La sobrerreacción rojimorada, totalmente impostada y patéticamente artificial, tiene dos lecturas. Una, puramente política, partidista, electoralista: hay una necesidad constante por parte del ejecutivo de buscar cortinas de humo y de lanzar globos sonda con el único fundamento de tapar escándalos clamorosos que pueden terminar en procedimientos penales, en multas y/o cárcel, como los que afectan a la depuesta mandamás de la Guardia Civil o al ya célebre ‘tito Berni’ y sus correligionarios de juergas y chanchullos presuntos.
Pero hay otra lectura más profunda y terrible. Resulta simplemente sarcástico que el Gobierno de la Nación se lance en tromba de la noche a la mañana y con toda la artillería contra, en apariencia, el apocalipsis de Doñana; y que pretenda tomar estatalmente las competencias de la zona, cuando durante tantos años ha hecho la vista gorda en Cataluña mientras se vulneraban los derechos lingüísticos y educativos de miles y miles de familias y, ni por asomo, se ha planteado apoyarse en la ley para retirar competencias aplicando ‘un 155 escolar’, y no ‘un 155 ecológico’ como con el que grotescamente ahora, de súbito, se amenaza.
El ‘delirium tremens’ o delirio tembloroso es un cuadro que se manifiesta cuando, por la falta de consumo de alcohol en una persona dependiente de las copas y los grados, esa persona comienza a padecer alucinaciones, a padecer visiones extrañas de objetos. Aparece el nerviosismo, la inestabilidad emocional, la ansiedad, la fatiga, la sudoración excesiva o la irritabilidad, acompañada de sacudidas y convulsiones.
Y ahí, lamentablemente, están instalados los individuos que se sientan en el Consejo de Ministros. A falta de poder seguir alimentados de buenas noticias, de las que llegan de la mano de la prosperidad y la generación de riqueza y el bienestar general de los ciudadanos, presentan en cada comparecencia, en cada acción y actuación, en cada ocurrencia propalada sin fuste, un cuadro peligrosísimo: el de quien ha perdido el control y huye, el de quien no repara en sus ideas incongruentes o descatalogadas o de bombero. Y, para desgracia de una población sufridora, los espasmos del gobierno, travestido coyunturalmente -por un puñado de votos- de la causa ecologista, llegarán con sus paralelos e indecibles estragos hasta la mismísima medianoche del 28 de mayo. Como mínimo.