Se equivoca Feijoo si acomete una estrategia de aislamiento o marginación de Vox. Por dos razones: la primera, porque lisa y llanamente será imposible que el PP consolide gobiernos con concejales o diputados de un color distinto al verde, algo que es de perogrullo. La segunda, y de una importancia muy superior, porque estará despreciando en paralelo a millones de votantes que siguen aferrados a las alas de la gaviota pero que comparten un 70% o un 80% o un 95% de lo que Abascal lleva en su programa.
No. El que el Partido Popular actúe de la mencionada manera, cosa que ya se intuye o se ve que está haciendo sin falta de ganas, en modo alguno puede considerarse un gesto de reafirmación, de seguridad. Tampoco ni siquiera puede interpretarse en clave de soberbia; sería un disparate, porque Feijoo, el 28M ni ha barrido ni ha arrasado nada ni a nadie, y el previsible tsunami azul se ha quedado en fuerte marejada.
En el fondo, esta errática actitud que asoma se debe a los complejos de siempre de un centro-derecha que teme más que al hambre que se le identifique con unas políticas radicales, extremistas o reaccionarias como las que en el propio PP piensan equivocadamente que representa VOX.
No, VOX no es el enemigo ni el adversario. Es (hoy aún más), la derecha indispensable. Y de que el PP se entere y lo admita mirando más allá de su ombligo dependerá, exactamente, la estabilidad institucional de España, al menos, para el próximo lustro.
Coda: ¿Alguien ha pensado en Génova, por cierto, que si los deberes del PP estuviesen bien hechos, y claros, y se propusiese a los ciudadanos del centro a la derecha lo que los ciudadanos del centro a la derecha esperan del PP sería precisamente VOX quien se quedaría sin apenas sitio, sin apenas votos?