Solo es evitable lo ignoto a medio o largo plazo mediante la anticipación y la constancia en la adquisición de un saber para cuando se precise de su utilización tenerlo disponible; estar tranquilo sin su compañía es torpeza.
La incorporación de conocimiento es un continuo escalable que mientras se está en ello además generosamente también regala un acumulable y placentero dolor de gemelos, es una escalera que hay que subir peldaño a peldaño, sin posibilidad de saltarse ninguno.
Y es muy importante antes de comenzar, para llegar a subirla del todo, saber aceptar que la escalera de la sabiduría no es la misma para todos, cada uno tiene la propia con su particular número de peldaños; hasta para esto la vida es muy justa. Y no debe ser tal diferencia la excusa [de mal pagador] para eludir la responsabilidad de ascenderla.
Todos los peldaños anteriores, los que en mayor o menor medida permiten tocar con la mano pero no con los pies el final, son de escalada obligada pero solo son cimientos para colocar y sujetar sobre ella una erudición con la seguridad de que cuando se necesite no resbalará y caerá a la primera. Realmente solo aportan los tres últimos maderos.
El antepenúltimo peldaño en la escalera de la sapiencia es tener perfectamente ubicado donde encontrar el exacto conocimiento válido y útil que se precisa en cada momento, sin necesidad de buscar más de un minuto, y no confundir disponer del método o herramienta de búsqueda con el propio conocimiento.
El penúltimo peldaño es haber incorporado esa sabiduría a la propia persona, se alcanza cuando se identifica a ambos de forma inseparable. Cuando los otros ante la pregunta ¿Esto quien lo sabe? Responden rápido y sin dudar “fulano”. Y, si urge, corren a buscarlo.
El último peldaño en la escalera de la sabiduría es la humildad, los que aquí llegan toman plena conciencia de su “no saber”; interiorizan que lo suyo no es ser un profesor del conocimiento, es ser un maestro [un auténtico maese] en disimular la ignorancia.
Al alcanzarlo toca retirarse de la enseñanza orgullosa, practicada motu proprio, para limitarse con sincero respeto a responder concreto, sucinto, claro y amable solo a los que te requieren con sus preguntas, haciéndoles sentir que es en estas donde reside lo importante, incitando a que sigan haciéndose más, compartiendo la excitación sentida tras conocer la respuesta y por encima de todo agradecido de ser el elegido para hacérselas.