Hoy, caminando por las calles de Paris, el tiempo se congela en la modernidad donde la hibridación cultural nos confunde con lo pintoresco del paisaje global inmerso en el distrito VII por donde García Márquez y Julio Cortázar caminaron y tertuliaron en un debate de letras que tocaban el alma y la conciencia de quienes desprevenidos leían sus obras y apasionados se pensaban la sociedad de una manera diferente.
La civilización de la imagen de humo (construida en redes sociales) hace que los días pasen rápido sin que esta velocidad nos permita escribir y pensar, contemplar y debatir la realidad sociocultural que vivimos en el 2024. La narrativa se la hemos dejado a los medios, la literatura latinoamericana que se tomó Francia al final del siglo XX se fue para no volver, quedan muy pocos dinosaurios que nos recuerdan el valor del olvido que seremos como Héctor Abad Faciolince, la nueva sociedad de consumo ha anestesiado el arte que despierta la conciencia, las historias de amor pintorescas que tocaban los hilos del poder, incluso incomodando en algunas ocasiones, se han reemplazado por biografías ególatras y métodos para ser millonarios, la pureza de lo simple a desaparecido, el puño caliente esta dormido.
Se requiere una nueva ola de escritores que reviva el boom de la literatura latinoamericana con enfoque social, el arte tiene la inmensa responsabilidad de despertar la conciencia colectiva para evitar la deshumanización y proteger la esencia de la vida, no todo lo que brilla es oro y no todo lo que vemos es real.