Análisis y Opinión

Octubre en los mercados, reflexión sobre mercados bajistas y correcciones de mercado

ANÁLISIS PORTOCOLOM AV

El S&P 500 cerró la semana pasada con un descenso próximo al 1%, su primer retroceso tras seis semanas consecutivas de subidas

Redacción | Martes 29 de octubre de 2024
Hace unos meses escribíamos sobre “Sell in May and go away”, estrategia que siguen algunos inversores basada en reducir el riesgo de sus carteras en mayo y volver a invertir a la vuelta de verano. Una filosofía contraria sería la de aquellos inversores “Buy and hold”, es decir, mantenerse invertido independientemente de lo que haga el mercado en el corto plazo porque esta estrategia, en el largo plazo, reduce la posibilidad de pérdidas. Independiente de la postura que tome cada inversor, octubre suele ser un mes que estadísticamente es positivo para la renta variable. Tras pasar el periplo de los meses de junio, julio, agosto y septiembre (este último mes es estadísticamente el peor del año), octubre suele ser el comienzo de un trimestre al alza. Y este año, a falta de 2 días para que finalice no está siendo una excepción, al menos en EE.UU., donde la rentabilidad en el periodo está siendo positiva, continuando la tónica general durante el año. No obstante, octubre es famoso por ser el periodo donde han ocurrido algunos de los momentos más dramáticos y aterradores (muy en línea ahora que nos acercamos a Halloween) de la historia de los mercados bursátiles.

En 1987 los mercados de las principales economías sufrieron uno de los mayores varapalos que se recuerdan, con caídas intradía superiores incluso a cualquiera de las fechas de la Gran Depresión del 29. En el famoso Lunes Negro de 1987, el índice americano Dow Jones que engloba a las mayores empresas industriales cayó un 22,6%, siendo la mayor caída porcentual diaria del índice americano a lo largo de la historia hasta la fecha. Hoy en día todavía se desconoce el principal catalizador, siendo varios temas los que preocupaban a la economía estadounidense en aquel momento, aunque ninguno de ellos por separado amenazaba el devenir bursátil. La subida de los tipos de interés de referencia el mes anterior, el abultado déficit público, la especulación desmedida, la guerra del Golfo Pérsico e incluso la nueva tecnología que se estaba implantando por entonces, habría provocado estas caídas masivas, lo que se denomina “Flash Crash” o caídas repentinas de mercado.

En octubre de 1929 comenzó la que sería la primera crisis a nivel global, que se conoce como el crack de 1929. Entre los días 24 y 29 de octubre de ese año los mercados sufrieron fuertes caídas, especialmente el Lunes Negro, donde el índice Dow Jones cayó un 13%. Esa jornada venía precedida del rescate que la Bolsa de Nueva York había recibido por parte de los principales bancos estadounidenses, que respaldaron el viernes de la anterior semana acciones clave con compras masivas. El martes siguiente el Dow Jones cayó otro 12%. El mercado bajista continuó hasta enero de 1932, con un descenso acumulado del 86%, creando un efecto dominó que afectaría a la economía y a la sociedad no sólo de Estados Unidos, sino también de Europa y del resto del mundo en general. Una de las fatalidades de esta crisis bursátil fue que afectó directamente al inversor minorista, hecho que no se había dado, ya que anteriormente la bolsa de valores estaba reservada principalmente para inversores institucionales. Además, la inversión a crédito potenció el endeudamiento de las familias favoreciendo que muchos perdiesen todo lo que tenían.

Es cierto que estas crisis son poco comunes, pero a pesar de ello, en los últimos 5 años hemos vivido en mercados bursátiles dos periodos con caídas superiores al 20% (2020 por la pandemia y 2022 por la elevada inflación y fuertes subidas de tipos de interés). Lo que es habitual, al menos una vez al año, es sufrir una corrección de mercado como mínimo del 10% en algún momento del año. En 2023 y lo que va de 2024 no ha sucedido y, aunque esto no quiere decir que vaya a suceder en el corto plazo, sí que conviene recordar que estos episodios de volatilidad son comunes, por lo que un inversor a largo plazo no debe modificar su plan estratégico ya que muchas veces, aunque parezca contraintuitivo, el mayor riesgo de invertir es no estar invertido.