Exterior

Argentina: giro de 180º

MILEI JURA SU CARGO COMO PRESIDENTE DE ARGENTINA

· Por Pablo Sanz Bayón, Profesor de Derecho Mercantil, ICADE

Pablo Sanz Bayón | Lunes 11 de diciembre de 2023
Como sucede con todas las elecciones presidenciales con un resultado disruptivo, la producida en Argentina con la victoria de Javier Milei supone no sólo un terremoto de índole interno que pone fin al peronismo, sino también un seísmo de carácter geopolítico. Un temblor de gran magnitud que implica un cambio de posicionamiento internacional para un país arruinado pero que tiene capacidad de volver a jugar un papel determinante en el devenir del continente sudamericano. La llegada al poder de un supuesto outsider tan histriónico como Milei se explica sencillamente porque la situación de la sociedad argentina lleva tiempo siendo muy desesperada. Una sociedad devastada por una hiperinflación ha suplicado urgentemente un cambio. El discurso de Milei, propagado a golpe de eslóganes panfletarios y soflamas televisivas, podrá gustar o no, pero ha sido coherente y claro, sin dobleces. Su carga ideológica es netamente anarcocapitalista, aunque podría a veces confundirse con la de un programa liberal. Cuestión diferente es que la sociedad argentina se haya querido autoengañar optando por un discurso de este cariz. Un autoengaño que no sería por otra parte algo extraño al ethos social argentino, en la línea del psicoanálisis freudiano que tanto se cultiva en los divanes bonaerenses. Para Freud, el autoengaño es un mecanismo de defensa. Y lo que ha hecho el electorado argentino ha sido defenderse del peronismo, quizá autoengañándose con Milei.

Aunque la sociedad argentina se puede haber mentido otra vez a sí misma, en una situación tan límite como la experimentada, no tenía mejor opción si la alternativa era seguir siendo estafada y depredada por el peronismo. El giro derechista que dará Argentina con Milei supondrá en un primer momento un cierto revulsivo para el país, pero las consecuencias de esa dinámica liberalizadora y privatizadora, jalonada de altas dosis de populismo, una vez consumada, significarán ceder soberanía a estructuras de poder del mundo anglosajón, sobre todo si la dolarización completa de la economía argentina se lleva a término.

Milei, al igual que todos los populistas, tendrá tiempo de echar echar balones fuera si las cosas no salen como las tiene previstas. Tendrá buenas excusas al comienzo porque la herencia de los “zurdos” es tóxica. Pero su éxito a nivel interno se juzgará por su grado de cumplimiento a la hora de deshacer efectivamente las redes clientelares del peronismo, adelgazar eficazmente un Estado mórbido, mediante una dieta pro-mercado y pro-competencia, insuflando aire fresco en el seno de una sociedad mafiosa, repleta de burocracia y poseída por oligarquías y masas apesebradas. Si Milei cumple con lo prometido privatizará empresas estratégicas, y en un contexto como el que vive actualmente Argentina, esto las pondrá a tiro de compra de las grandes corporaciones angloamericanas. Gestionar esta desposesión de la soberanía nacional y económica no será sencillo y podría generar un enorme conflicto social, máxime si decide privatizar y vender YPF y Aerolíneas Argentinas y otras empresas públicas.

En todo caso, todavía es pronto para saber si las promesas de quien fuera candidato serán realizables y en qué medida. También es pronto para saber cómo responderá la calle ante los previsibles recortes presupuestarios que el ya hoy recién estrenado presidente pretende acometer. Lo que sí parece evidente es que la sociedad argentina ha votado contra el peronismo-kirchnerismo. Lo ha castigado y desalojado de la Casa Rosada, y esto tiene unas consecuencias directas en el reset financiero que necesita Argentina y en su dimensión geopolítica.

Las primeras aproximaciones de Milei hacia Washington ya atisban un cambio radical de orientación. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ante las reformas que efectuará el gobierno de Milei, serán a buen seguro más comprensivos para la refinanciación de su deuda y facilitarán unas condiciones más favorables para los nuevos créditos. Ahora bien, respecto a los amos del capital de Wall Street y de La City ¿se creerán los grandes fondos y bancos de inversión estadounidenses y británicos las promesas hechas por Milei sobre la hipotética privatización de empresas estratégicas sobre las que cobrarse el precio de sus favores? Los recurrentes guiños de Milei al lobby judío y para con la ideología sionista presagian un alineamiento no sólo financiero o de afinidad cultural, sino también y sobre todo geoestratégico, tanto a nivel atlantista-anglosajón, como con las élites del Estado de Israel. Milei va a posicionar decididamente a Argentina en uno de los vagones delanteros de Occidente que encabeza la locomotora angloamericana (EE.UU. y Reino Unido) junto a Israel.

Milei ha sido capaz de ganar las elecciones concitando adhesiones dentro de la derecha antiperonista argentina, introduciendo a alfiles de Macri dentro de su equipo. Esto le proporcionará la consistencia y experiencia suficiente que ni su partido ni él tienen para afrontar las súplicas y ruegos que su gobierno habrá de hacer ante la plutocracia bancaria internacional, con la que deberá entenderse en mejores términos que los gobiernos peronistas si quiere vender algún logro tangible ante su electorado. Las prerrogativas que obtenga no serán gratis, claro está. El precio, ya lo estamos comenzando a ver, será alinear a la república sudamericana con la política exterior de Washington, de ahí la escenificación simpática de Milei con Zelenski, que desde hace casi dos años encarna el drama de Ucrania y de una guerra por delegación (proxy war) cuyo desenlace dependerá de las pretensiones y prioridades del hegemón americano y de sus encajes presupuestarios para inyectar capital a los contratistas del Pentágono. Ucrania y Argentina son en cierto modo países “hermanados” porque su suerte financiera depende completamente de la agenda que se dicte para ambos en el seno de los centros de poder de la denominada “Anglosfera” (compuesta por la tríada Washington-Nueva York-Londres).

Ahora bien, la sumisión de la Argentina de Milei a los designios de la Anglosfera mediante la proyectada dolarización de su economía no es una tarea sencilla ni exenta de riesgos. El hecho de que desde varias instancias oficiales se haya frenado inmediatamente la expectativa sobre el cierre del Banco de la República, como se había anunciado en la campaña electoral, ya revela que el objetivo de dolarizar el país y ceder la soberanía monetaria a la Reserva Federal estadounidense no es una operación que pueda ejecutarse sin una planificación adecuada por ambas partes.

Tampoco están claras las contrapartidas que tendrá que ofrecer y garantizar Argentina a cambio de la asistencia financiera que Milei a buen seguro conseguirá de Washington en una primera fase. Es bien sabido que desde hace varias décadas no pocos fondos de inversión angloamericanos tienen la mira puesta en los inmensos recursos naturales de la Patagonia. ¿Se efectuarán concesiones y privatizaciones de estos recursos a favor de corporaciones angloamericanas? ¿Se procederá a la financiarización y bursatilización de los recursos naturales argentinos para así alimentar y potenciar las nuevas finanzas verdes y climáticas que auspicia Wall Street?

Los interrogantes son muchos sobre el devenir de Argentina, pero una cosa es meridianamente clara: la victoria de Milei ha sido una victoria indirecta pero decisiva de EE.UU. y una derrota sin paliativos de los BRICS, sobre todo de China y Brasil. El dragón asiático pierde posicionamiento en América del Sur al dislocarse el frente a favor de la desdolarización que desde los BRICS estaba empujando. Además, si finalmente Argentina entra en los BRICS en 2024, tal como está fijado, el grupo altermundista o contrahegemónico tendrá que asumir la injerencia de un verdadero caballo de troya, anglófilo. Esto no tiene otra lectura que un error de cálculo por parte de los BRICS, sobre todo de quién actuó como padrino de Argentina, Lula. El presidente brasileño esperaba contar como socio en la Casa Rosada a un peronista. Admitir a Argentina en la pasada cumbre de los BRICS celebrada en Johannesburgo el pasado mes de agosto, cuando el país estaba sumido en un incierto proceso electoral, era desde luego una jugada arriesgada y precipitada, y finalmente ha salido mal. Ahora ya hay un acuerdo en firme de admitir en el club a Argentina, y aunque Milei mantenga probablemente un perfil bajo dentro de esta alianza internacional, lo cierto es que su diplomacia no podrá ocultar ni borrar todo lo dicho sin filtros en la campaña electoral, en clave sinófoba y rusófoba, al igual que mostrar sin tapujos su recelo al Brasil de Lula.

El error de cálculo por parte de los BRICS no tiene otro culpable principal que Lula, quien apostó por ayudar a los peronistas en verano, creyendo que la invitación de los BRICS a Argentina sería un aval internacional para el régimen peronista que tendría una lectura positiva en clave interna. Nada más lejos de la realidad. Con Milei, Lula queda tocado pues la siguiente jugada podría ser contra él. Bolsonaro acecha desde EE.UU. y prepara su desembarco en Brasil en cuanto se den las condiciones óptimas. Es obvio que ni en Washington ni en Londres ha gustado que Lula no se alineara con la tesis otanista en la guerra ruso-ucraniana, que cerrara filas con Putin y Xi, y que en los últimos meses se haya pronunciado a favor de la desdolarización del llamado Sur Global. La Anglosfera se la tiene jurada a Lula y la jugada en Argentina bien pudiera ser el preludio de un jaque en el tablero brasileño.

Por esto la victoria de Milei hay que leerla en clave más amplia que la meramente argentina. No es sólo un fenómeno nacional sino también regional, por cuanto supone un revés bastante fuerte contra los planes de expansión de los BRICS. Un revés que lógicamente va a ser explotado por Washington. ¿Asistiremos a una “primavera de color” en Brasil como las que suele orquestar el Departamento de Estado? ¿Se dan las condiciones para una suerte de Maidán a la brasileña que debilite o desaloje a Lula? No es descartable que a la mínima turbulencia social en el país carioca los chicos de Blinken y Nuland se pongan manos a la obra, con Bolsonaro, sus colegas militares y las bien financiadas y engrasadas sucursales brasileñas de las sectas evangélicas estadounidenses. En este sentido, la derrota del peronismo argentino es en cierto modo una derrota personal de Francisco -y por extensión de un nutrido grupo de la Teología de la Liberación latinoamericana, personificada en Boff, Ernesto Cardenal, Paulo Freire, Esquivel, Dussell y tantos otros. La diplomacia vaticana había conseguido entenderse muy bien con los Kirchner desde 2013. Sería una doble derrota si eventualmente cayera Lula y toda su infraestructura católica, dejando Brasil en manos de Bolsonaro y a merced del protestantismo financiado desde las matrices de las sectas evangélicas de EE.UU.

Por eso la victoria de Milei supone un movimiento de placa tectónica con efectos potenciales muy importantes, sobre todo en la línea de reducir la conexión entre China y el Foro de Sao Paulo y Grupo de Puebla. El fin del peronismo en Argentina podría suponer el comienzo de una jugada en cadena con efecto dominó que diese lugar a un cambio de ciclo político e ideológico en el continente, con la mira puesta en Lula (Brasil), Maduro (Venezuela), Ortega (Nicaragua), Petro (Colombia), el castrismo (Cuba) y López Obrador (México). Una geopolítica regional que con Milei en Argentina dibujaría un giro de 180º. Situación que potencia la entente de los países marcadamente subordinados a la Anglosfera como Chile, Ecuador, Panamá, Puerto Rico y Costa Rica, junto con Paraguay y Guatemala, siendo estos dos últimos los únicos países del continente que no mantienen relaciones diplomáticas con China sino con Taiwán.

En un contexto de desglobalización y desacoplamiento entre EE.UU. y China (y entre el G-7 y los BRICS), las posibilidades de que se reconfiguren nuevos escenarios son máximas. No hay que descartar que Argentina se militarice con bases de EE.UU. y UK (de facto en Las Malvinas) y que, a través de la dolarización de Argentina y la privatización de la Patagonia, permita a la Anglosfera expandirse por la Antártida y la zona austral, cuyos subsuelos están repletos de recursos naturales, al igual que ya sucede con el Ártico, donde EE.UU. dispone de acceso a través de Alaska, y que junto con Canadá, Noruega y Groenlandia (Dinamarca), puede hacer de contrapeso al dominio ruso del Ártico.

Por tanto, Argentina puede convertirse en el peldaño más útil de los angloamericanos para el control del Polo Sur y de todos los recursos sumergidos en las placas de hielo de la Antártida (junto con Australia y Nueva Zelanda, que son también aliados e integrantes de la Anglosfera). En definitiva, con Milei al frente de Argentina, puede afirmarse que la Anglosfera no sólo está en posición de cortocircuitar la estrategia regional de los BRICS, sino que gana profundidad estratégica para subsiguientes movimientos, tanto en dirección al resto de América del Sur, como hacia el mar de la zona austral y un posible control militar permanente del paso de Drake que separa el Atlántico del Pacífico, alterando así en su favor los equilibrios sobre los espacios marítimos que necesitan los BRICS para desplegar sus rutas comerciales.

Por todo lo anterior no cabe duda de que el giro 180º operado por Argentina puede ser decisivo en el juego de la geopolítica mundial.

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