Mesa lleva a cabo un examen exhaustivo, con las fuentes más rigurosas, del conjunto de organizaciones y grupúsculos que se han implantado y que evolucionan en una zona del mundo en la que, inevitablemente, han tenido que poner el pie los Ejércitos occidentales; y es llamativa, entre otras, esa secuencia evolutiva que hace que grupos identitarios se transformen en bandas criminales cuyo objetivo no es tanto el ataque al infiel, al ateo o al apóstata sino, lisa y llanamente, imponerse en una zona para desplegar su economía.
El lucrativo negocio de los secuestros, también del narcotráfico, explica la curva de la violencia política en el Sahel, así como la multiplicación de los grupos armados durante la última década. El ensayo de Beatriz Mesa constituye, en este sentido, desde este ángulo, una aportación brillante y fundamental. Es verdad que los medios de comunicación generalistas han ido y venido -casi diríase según la moda- informando sobre la actualidad de una región volcánica. Pero ha faltado continuidad y, en sentido pleno, conocimiento de lo que allí ocurre y de cómo ocurre.
Más allá del proceso de afganización que sacude una zona bien conocida por tropas españolas, la realidad es mucho más compleja, ya que en ella se entremezclan ambiciones económicas, identitarias y de poder. Mesa pone el acento, con su experiencia y su instinto, no sólo en el examen de lo que ha acaecido para llegar al momento actual sino, con extraordinario tino, en los retos y desafíos que representa esa volcánica zona de África no sólo para el continente sino, en su extensión, para la vieja Europa, siempre en alerta ante la violencia importada con derivaciones terroristas.