Como examina Eunsook Yang, en su trabajo “The two Koreas´ Relations with China: Vision and Challenge”, UNISCI Journal, Nº 52, 2020 pp. 69-85, la relación entre China y las dos Coreas es compleja y presenta ambigüedades. Una Corea unida podría parecer problemática para China si desde Pekín no se tutela el proceso.
No obstante, más allá de las consideraciones geopolíticas de la actualidad, el modelo chino ofrece alguna valiosa lección para Norcorea. De China y más concretamente de su líder Deng Xiaoping, Corea del Norte puede aprender que la descolectivización agraria mejoró la productividad y acabó con las hambrunas y la miseria de la época maoísta. Todavía hoy un tercio de la población norcoreana trabaja en el campo y en las granjas, bajo unas condiciones muy precarias debido al colectivismo.
Por tanto, Corea del Norte necesita introducir un sistema de recompensas y de mérito como el chino, basado en la productividad y en la competencia. Los norcoreanos son trabajadores eficaces y disciplinados, pero el sistema no los premia. Podrían adquirir una mentalidad empresarial si contaran con un entorno jurídico y mercantil como el chino, que les posibilitara desarrollar esa capacidad. Por ejemplo, algunos norcoreanos que emigraron al sur han tenido un extraordinario éxito empresarial, como el fundador de Hyundai (v. Richard Steers, Made in Korea: Chung Ju Yung and the Rise of Hyundai, Routledge, 1999). En consecuencia, si el entorno político cambia y se levantan las sanciones, existe potencial para el desarrollo privado en Corea del Norte.
También hay que tener en cuenta que, aunque el modelo chino puede ser un ejemplo valioso hasta cierto punto, el país se está volviendo un lugar cada vez más difícil para las empresas occidentales en los últimos años, más allá de las medidas restrictivas por la pandemia que remitieron a finales del pasado año. Las tensiones en Hong Kong y en el estrecho de Taiwán son precedentes de lo que podría pasar en su relación con Corea de Norte si Pyongyang girara hacia otro modelo fuera de la órbita de Pekín.
Como sostiene Camila Patiño, en su trabajo “La importancia de Corea del Norte para China”, Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, Vol. 13, Nº 2, 2018, pp. 153-185, las acciones de China en apoyo a Corea del Norte -sobre todo en el ámbito económico y político-, no están supeditados al alejamiento norcoreano de las normas y estándares del sistema internacional, sino a la estructuración de una península coreana estable, con un aliado que le permita un equilibrio de poder geopolítico no dependiente de otras potencias.
Hay una larga y compleja historia entre Corea y China, y obviamente China no quiere que EE.UU. adquiera más influencia en la península coreana de la que ya tiene en el sur. Cabe recordar que, en territorio surcoreano, la fuerza de EE.UU. (USFK) cuenta con alrededor de 37.500 efectivos. A tan sólo 100 km de la frontera norcoreana se encuentra su mayor base militar en el mundo, Camp Humphreys, con misiles Patriot desplegados y el aeródromo con mayor actividad del ejército de tierra estadounidense en Asia (La Razón, “La mayor base militar de EEUU sigue creciendo a solo 100 kilómetros de Corea del Norte”, 12 de noviembre de 2021). Desde el mandato de Trump, Corea del Sur está obligada a aumentar "sustancialmente" el importe por tener la protección de las tropas estadounidenses, pues como recordó el expresidente: “Corea del Sur es una nación muy rica que ahora siente la obligación de contribuir a la defensa militar provista por EE.UU.” (v. Globalsecurity.org, “U.S. Forces, Korea”).
Tampoco resultaría sencillo que Pekín pactara con Pyongyang la entrada de tropas chinas en su territorio, pues como indica Oriana Skylar Mastro, en su artículo “Por qué China no va a rescatar a Corea del Norte: qué esperar si todo se desmorona”, Foreign affairs: Latinoamérica, Vol. 18, Nº 3, 2018, pp. 34-41, la presencia de tropas chinas y estadounidenses en la península de Corea elevaría el riesgo de una guerra total entre China y EE.UU., algo que ninguna de los dos superpotencias quiere. Sin embargo, paradójicamente, y dadas las preocupaciones de China por el programa nuclear de Corea del Norte, las dos potencias podrían descubrir que tienen intereses comunes.
Un posible escenario estratégico podría ser que Corea del Norte se abriera a trabajar con el exterior a través de asociaciones con empresas surcoreanas y chinas. De ese modo, Corea del Sur y China exportarían productos fabricados en Corea del Norte permitiendo así su aceptación o reconocimiento internacional, avivando la perspectiva de la reunificación mediante la integración de las cadenas productivas, logísticas y comerciales. Facilitar el acceso de Corea del Norte a la comunidad empresarial mundial debería ser prioritario para reducir la tensión regional y al mismo tiempo favorecer el desarrollo social de la población norcoreana. El mejor socio de Corea del Norte para esto no puede ser otro que Corea del Sur, aunque también China, por representar mercados de demanda cercanos y fáciles para sus productos.
En cualquier caso, todo ello únicamente será posible si el régimen norcoreano se reforma y abre al exterior su sistema económico, hasta la fecha completamente aislado, desfasado e ineficiente. Quizá el mandarín Xi, pragmático y desconfiado de la dinastía Kim, no pueda considerarse un amigo, pero por la cuenta que le trae a Pyongyang, el régimen norcoreano debería tomar nota de lo que sí ha funcionado en China para generar desarrollo y riqueza.
* Este texto es un extracto de la ponencia del autor en el Seminario Internacional: “Regaining trust with the other side through sustainable win-win trade”, organizado por International Leadership Conference 2022 UPF’s Northeast Asia Peace Initiative (25 de junio de 2022).