Tan es así que poco molesta más a los comunistas de boquilla que aún hoy se amontonan en el decadente Podemos que les recuerden que venían de la nada (sin formación, sin trabajo, sin un euro en el bolsillo), pero sin embargo desde que han entrado en nómina política no han parado de ahorrar y de incrementar su patrimonio.
Resulta especialmente sangrante el caso de Irene Montero,ministra de Igualdad del Gobierno de España desde enero de 2020, no sólo por la compra de su chalé en Madrid y las circunstancias en las que se produjo -estando entonces con el líder de la coleta- sino por la actitud desquiciada, faltona, gritona, casi histérica que muestra en cada ocasión en que se le recuerda, como ha ocurrido esta semana.
Los parásitos no son sino organismos que viven sobre el cuerpo de un huésped y se alimentan a expensas de ese huésped. Y lo peor sin duda de su presencia y sus efectos son las enfermedades que provocan, las infecciones que generan.
España se enfrente a la necesidad irremediable de cambiar a los pésimos gestores que impulsan el bloque socialcomunista (muchos de ellos simples novatos, aficionados de quinta regional), para sustituirlos por verdaderos profesionales del interés general. Pero hay otra tarea si cabe “que quema más”, y no es otra que la expulsión indiscutible de la vida pública de una casta parasitaria que, más allá de que en las formas destile vinagre y odio, está dejando heridas en las arcas públicas y en la propia convivencia entre ciudadanos… que no hay democracia que se las merezca.