 de enero de 2023

No cabe duda de que las familias españolas al completo están pagando las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania y, más importante como factor a considerar y reprochar, de la calamitosa gestión que de esa crisis están aún hoy haciendo los burócratas europeos, con Borrell a la cabeza: lejos de ayudar a la solución del problema, lo han agravado empujados por su acreditada incompetencia, sus intereses oscuros y su proverbial manejo obtuso de la razón práctica. Pero, en la transición que la vieja Europa viene realizando desde el ‘Estado del bienestar’ al ‘Estado del malestar’ hay un elemento estratégico de fondo que nos está golpeando de manera constante, gravísima, inmisericorde… y que no deja de traer ruina y sufrimiento a cada hogar: se llama Agenda 2030.



Todos los ‘ensayos verdes’, todo cuando rodea al ecologismo de salón, todo lo que se vincula a la lucha ciega contra el calentamiento global nos está haciendo olvidar lo básico: que hay que procurar, por encima de sectarismos de toda índole, tener para comer, para vestirse, para calentarse. Salvo que pretendamos renunciar a los logros del último siglo, y más.

Hace apenas días hemos constatado algo que ya conocíamos: Europa ha vuelto al carbón para mantener encendidas las luces en los climas más fríos. No hay otra. Y ésa es una de las razones por las que el mundo va camino de alcanzar un consumo récord de carbón en 2022. En efecto, un uso histórico de este recurso en plena ola, promovida por la perniciosa Agenda 2030, de ‘huella de carbón cero’, de ‘descarbonización total y ya’.

Europa está quemando más carbón que nunca, a pesar de que sus dirigentes, desde las moquetas y las poltronas, con la calefacción pagada por el chamuscado y agotado contribuyente, habían prometido deshacerse de este combustible de altas emisiones para contener precisamente los efectos del cambio climático.

La ‘Agenda 2030’ se traduce, en algunos de sus objetivos, si no en un marco de actuación loable, sí al menos aceptable. Pero hay que frenar su carrera ciega y carísima. Hay que repensarla. Hay que modularla. Hay que racionalizarla. Hay que sacarla del control tiránico de las elites globalistas. De lo contrario, sólo ocurrirán dos cosas: la primera, que termine en el cubo de la basura después de haber sido subvencionada hasta lo inimaginable con el sudor de la frente de las familias (principalmente clases medias) del mundo desarrollado; la segunda, que esas mismas familias sean absolutamente sepultadas por su oneroso coste financiero y no tengan para comer, para vestirse, para calentarse.

Pareciera que la civilización occidental está felizmente condenada a no padecer jamás momentos históricos de involución o retroceso. Pero hoy es exactamente eso lo que está en juego. Y con unas consecuencias estremecedoras que los más vulnerables, como siempre, sufrirían en primera persona, en sus propias carnes. ¿Todavía no lo vemos?