Análisis y Opinión

La brecha

· Por Julio Bonmatí, observador de masas

Julio Bonmati | Domingo 10 de diciembre de 2023
Todos, el primero el que escribe, en más de una o como mínimo en alguna ocasión resultamos ser más pazguatos que la media aritmética, y la única salvación que nos queda a este respecto para garantizar la mayor probabilidad en su evitación es en primer lugar tomar plena consciencia de ello para a continuación inmediatamente y en segundo lugar pasar a aplicar como norma de conducta previa a la acción la prudencia que nace de la observación; solo así se elude que tales ocasiones se reiteren hasta el punto de anclarnos de manera permanente y merecida a la etiqueta del “Abundio de la reunión”.

La prudencia que nace de la observación es útil por dos razones la primera porque nos aleja de incurrir en el error particular y propio, ese del que jamás se está totalmente a salvo por nuestra humana condición, y la segunda porque también ayuda a esquivar caer siempre a la diestra o a la siniestra del zopenco, pues si las consecuencias de los actos de este te salpican y arrastran la media simple o el promedio en posesión de estulticia e idiocia en tu caso también ves cómo se aleja por abajo.

Y la mejor manera de reconocer al mentecato es observarlo para ver si al tener que actuar obligado por las circunstancias, distingue el estar frente a un problema en tanto que este presenta una situación que ineludible e inexcusablemente debe de una u otra forma ser resuelta y cuyo objetivo es encontrar una solución válida; del estar frente a un dilema en tanto que la situación que plantea este último pivota sobre la dificultad de escoger entre opciones igualmente indeseables y cuyo objetivo por tanto es entonces el de meramente tomar la decisión que comporte el menor daño tanto para uno mismo como para los demás.

Nadie, absolutamente nadie sirve para resolver todos y cualesquiera de los problemas posibles, y por aquello del hoy por ti y mañana por mí, hasta ahí todos valemos lo mismo lo que obviamente no implica que todos valgamos para lo mismo. Además resolver un problema consiste en reducir hasta su desaparición una brecha que temporalmente impide una deseable normalizada continuidad, y entre otras capacidades requiere conocimiento, ingenio, predisposición resolutiva y esfuerzo; y ser ignorante, torpe, dubitativo y perezoso ciertamente no te facilitará alcanzar grandes metas pero tampoco te convierte automáticamente en un destacado cenutrio con derecho a unos minutos de telediario.

Pero ante el dilema, donde solo se exige elegir entre lo malo y lo peor, no hay ruptura ninguna que eliminar en el normal proceso secuencial que a todos nos envuelve; y en este caso para no parecer un inmaduro majadero basta tener claro que no se puede sorber y soplar al mismo tiempo, que esta mano no has ligado juego, que toca fastidiarse si o si y que ahora aunque no te guste, para abreviar el trámite, no hay otra que cuanto antes elegir lo menos perjudicial para no ser un enciclopédico necio.