Por tanto, no puede chocar que ante una atrocidad masiva como la perpetrada por la organización asesina Hamás hace ya dos semanas, no se haya puesto la mirada en clave de compasión en quienes han padecido esos crímenes repentinos sino, muy por el contrario, en la “temible represalia” y hasta el “acto de venganza” que ‘Israel y los judíos’ se disponían a consumar. “¿Hasta dónde llegará la sed de sangre de Tel Aviv?”, se preguntaba una mentecata y malvada, una boba profesora (parece ser) de Universidad.
Y éste, en efecto, sí que es un problema grave. No ya las masas más o menos adoctrinadas, adocenadas e infiltradas de ignorantes o de idiotas sino personas que han leído algunos libros incluso y que forman parte de lo que se da en llamar “mundo académico”, que exhiben gratuitamente su odio, su bilis y su antisemitismo, criminalizan al Estado de Israel y al pueblo judío y, por supuesto, pasan por alto, como si hubiesen sido invisibles o imaginarias, las atrocidades de los genocidas salafistas de Hamás.
La batalla contra el antisemitismo es la batalla por la libertad, por la igualdad, por el respeto y la convivencia, incluso por la preservación de unos principios morales universales básicos, dada la persecución que han sufrido tantos millones de personas en tantos siglos por razón de su religión y cultura, de su fe y sus creencias.
El hecho de que ciertos ‘hooligans’ de los que tienen plaza universitaria (sea ganada o directamente, como tantas, por un simple enchufe) nieguen el derecho de autodefensa, nieguen la reacción legal y legítima a una oleada de secuestros y de asesinatos masivos (incluidos de mujeres, niños, jóvenes y ancianos) tiene mucho que ver con una fanatización y un sectarismo general que anida en la extrema izquierda, del que deplorablemente no se ha librado buena parte del “mundo universitario”, ciego de ciencia y esclavo de la ideología: la pura excrecencia intelectual.
Es un claro signo inequívoco y fatal de generalizada decadencia cultural que, en un país como el nuestro ya con cincuenta millones de habitantes, y más allá de la influencia del gobierno de tintes antisemitas que padecemos, exista un segmento importante de la sociedad, poco instruido, que valide y aplauda los asertos pseudo-científicos y pseudo-históricos de unos presuntos analistas, en el fondo, embozados y oprimidos en sus neuronas… por una pañoleta palestina.