Exterior

El declive del multilateralismo

NUEVO ORDEN MUNDIAL

· El conflicto en Oriente Medio socava la certidumbre de una geopolítica multilateral

Luca Pollipoli | Jueves 21 de diciembre de 2023
Tanto Naciones Unidas (UN) como la Organización Mundial de la Salud y otras instituciones de alcance global están atravesando crisis sin precedentes mientras la comunidad internacional se polariza por lo acontecido en Gaza. Transcurrirán décadas antes de que pueda reconstruirse la totalidad de edificios derrumbados en la Franja por parte del ejército (IDF). Pero no han sido únicamente los inmuebles del pueblo gazatí ni la seguridad de la zona meridional del Estado quienes permanecen bajo los escombros. El mismo equilibrio internacional ha sufrido una profunda herida que no sanará en mucho tiempo e incluso podría ser incurable. El multilateralismo, o sea la esperanza de que se pueda gobernar con acuerdos globales y no mediante la fuerza bruta, se encuentra en la cuerda floja.

La autoridad de los organismos internacionales flaquea a diario, como ha reconocido el secretario general de la ONU António Guterres. Pero desde el pasado 7 de octubre, fecha de la matanza indiscriminada de Hamás en territorio israelí, la situación está empeorando. Los llamamientos del diplomático portugués a un alto al fuego han sido, en el mejor de los casos, ignorados, ridiculizados e interpretados como garrafales deslices o un apoyo explícito a la organización terrorista. Una pérdida de autoridad evidente por una organización surgida con el pretexto de que nunca más se repetirían las masacres de los dos conflictos mundiales o del Holocausto.

Guterres condenó enérgicamente “los atentados sin precedentes” que costaron la vida a miles de personas. Subrayó que nada “puede justificar el asesinato, las mutilaciones o el secuestro de civiles ni tampoco el lanzamiento de cohetes”. Pero en seguida precisó que “similares ataques” tenían una justificación histórica como “el sometimiento del pueblo palestino a 56 años de ocupación asfixiante”. Palabras que ocasionaron el estupor y la irritación del gobierno de Benjamín Netanyahu. “Bibi”, respaldado por el sector más radical de su ejecutiva, solicitó de inmediato las dimisiones de Guterres y que se retractara de sus declaraciones. Acusó al organismo de mostrarse imparcial pero sin aludir a las innumerables resoluciones del Consejo de Seguridad que exigen la retirada de los colonos de los territorios ocupados. Como represalia desde Tel Aviv se frenó la concesión de visados al personal del neoyorquino palacio de cristal.

Pero el menoscabo contra las instituciones multilaterales no se circunscribe sólo a la faceta diplomática. Por primera vez un país con asiento en la ONU acusó explícitamente al colectivo de ser cómplice del terrorismo y se jactó de haber golpeado a quienes llevan los chalecos azules por ser “cómplices de Hamás”. El cómputo de trabajadores asesinatos supera el centenar, el más elevado en los 78 años de historia de Naciones Unidas. Las banderas que ondean a media asta pretenden honrar a los compañeros fallecidos y en las oficinas de todo el mundo se celebran minutos de silencio. Desde UNRWA se teme que las estructuras con estandartes de color azul puedan identificarse como objetivos. Según las autoridades israelíes los fanáticos de Hamás utilizarían tanto los hospitales como los centros educativos como pantallas. Detalle que convertiría los bombardeos en legítimos y justificados.

Tampoco las apelaciones de la OMS a que se detenga el uso de las armas han surgido efecto. Ulterior desprestigio de un organismo internacional centrado en labores de socorro, evitar la irradiación de pandemias o garantizar el suministro eléctrico a incubadoras y cuidados intensivos. En guerra queda demostrado que la autoridad de las grandes instituciones queda relegada a los intereses personales.

Incluso la Corte Penal Internacional se juega su credibilidad en Oriente Medio. El 98% de los procedimientos van dirigidos al Sur Global, números que han motivado acusaciones de justicia selectiva. Algunos fiscales se personaron en Rafah sugiriendo la necesidad de una investigación. Pero lo que extraña y sorprende es que la solicitaran nada más que cinco países. Sudáfrica acompaña a Bolivia, Comoras, Yibuti y Bangladesh. No exactamente actores primarios.

La impresión generalizada es que Occidente rehúya todo tipo de confrontación. La administración estadounidense se posiciona sin duda ninguna al ladro de Israel. El envío de dos flotas con portaviones a las costas de Oriente Próximo debe interpretarse como un ejercicio de disuasión hacia Teherán. Además la colaboración militar con el Estado judío se mantiene intacta con el envío de armamentos y de SIGINT que facilita la identificación de los rehenes.

Tampoco la Unión Europea ha cambiado de postura. Las palabras acríticas de von der Leyden se imponen a los irrelevantes soflamas de Pedro Sánchez, el único junto a Bélgica, Malta e Irlanda a pedir un debate serio acerca de lo ocurrido en Gaza e impulsar un alto el fuego duradero. La unión demostrada contra la invasión rusa de Ucrania resulta imposible de alcanzar y tal desequilibrio ha generado las críticas de muchos países del hemisferio meridional. De momento tanto en Washington como en Bruselas se impone el belicismo como única salida a la crisis.

Varios funcionarios diplomáticos han reconocido de forma anónima la existencia de un doble rasero. Según el Financial Times altos cargos del sistema comunitario defienden la necesidad de unir posturas: “Lo que dijimos sobre Ucrania debe aplicarse en Gaza (…). De lo contrario corremos el riesgo de perder toda nuestra credibilidad”. La misma sigue en caída libre con la amenaza de veto de Hungría al posible ingreso comunitario de Kiev y Moldavia. Orban votará a favor o en contra basándose en la decisión de la Comisión de desbloquear 10 millones de euros destinados al pueblo magiar y que Bruselas congeló por no respetar el Estado de derecho.

Paradójicamente, la falta de entusiasmo por el multilateralismo de los países occidentales es compensada por una adhesión cada vez más convencida al modelo de las grandes potencias emergentes como China, India, Brasil y Suráfrica. En Moscú hay otra razón para descorchar champan y maridarlo con toneladas de caviar.

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