Una vez más ha quedado demostrado que los profesionales de la pequeña pantalla de Estados Unidos son los número uno de los debates televisivos en directo. Un formato que es difícil de realizar técnicamente, que se ha convertido en espectáculo audiovisual.
El lenguaje no verbal deja al descubierto a una Kamala segura y firme en su mirada directa, su sonrisa abierta y sus manos, que hablan por sí solas. Las manos y el antebrazo se sincronizan perfectamente con las frases en las que quiere destacar aspectos de tanto calado social como el aborto. El lenguaje de las manos, en que suben, bajan o se colocan debajo de la barbilla, matizan la expresión general de su torso que avanza unos centímetros sobre el atril cuando quiere reafirmar algún comentario contra el adversario en señal de afianzamiento.
Frente a frente nos encontramos a un Trump estático, enojado, agarrado al atril para marcar distancia y mostrar poderío. Su mirada perdida y el cierre de ojos, cuando no está de acuerdo con afirmaciones de Harris, merman su capacidad de seducción a la cámara. Para hacer creíble el mensaje hay que mostrar sinceridad en los gestos y en la entonación de las palabras. Si no es así, el contenido pierde fuerza y los espectadores no fijan la atención en la pantalla.
Lo que el ojo no vio y el oído pudo captar
Una parte del éxito del debate, a favor de Kamala Harris, es el manejo estratégico de una voz vibrante y brillante que controla perfectamente la respiración diafragmática para dosificar el aire, enfatizar palabras con inflexiones de ritmo y acaparar la atención del espectador que ve y oye a los protagonistas de este espectáculo televisivo en formato debate electoral. El esfuerzo de la escenografía y la realización de la emisión es aprovechada para que no solo el ojo, sino también el oído, capte todo lo que la candidata demócrata desea enfatizar.
Toda una estrategia marcada por sus asesores que han trabajado a fondo con ella en el qué decir y como expresarlo. En el lado opuesto nos llega un timbre monótono y a veces exaltado en exceso de Trump, que le resta credibilidad al perder aire en los finales de frase por la tensión que acumula. No controla bien la velocidad del habla, que en ocasiones pierde la atención auditiva del espectador porque acelera el ritmo de la expresión oral.
Ha sido el debate de los gestos dispares entre ambos, pero también de la comunicación verbal como estrategia. A destacar. al comienzo de la emisión, como en el saludo de manos hay señal de prepotencia con la mano de Trump sobre la de Harris y no están el mismo plano de iguales, como suele ser lo habitual en un saludo cordial entre personas.