Exterior

Ganar, cobrar, gestionar la transición…

A VUELTAS CON VENEZUELA

· Humberto Calderón, que fue canciller venezolano, presidente de la petrolera PDVSA, e incluso de la OPEP, insistía en sus intervenciones públicas en que las tareas a abordar por la oposición al régimen dictatorial de su país eran las que dan título a este comentario: ganar, cobrar y gestionar la transición

Fernando Maura | Martes 06 de agosto de 2024
Que Edmundo González, secundado por María Corina Machado y el conjunto de la oposición venezolana, ganaron las elecciones el pasado 28 de julio es una evidencia respecto de la cual caben muy pocas dudas, las mismas con las que se proclama la convicción del fraude que Nicolás Maduro y su cuadrilla de maleantes -en la que, no lo olvidemos, se encuentra el expresidente del gobierno español, Zapatero- ha fabricado para mantenerse en el poder. De acuerdo con la líder de la resistencia contra Maduro, María Corina Machado, toda vez comprobadas el 40% de las actas, el 70% de los votos le habría correspondido a la candidatura de Edmundo González. La OEA, el Centro Cárter, los presidentes de diversos países americanos, entre los cuales los gobiernos de ideología izquierdista, otrora aliados o simpatizantes de Maduro (Colombia, Brasil, Chile…), el expresidente Felipe González, el Alto Representante de la UE para la política exterior Josep Borrell… han exigido un recuento fiable de los votos, previo a un posible reconocimiento del gobierno que de este proceso electoral se derive. Los Estados Unidos se alinean en esta posición y sólo los regímenes totalitarios de Rusia, China, Corea del Norte e Irán han felicitado al autócrata por el resultado. Además, Estados Unidos, Argentina, Perú, Uruguay, Ecuador y Costa Rica han reconocido la victoria del opositor Edmundo González en las elecciones presidenciales de Venezuela "dada la abrumadora evidencia".

Y es que la victoria de Edmundo y María Corina ha sido arrolladora, y no sólo en términos de número de votos, sino por su contundencia transversal. Los sufragios en favor de la oposición han batido a lo largo del país a Maduro, lo mismo que lo han conseguido en todos los sectores de la población. A ese “socialismo del siglo XXI” que proclamaba el fallecido Chávez le faltan ahora las clases populares, las más desfavorecidas. En realidad, ese socialismo es el de la pobreza de todo el país sin exclusiones -salvo los protegidos por el régimen, desde luego-, poniendo en claro que la fachada progresista del sistema es apenas una delgada capa de barniz que pretende ocultar la realidad de un gobierno dirigido por unos maleantes y en el único beneficio de ellos mismos.

Ganar -como decía Humberto Calderón- se ha ganado. Otra cosa bien distinta es cobrar -que el régimen reconozca- ese resultado-. Y Maduro no está dispuesto a eso. En el máximo nivel de corrupción moral que es posible está procediendo a la detención de miles de personas -a las que se suman los cadáveres que ya están ensangrentando las calles de pueblos y ciudades de Venezuela, veinte, cuando se escriben estas líneas-. No se ha tratado, sin embargo, al menos en un primer momento, de detenciones masivas. Se dirigen éstas hacia los agentes electorales que siguieron el desarrollo de las votaciones, con el fin de que bajo amenaza de torturas -o por medio de las mismas- firmen una declaración de resultados que se adecúe a los designios del régimen. Recuerde el lector el ministerio de la Verdad del “1984” de George Orwell, encargado de acomodar las cifras de producción obtenidas con las que se habían anunciado a bombo y platillo años atrás: bastaba para conseguir la “verdad” con modificar los textos de los antiguos periódicos. Pero la mentira de Maduro supera con creces la ficción de Orwell en términos de crueldad y barbarie.

Las gentes están movilizadas en las calles. Defienden su victoria con la convicción de la fortaleza que les proporciona la unidad de una masa que actúa como un solo hombre; pero también el miedo impregna de manera progresiva a esas multitudes que no disponen de otro patrimonio que el de sus propias vidas. Vencer el temor a la muerte, considerar -como decía el también resistente nicaragüense, Félix Maradiaga- que “la muerte no debe entrar en la ecuación de los luchadores por la libertad” es fácil de decir, pero difícil de practicar. Algunos de los que hicimos frente al terrorismo de ETA sabemos algo de esto, aunque no sea igual hacerle frente a un comando de Maduro que pensar que quizás hayan adosado una bomba lapa en los bajos de tu coche… en los dos casos, sin embargo, la conclusión -la muerte- es la misma.

Resultará clave para la solución de este proceso, ese “cobrar” la victoria que decía Calderón, la persistencia de las movilizaciones y que a los líderes del movimiento no les distraigan las trapacerías de Maduro y sus secuaces para despistarlos de su objetivo fundamental: el reconocimiento de su victoria. Que la mediación internacional pretenda ahora, con una buena fe que no discuto, situar la repetición electoral como la solución del problema sólo conseguiría dos cosas -ademas de apartar de la ecuación a la principal líder opositora, María Corina Machado-: desmovilizar a la población y ofrecer tiempo a Maduro para continuar la represión. Insisto: la victoria ya se ha producido.

Pero también la reacción militar, la de los soldados y de sus mandos intermedios, cuando se constituyan -ya lo son, en realidad- en los únicos garantes de la solución democrática; esos miembros del ejército a los que no han llegado las coimas, en forma de prebendas de un régimen corrupto y corruptor de las voluntades.

Será importante también que no cese la presión internacional, que no aceptemos, una vez más, que el petróleo sea el lavadero de nuestras convicciones y nuestros valores, que defendamos de verdad que nuestro modelo y manera de vivir es superior al de los sátrapas, porque está basado en convicciones más profundas, las que se refieren a las libertades individuales y a la dignidad de las personas.

Y entonces, sí, cobrada la victoria, será llegado el momento de gestionar la transición. Desde la inteligencia, la generosidad y la justicia.

Ojalá que lleguemos a verlo…

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