Análisis y Opinión

Dos ideas de un discurso regio

· Por Enrique Calvet, ex europarlamentario y Presidente de ULIS

Enrique Calvet | Martes 26 de diciembre de 2023
Acabando el año con el ritmo de varias barrabasadas contra el bien común y la democracia por semana (Ley de plurilingüismo, incapacidad de mantener nuestras alianzas en el Mar Rojo, felicitaciones de organismos terroristas internos y externos, “rehabilitación” de Puigdemont, financiación privilegiada a regiones ricas, parlamentos convertidos en coluvies…) uno no sabe ya cual comentar ni ve resquicio para levantar ánimos.

Sin embargo comentaremos un discurso que nos ha sorprendido por su visión de Estado, su puntería y su solemnidad. Nos referimos al discurso de fin de año del Jefe del Estado, don Felipe VI. Y nos centraremos, en este sucinto billete, en dos ideas vertebrales de su discurso. Sean indulgentes, es la primera vez que este articulista comenta, con todo respeto, un discurso regio. Lo primero que nos ha parecido trascendental y acertadísimo es su decisión de enfocar la arenga en el tema clave, estructural y singular del momento histórico que vivimos. Tenemos muchos problemas, como siempre, internos y exteriores, pero todos menguan ante la catástrofe principal: la pervivencia de España como Nación y como democracia constitucional. Su Majestad lo ha expuesto serenamente y con lenguaje nada tremendista, por supuesto, aliando la idea de España a la de la Constitución, o mejor dicho, ya que la Constitución está arteramente hecha añicos, al espíritu de la Constitución del 78. Como defensores de antiguo del hecho de que la supuesta democracia española tiene un aspecto diferencial y singular único que es su paulatina, ahora acelerada, autodestrucción nos parece importante que el Jefe del Estado, con visión de hombre de Estado, señale también que EL problema para nuestro futuro está ahí. Por encima de tretas tácticas, de peleas de Partido, de gestiones coyunturales, hay que asegurar la pervivencia de la democracia española y en sus límites territoriales actuales. Y ya no hablamos de una imposible España de libres, iguales y solidarios, imposible de recuperar con las estructuras actuales, sino de una España jurídica de taifas que, por lo menos, colaboren en vez de enfrentar. (Esto es nuestra opinión, no la del Rey).

Pero, dentro de esa línea maestra toral, nos sorprendió gratamente oír a Don Felipe sexto indicar claramente una idea que nos obsesiona desde hace años y que jamás habíamos oído de ningún político, clamando en el desierto. Y es que Su Majestad no desdeñó en absoluto los problemas cotidianos de los ciudadanos de España, nuestras necesidades, carencias y dificultades en el día a día, en particular en lo económico, sino que sugirió con alta lucidez que su solución seria, sólida, básica, más allá de parches asistenciales o demagógicos, depende grande o totalmente de hacer desaparecer el problema existencial que hemos citado y recuperar todas las energías que desperdiciamos en afrontarlo para dirigirlas al bien común. Algún día desarrollaremos esta idea fundamental, pero baste decir que ya sea porque consideremos que nuestros males vienen por la endémica pérdida de productividad, por la estructural y nada erosionable altísima tasa de desempleo, por nuestra evolución demográfica, por el estado horrible de nuestros 17 sistemas educativos, o por nuestra letal inseguridad jurídica, nada de eso se resolverá si no recuperamos la unidad de mercado interior, una justicia y una educación universales (para España), una libre circulación de personas, mercancías y capitales dentro de la propia España, sin barreras de ningún tipo, (como las lingüísticas), la libertad de iniciativa, unas instituciones realmente democráticas, y, sobre todo, la convicción de luchar por un proyecto común solidariamente. Es muy desafortunado decir que los políticos no se ocupan de las dificultades vivenciales de la mayoría. Al contrario, se ocupan y mucho a la demagógica manera; su grave “fallo” o “error” es que no se ocupan de resolver, y definitivamente, el problema toral de España del que dependen en profundidad casi todas las otras variables. Su Majestad ha hecho muy bien en dejarlo entender y deseamos que esas dos ideas calen mucho más que cuando las defiende este modesto plumilla de centro izquierda que fracasó, uno más, totalmente, el 23 J en hacer ver lo evidente.

Puestas así las cosas, con los Partidos y políticos gobernantes actuales no osaría desear un feliz 2024. Sólo me despido hasta el año que viene deseándoles una feliz noche.