Análisis y Opinión

Palestina, un conflicto enquistado

· El Islam no reconoce independencia ni igualdad para los judíos

César Alcalá | Viernes 13 de octubre de 2023
Para los nacionalistas árabes Israel es una de las más peligrosas bolsas de resistencia imperialista contra la lucha de los pueblos y debe ser liquidado. Los dirigentes de los grupos terrorista árabes, como Hamas o Fatah han apelado a los dirigentes religiosos islámicos que declaren su guerra contra los judíos como una yihad. Para ellos es preciso librar una guerra santa para establecer una república secular. Y estos dirigentes religiosos les han hecho caso. Los palestinos forman un grupo distinto entre los árabes y no se sienten en su elemento en los países árabes vecinos. Entre los refugiados se ha establecido un estado de ánimo que estigmatiza la asimilación de en las sociedades árabes como un acto de deslealtad. Los palestinos son panarabistas, pero su relación con los estados árabes no siempre les ha hecho sentir afecto hacia estos estados, pues no les faltaban resentimientos contra ellos. Y esta es una realidad. Solo hay que recordar la crisis de 1970, cuando Jordania asesinó a más palestinos que Israel en la guerra del Yom Kipur. Recordémoslo. Los beduinos de Husein dieron muerte a más de 3.600 personas, El ejército jordano mató más palestinos de los que había matado Moshe Dayan en 1967.

El sionismo llegó a Palestina y, en ningún momento, estuvo en sus planes expulsar a los árabes. El sionismo esperaba establecer un Estado judío, pero, cuando Theodor Herzl fracasó en su intento de obtener una carta internacional para tal Estado, los sionistas se limitaron a la adquisición de tierras para su cultivo. Estas tierras fueron compradas a los árabes, no tomadas a la fuerza.

Los judíos habían vivido en Palestina desde tiempos inmemoriales. Y la llegada de colonos judíos procedentes de Europa tampoco obstaculizó la lucha árabe por la autodeterminación. Hasta los años 60 y 70 del siglo pasado, con la aparición en escena de la OLP y Arafat, no hubo ningún movimiento nacionalista árabe popular, ni tampoco ninguna lucha de autodeterminación.

Los árabes palestinos daban pocas pruebas de especial apego al país, y muchos de sus propios dirigentes vendían tierras, incluso mientras protestaban de ellos ante el exterior. Los ingleses, como los judíos, propusieron en los años veinte del siglo pasado soluciones que fueron rechazadas por dirigentes extremistas árabes. Se produjeron disturbios y matanzas. La intransigencia árabe forzó la partición y la creación de un Estado judío.

Los dirigentes árabes no quisieron participar con las resoluciones de las Naciones Unidas. Rechazaron el plan para la construcción de un Estado palestino separado, y atacaron esta propuesta. Durante el conflicto la sociedad palestina, que nunca había sido fuerte, se disgregó. La mayoría de las familias reocas se marchó del país. Buscaron la tranquilidad en Egipto, Siria y Líbano. Abandonaron la carga de la lucha y el sacrificio a los obreros, aldeanos y clase media. Estos factores, junto con el miedo colectivo, la desintegración moral y el caos en todos los terrenos, acabaron desplazando a los árabes de Tiberiades, Haifa, Jaffa y decenas de pueblos. Si los palestinos fueron desplazados, la mayoría se desplazaron a sí mismos.

Un viejo mito occidental sostiene que la causa de Palestina une a los Estados árabes cuando están divididos en todos los demás puntos. Sería más exacto decir que, cuando los árabes se hallan dispuestos a cooperar entre sí, esto tiende a encontrar expresión en un acuerdo para evitar toda acción sobre Palestina, pero que, cuando deciden querellarse, la política de Palestina se convierte raídamente en tema de disputa. La perspectiva de que uno u otro gobierno árabe pueda provocar unilateralmente hostilidades con Israel suscrita en otros temores por su propia seguridad, o la menos, por su reputación política.

La realidad es que no fue como su existiera en Palestina un pueblo palestino que se considerase a sí mismo pueblo palestino, y que los judíos hubieran llegado y los hubieran expulsado, arrebatándoles su país. Los palestinos no existían. Esta es la realidad.

Como dijo Golda Meir “podemos perdonar que maten a nuestros hijos, pero nunca perdonaremos que nos hagan matar a los suyos. El día que los árabes quieran a sus hijos tanto como nos odian a nosotros, habrá paz en Oriente Próximo”: