Vayamos directamente a lo esencial. ¿Cree que Vox es un partido de ultraderecha?
En muchos debates cuando tertulianos o políticos de izquierda decían que Vox era un partido ultraderechista o fascista, yo les preguntaba que a cuál Vox se referían, si al de ahora o al de su nacimiento. Les dejaba totalmente despistados.
Porque este partido nació en el espacio electoral de Jose María Aznar, pero a partir de septiembre de 2014, cuando Santiago Abascal llega a presidirlo, abandona esa línea.
Por eso digo que este libro va dirigido para que el público de izquierdas no crea todo lo que dicen de Vox (ya que no es un partido fascista), y para que el público de derechas sepa lo que en realidad hay detrás de Vox (ya que no es ahora un partido liberal-conservador).
El libro lo comienzo con un título cuanto menos chocante: «Lo que me gusta(ba) de Vox», de donde se puede deducir que soy de los que cree que en Vox se ha producido un cambio radical, nunca mejor dicho.
«Este libro muestra a los votantes de izquierda lo que no es Vox y a los derecha lo que sí es Vox»
¿Qué quiere decir con que abandona esa línea?
Pues que el Vox que se desprende de Ignacio Camuñas (fundador de la UCD de Adolfo Suárez), Jose Luis González de Quirós y Alejo Vidal-Quadras ya no es un partido liberal. Camuñas en sus inicios escribe una réplica a ‘El País’ aclarando por qué no era un partido de ultraderecha. Esa gran contestación que dio ahora mismo no tiene ninguna validez.
Desde luego que no es un partido fascista. Calificar así a tu adversario político es algo que detesto porque me parece que es caer en la banalización del mal, que decía Hannah Arendt. Vox no es un partido fascista sobre todo porque su política económica no es tan intervencionista y porque acciones como las del impuesto a la Banca que llevó a cabo Giorgia Meloni (aunque luego suavizó por presiones) sería impensable en este partido. Y porque además si realmente fueran fascistas habrían respondido con violencia a los muchos ataques físicos que han recibido en campaña, y a lo mejor yo tendría que ir escoltado a las presentaciones de mi libro.
«Si Vox fuera fascista habría respondido con violencia a los muchos ataques físicos que ha recibido en campaña»
¿Entonces lo ubica en la extrema derecha más clásica?
Sí. Parte de una derecha radical a la que podríamos poner como antecedente a José Calvo Sotelo, pero se va nutriendo de tantos candidatos provenientes de Fuerza Nueva y organizaciones neonazis como Cedade, Democracia Nacional o Movimiento Social Revolucionario, que no queda otra que pensar que ha cruzado esa línea.
Pero en el Europarlamento forma Grupo con los Conservadores y Reformistas Europeos.
Pero ese Grupo ya es muy heterogéneo. Ya no están los ‘tories’ británicos, y en cambio están los Hermanos de Italia (que provienen del fascista MSI), o partidos muy a la derecha como Demócratas de Suecia y Solución Griega, o los nacionalcatólicos polacos de Ley y Justicia. Es tan heterogéneo que hasta Nueva Alianza Flamenca —que es valedora de Carles Puigdemont— forma parte del Grupo. Y el partido de Viktor Orbán, por ejemplo, no está aquí, sino que pertenece al Partido Popular Europeo.
Lo peor de Vox quizá sean sus amistades peligrosas.
«Los referentes internacionales de Vox son Le Pen, Salvini, Meloni, Orbán, Bolsonaro, la hija de Fujimori, simpatizantes de Pinochet»
¿A qué se refiere?
A que mantiene relaciones muy amistosas con Le Pen, Salvini, Meloni, Orbán… Son sus referentes en esos países. Y toma algunas ideas de esos partidos.
Pero si nos vamos a Iberoamérica, sigue por el mismo camino, Bolsonaro, los herederos de Pinochet en Chile, con el partido del fundador de los escuadrones de la muerte en El Salvador, con la hija de Fujimori. Dime con quién andas y te diré quién eres.
Esto demuestra que el viaje a la ultraderecha de Vox viene de lejos. Además sus ‘think tanks’ son escuelas de pensamiento ultra.
¿Quiere decir que son escuelas para crear nuevos ultras?
A tanto no me atrevería a decir. No son ni muchos menos las Napolas (internados de segunda enseñanza de las Juventudes Hitlerianas), pero la Fundación Disenso (por cierto, homónima de una asociación universitaria de los años 90 ligada a la organización neonazi Bases Autónomas) y sobre todo el Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) —fundado por Marion Maréchal (nieta del fundador del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, y sobrina de la actual líder Marine Le Pen)— están orientados a dar caché intelectual a posiciones muy extremistas.
Si Vox saca a sus liberales del partido, introduce ultras entre sus candidatos, establece relaciones preferenciales a ambos lados del Atlántico con partidos ultras, tiene ‘think tanks’ con conferenciantes extremistas, crea un sindicato para ‘obrerizar’ su mensaje… Pues está claro hacia dónde se quiere dirigir.
Y además usted sugiere que El Yunque está detrás de Vox.
No oí hablar de El Yunque hasta hace dos años que empecé a interesarme por el tema. De hecho, en los años 90 cuando era estudiante universitario conocí a gente de una asociación llamada Testimonio 2000, de los que creía que eran del Opus Dei, y resulta que es una organización a la que se le vincula con El Yunque.
Hay mucha confusión en cuanto a la relación de organizaciones católicas con El Yunque. Yo las veo como víctimas frente a una organización no católica que se aprovecha de ellas para nutrirse sobre todo de jóvenes.
Al tratarse de una sociedad secreta es muy difícil escarbar, pero son varios los exdirigentes de Vox que dejan caer que «Vox golpea como un yunque».
En las fuentes que he manejado para este trabajo hay listados de miembros de Vox de los que se dice que son juramentados de El Yunque. Yo no me he atrevido a incluirlos porque tengo dudas de su veracidad, sin embargo, sí he incluido listados de candidatos de Vox que forman parte de organizaciones satélites de El Yunque. Y por supuesto también incluyo listado de candidatos de Vox que han militado en las organizaciones ultras a las que me refería al principio de la entrevista.
«En Vox domina la ultraderecha rancia en su sentido más amplio, y eso incluye al legado de Fuerza Nueva y a la influencia de El Yunque»
¿Cree que cohabitan corrientes dentro de Vox?
En general los partidos no son monolíticos, pero tampoco hay corrientes muy definidas, y menos en los partidos tan centralizados como es el caso de Vox. Difiero mucho de que haya una corriente falangista y ‘opusina’ —no tiene ningún sentido que fuera la misma, por las notables diferencias entre Falange y el Opus Dei— que domina en el partido a través de Jorge Buxadé.
Sí creo que hay un sentimentalismo hacia Falange por parte de algunos dirigentes de Vox, pero como lo pueda haber sobre Marx en un partido socialdemócrata. Pero Falange y Opus son como el agua y el aceite. Más bien pienso que en Vox domina la ultraderecha rancia en su sentido más amplio y eso incluye al legado de Fuerza Nueva, el nacionalcatolicismo y al trumpismo, y en este último precisamente tiene mucho que ver la influencia de El Yunque.
Vox ha comprado todo el discurso ultra.
¿En qué consiste ese discurso?
Freno a la inmigración —sobre todo africana y musulmana, no tanto con la hispanoamericana—, teoría del gran reemplazo, inexistencia del cambio climático, lucha contra las reivindicaciones LGTBIQ+, negación de la violencia de género, grandes restricciones al aborto, prohibición de la eutanasia, críticas a la Agenda 2030 sin especificar los supuestos aspectos negativos de cada uno de los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS).
«El discurso de Vox no se lanza por torpeza sino para tensar, igual que hace la extrema izquierda»
¿Pero no le parece evidente que hay un problema de inmigración en Europa, que hay discursos políticamente correctos respecto a gays y el tema de género, y que se frivoliza sobre el aborto y la eutanasia?
No tengo reparos en contestar que sí a todo lo que me plantea. De todo ello lo más difícil es cómo dar respuesta a la inmigración, controlando que no entren delincuentes, y a la vez no ser inhumanos con quienes huyen del hambre, la pobreza y la guerra.
Pero, el discurso de Vox no se lanza por torpeza sino para tensar, igual que hace la extrema izquierda. Yo no simpatizo con el ‘colectivo’ LGTBIQ+, porque homogenizan a un grupo amplísimo y heterogéneo simplemente por su orientación sexual. Pero sacar una lona y tirar a la papelera a ese ‘colectivo’ lo considero una afrenta a todos los gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, etc., pertenezcan o no a organizaciones del ‘colectivo’.
También creo que es más acertada la expresión violencia machista que la de género, pero Vox no reconoce ninguna de ellas cuando no es capaz de ponerse detrás de una pancarta que dice «Contra la violencia machista» después de que hayan asesinado a una mujer.
Sobre el aborto desconozco el discurso oficial de Vox, pues algunos dirigentes hablan de volver a una ley de plazos y supuestos —que comparto— y otros a una restricción mucho mayor, que mostraría una gran falta de empatía hacia mujeres y sus familiares en situaciones muy dramáticas y límites.
En cuanto a la eutanasia creo que es un caso muy diferente. Pues en el aborto la mujer decide por ella y por el feto, pero en el de la eutanasia en principio uno decide sobre sí mismo. Aunque incluso en la eutanasia habría que tener cuidado con que no se fomentase una presión social y familiar sobre enfermos para que ‘decidan’ quitarse de en medio. Pero muy diferente es regular la eutanasia a no contemplarla en ningún caso, como pretende Vox.
¿Cree que a Vox le pasará como a los otros nuevos partidos, que desaparecerá?
Pues creo que sí por aquello que decía Albert Einstein: «es una locura hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes». Y sigue las mismas pautas que UPyD, pero sobre todo que Podemos y Ciudadanos: desplazan a los de mayor valía, dejan a los ‘aprietabotones’, no cuidan la autonomía de las agrupaciones locales, ponen y suprimen primarias a su antojo, no cumplen con la regeneración política que pregonan…
Con 57 diputados y gobernando en varias CCAA, quién iba a pensar que Ciudadanos cuatro años después no tendría ni un solo diputado nacional y sólo uno autonómico (al que para colmo le han abierto expediente de expulsión). Pues con 33 diputados, Vox está más cerca del fracaso absoluto, pero ahora no lo verán los que están dentro.
«Doy por hecho que EH Bildu, ERC y Junts son partidos abominables. Y el gobierno de Pedro Sánchez ha sido el peor. Pero todo ello no impide que se advierta de cómo es Vox»
Usted se ha manifestado mucho contra Pedro Sánchez y Podemos. Estando a las puertas de un gobierno Frankenstein corregido y aumentado, ¿no cree que no es el momento de criticar a un partido del otro bloque?
A mí no me valen argumentos como el ‘y tú más’. Soy muy purista. Immanuel Kant decía «hágase justicia aunque perezca el mundo», en un discurso que precede a la ética de la convicción. Aparte de todo lo que he dicho en esta entrevista sobre cuestiones ideológicas, en el libro hablo de la opacidad en las cuentas de muchas de las organizaciones que en realidad forman una especie de holding empresarial alrededor de Vox.
Por poner un ejemplo, creo que es de justicia advertir a los votantes cristianos y a los liberales que las alianzas internacionales de Vox y su política migratoria son incompatibles con la doctrina social de la Iglesia y con la libertad.
Doy por hecho que EH Bildu —que no tiene reparos en incluir etarras en sus listas, incluso a asesinos—, ERC y Junts son partidos abominables. Y considero que el gobierno de Pedro Sánchez con sus socios —Yolanda Díaz entre ellos— ha sido el peor desde la reinstauración democrática. Pero todo ello no impide que se advierta de cómo es Vox en realidad.
¿Cómo ve la investidura o las investiduras?
Estoy convencido de que Alberto Núñez Feijoo la perderá. Pero ha sido el ganador de las Elecciones y le corresponde ser el primero en intentarlo.
Y no soy muy optimista en que Pedro Sánchez vaya a fracasar. Lamentablemente dará todo lo que le pidan los separatistas, prófugo incluido. La única esperanza que nos queda es que les mienta y después no cumpla, pero me temo que no caerá esa breva.
Una vez investido presidente estaremos cerca de cuatro años esperando que ese gobierno dure poco, pero el tiempo se irá alargando hasta casi cumplir la legislatura.
«Una repetición electoral no mejoraría los resultados de la derecha»
¿No contempla la repetición electoral?
Lo veo difícil tal y como es Sánchez, que cederá todo lo que haga contentar a los separatistas. De todos modos, una repetición electoral no cambiaría mucho el panorama. Seguramente continuaría el desinfle de Vox —el mismo Javier Ortega Smith asumía esa posibilidad tras la marcha de Iván Espinosa de los Monteros— que recogería el PP. Pero el cambio de voto de un bloque a otro casi sería inexistente. Si acaso se irían votos hacia la izquierda porque algunos centristas dejarían de apoyar a un PP que ya lleva 6 CCAA cogobernando con Vox. Tanto si fueran a la abstención como a la izquierda, la correlación de fuerzas inclinaría la balanza ligeramente hacia la izquierda.
Ciudadanos ahora dicen que si hubiese repetición electoral sí se presentarían, volviendo hacer gala de esa ‘veleta naranja’ de la que hablaba precisamente Abascal. Y además ahora renuncian a la etiqueta liberal, con la fractura que provocó en 2017 tomar la decisión de quedarse solo con la pata liberal y renunciar a la socialdemócrata. La verdad es que no creo que la presencia de un partido zombi cambiase el reparto de escaños ante una eventual repetición electoral.
¿No le parece que en el libro cuenta demasiado de su experiencia en Ciudadanos para ser un libro sobre Vox?
Es que me parece que, aparte de cuestiones ideológicas, es muy importante dar a conocer cómo los partidos nuevos son solo ‘regeneradores’ de boquilla.
Cuando estaba en UPyD traté de tender puentes con el incipiente Movimiento 15-M porque en cuestiones de adelgazar la administración, lucha contra la corrupción, transparencia y rendición de cuentas… coincidíamos. Para mí la regeneración era lo más importante en política porque condiciona el resto de lo que sea haga.
Pero cuando nació Podemos y acaparó ese movimiento en seguida se vio que la regeneración no era prioritaria para ellos. Pero es que ha sido el traje de gala de todos ellos, Podemos, Ciudadanos y Vox. Y todos lo han dejado en el armario.
«Es necesario un nuevo partido moderado con vocación de bisagra y la humildad para no caer en la tentación de querer ‘sorpassar’»
¿Será posible un nuevo partido regenerador?
No lo sé, porque además en cada fracaso hay también una desilusión que hace más difícil esa construcción. En cierta medida UPyD acabó siendo un pequeño fiasco. Y Cs ha sido, no ya un gran fiasco, sino un enorme fraude electoral.
Así que no sé si será posible un nuevo partido moderado con vocación de bisagra y la humildad para no caer en la tentación de querer ‘sorpassar’, pero desde luego no tengo dudas de que es necesario.
Gonzalo Sichar lanzará a las librerías el próximo 21 de septiembre su último libro "Vox, la fuerza nueva del Yunque".
La mayoría de los medios de comunicación ha presentado a Vox desde sus inicios como un partido de ultraderecha o fascista. Poco se tenía en cuenta que entre sus fundadores hubiera centristas como Ignacio Camuñas, uno de los que también había fundado UCD.
Los defensores de Vox lo califican de constitucionalista frente a quienes «quieren romper España». Pero a Vox también se le acusa de anticonstitucionalista por querer suprimir las CCAA.
Gonzalo Sichar comienza esta investigación sin ningún tipo de prejuicio, sin una idea preconcebida, abierto a encontrarse lo que le deparen los datos. Abre incluso con un capítulo muy provocador, «Lo que me gusta(ba) de Vox», donde analiza si las 100 medidas urgentes de Vox destilan pestilencia a ultraderecha.
Pero este autor, que trató personalmente a Santiago Abascal antes de fundar Vox, disecciona cómo el partido se desprende de sus primeros líderes, todos ellos liberal-conservadores. Y cómo no sólo eso, sino que ha ido incluyendo en sus listas a una retahíla de ultras procedentes de Fuerza Nueva y de las organizaciones que fueron surgiendo tras la desaparición del partido de Blas Piñar en 1982. Y no pocos provenientes de organizaciones neonazis.
Y otra vía que podría conectar a Vox con la ultraderecha, en este caso conservadora, es a través de la sociedad secreta El Yunque y de sus organizaciones pantalla.
Pero la vinculación de Vox con la ultraderecha no se limita a ello. Sus relaciones exteriores, en Europa y en Iberoamérica, son casi exclusivamente con partidos de extrema derecha.
En definitiva, es un libro para mostrar a la izquierda lo que no es Vox, pero también a la derecha lo que sí es Vox
Además Sichar aprovecha, por su antigua pertenencia a Ciudadanos, para comparar y plasmar cómo los partidos ‘regeneradores’ no presentan todas sus cuentas, crean estructuras paralelas mercantiles, empresas de sus dirigentes facturan al partido, mezclan el dinero de los grupos políticos con el del partido... de todo menos regeneración.
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