Economía

Singularidades

· Por Miguel Córdoba, economista

Miércoles 19 de junio de 2024
Uno de los grandes pensadores españoles del siglo XX, José Ortega y Gasset, escribió en el año 1921 una de sus obras cumbre: “La España Invertebrada”. En ella, Ortega trataba de explicar el porqué de las discrepancias entre las distintas regiones que componen nuestra península y, en particular, refiriéndose a los ya existentes problemas con las comunidades vasca y catalana, a los que calificaba como “particularismo”, afirmaba que “La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás”.

En el fondo, se trataba y se trata de una forma de egoísmo, e incluso de supremacismo. El que haya regiones más ricas y más pobres es algo habitual en todos los países, pero si existe un espíritu nacional, o un estado vertebrado, parafraseando a Ortega, este tipo de problemas se puede solucionar si todos ponen un poco de su parte, cosa que, desgraciadamente, no ocurre.

Llevamos demasiados años poniéndole parches a la financiación autonómica, modificando porcentajes de cesión de impuestos, cediendo exacciones o aplicando diferentes fondos de solidaridad o liquidez cuya composición y destino constituyen juicios de valor que gustan a unas comunidades y disgustan a otras. Ahora, para añadir un nuevo vocablo al tema que nos ocupa, se habla de la “singularidad” del territorio catalán, zona que nunca fue una nación, puesto que era un condado del Reino de Aragón, y el propio rey era conde de Barcelona y residía en dicha ciudad.

Esta visto que basta con hacer ruido y tener un puñado de escaños necesarios para la gobernabilidad, para poder conseguir casi lo que uno quiera. Personalmente creo que la financiación autonómica no puede ser singular, sino justa, y que los principios de cohesión y solidaridad deben gobernar cualquier decisión que se tome al respecto.

Lo cierto es que, en mi opinión, el sistema actual de solidaridad entre autonomías habría que dinamitarlo. Como he indicado, se trata de un conjunto de parches puestos en función de oportunidades políticas y negociaciones interesadas en el pasado. Hay que hacerlo nuevo y con criterios objetivos, no de oportunidad para conseguir votos o presidencias. Lo primero que habría que definir serían los parámetros que tendrían que ser relevantes para la distribución de los ingresos estatales, autonómicos y locales. Entre ellos, podrían ser los siguientes:

- Población radicada en las comunidades autónomas.

- Nivel de recursos públicos dedicados a sanidad y educación.

- Distancias para cubrir cuando hay que realizar gestiones o actividades habituales en la vida de las personas. Es evidente que no es lo mismo vivir en Baleares, Canarias, Ceuta o Melilla que en el resto de la península.

- Deuda autonómica acumulada. No se puede premiar a los que gastan lo que les apetece. Por ejemplo, la deuda autonómica por habitante en Cataluña es el triple de la de Castilla y León y, obviamente, las infraestructuras, los funcionarios públicos y sus sueldos son superiores.

- Déficit de infraestructuras básicas. No es lo mismo tener AVE que no tenerlo, tener buenos hospitales que no tenerlos, tener buenas universidades que no tenerlas, etc.

- Circunstancias específicas que afectan notablemente a la generación de ingresos y nivel de vida de los ciudadanos. Por ejemplo, la capitalidad de España o zonas de elevado nivel turístico.

Establecer un índice como media ponderada de estos u otros conceptos no es nada difícil. Basta con establecer los pesos de cada uno de los conceptos en la ponderación, que eso sí debe ser objeto de negociación y de juicio de valor, pero “ex ante”, es decir, sin ver cómo va a ser el resultado final, porque, en caso contrario, no sería una magnitud objetiva y todos se tirarían al cuello de los demás para cambiar los pesos.

El cómo se recaude se lo dejo a los políticos. Daría lo mismo que recaudaran las autonomías y pagaran, en su caso, al estado federal, que lo hiciera el Estado y pagara a las autonomías. Pero esto debe hacerse dentro de un esquema de lealtad constitucional, cosa que no existe en la actualidad. Si las autonomías asumen su papel como parte del Estado, no habrá problemas; si sólo piensan en sacar todo lo que puedan a costa de los demás será muy difícil que consigamos llegar a buen puerto.

Las compensaciones solidarias precisan de datos, no de impulsos ideológicos. Hay que tener en cuenta la renta per cápita, el coste de la vivienda, las distancias entre núcleos urbanos y rurales, los problemas hidrográficos, el coste de las comunicaciones, etc. No es un problema fácil y, por tanto, tiene que haber un necesario consenso en su resolución. El tan manido mensaje de la izquierda de que todos iguales no puede funcionar, cuando vivir en Badajoz cuesta la mitad que en Madrid y, sin embargo, los salarios de muchos trabajadores, incluidos los funcionarios, son los mismos. Lo mismo ocurre con el nivel educativo; no se puede “rasar por abajo” poniéndolo fácil para que todo el mundo tenga el mismo título universitario, cuando la capacidad intelectual de nuestros jóvenes es diferente, y serían precisos centros de diferente nivel para potenciar a los mejores y los que más se esfuerzan, como ocurre en Francia con las Écoles des Haut Etudes, donde se forman los futuros empresarios y políticos galos, no por pertenecer a familias opulentas, sino por que su capacidad, inteligencia y espíritu de sacrificio.

El cambiar el modelo de financiación autonómica no puede tener su fundamento en mantener a Sánchez en la Moncloa y en entronizar a Illa en la Generalitat. Tiene que ser un sistema que dure y que todos asuman como justo socialmente hablando, aunque es bastante difícil pedir objetividad a los políticos que actualmente rigen los destinos de España, ya estén en el gobierno o en la oposición.

No hacen falta Alvises para decir que los ciudadanos de a pie estamos indignados. Sabemos que lo estamos. Igual que no hace falta votarlos, porque no son alternativa y sólo buscan lanzar un mensaje populista para conseguir votos. Lo que hace falta es una alternativa lógica, técnica y objetiva para lograr que las instituciones se dediquen a fomentar el bien común de los ciudadanos, en vez de permitir que algunos busquen los famosos quince minutos de gloria de Andy Warhol.

Es triste observar como los miembros de ERC o de Junts se dedican a estrujar las vísceras del presidente para conseguir objetivos impensables hace tan solo doce meses, y el Sr. Sánchez, en el potro de tortura, sólo afirma que a él no le han preparado en la CIA o en el MI6 para resistir tamañas tribulaciones y que, por tanto, tiene que ceder. A veces, la mejor opción es renunciar a ese puesto que seguro que llevaba ansiando desde que jugaba con los Madelmans.

No se puede hipotecar el futuro de un país por seguir alargando los cinco años “triunfales” que ya ha estado en la Moncloa. Es el momento de demostrar que se es un hombre de Estado y de definir cuál es el legado que espera dejar para generaciones futuras. Si vuelve a ceder a las pretensiones independentistas y crea una financiación asimétrica favorable a Cataluña a costa de otras regiones menos favorecidas hará un flaco favor a su futura biografía en Wikipedia.

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